UNIVERSIDAD › LA COOPERACIóN UNIVERSITARIA ENTRE ARGENTINA Y FRANCIA

Un lazo académico a través del océano

Ambos países firmarán este mes un acuerdo de reconocimiento mutuo de títulos para facilitar el intercambio de alumnos. Crece la colaboración en ciencias aplicadas por sobre las humanidades.

 Por Javier Lorca

Desde París

Entre la gente que se apura por el Boulevard Saint-Michel, a pasos de La Sorbona, esa universidad que ya no es una sino unas cuantas, todas arropadas por el prestigio del nombre, ella deja la bicicleta y le dice a alguien “excusez-moi” con un eco que suena a “perdoname”. Y el oído no falla: es argentina. “Si comparás con lo que cuesta estudiar en universidades de Estados Unidos o Inglaterra, no lo podés creer. ¡La universidad en Francia es gratis para los estudiantes! –se entusiasma Gabriela, que tras dos años de cursos acaba de terminar una maestría en derecho y ya piensa en su doctorado–. Es cierto que acá es cara la vida. Cuando llegué pensaba conseguir un trabajito pero al principio no pude, no me daba el tiempo y vivía con lo justo. Me costó adaptarme, no es fácil. Pero ahora pienso que valió la pena. Mucho”, dice, convencida, y se calla cuando una llovizna helada dispersa a todas las personas que se demoraban en la Place de la Sorbonne, y a los turistas también.

Los estudiantes universitarios argentinos que cursan en Francia licenciaturas, maestrías o doctorados son 827, según los datos oficiales de 2014. De hecho, Francia es el cuarto destino elegido por los alumnos argentinos que deciden estudiar en el exterior, sólo es superada por España, Estados Unidos y Brasil. A su vez, en una relación bastante equilibrada para lo que suelen ser los flujos de intercambio en el marco de la internacionalización de la educación superior, el último año había unos 600 jóvenes franceses realizando estudios de grado o posgrado en Argentina. “Son pocos los casos de países con tanta reciprocidad en las relaciones universitarias y científicas”, destacan, en diálogo con Página/12, Dominique Bordes y Vincent Lepage, del Polo de Desarrollo de la Educación Superior de la Cancillería francesa.

La cooperación universitaria entre ambos países tiene una larga tradición y hoy incluye desde ese intercambio de estudiantes –y también de docentes e investigadores– a partir de diversos programas de becas cofinanciados, hasta dobles titulaciones en diferentes disciplinas y numerosos proyectos conjuntos (ver detalle aparte), todo dispuesto sobre la base de una red institucional que conforman organismos de los dos Estados nacionales, universidades y centros de investigación. Ese vínculo se va a ver potenciado, según esperan las autoridades de uno y otro país, con un acuerdo para el reconocimiento mutuo de títulos académicos, producto de un arduo trabajo técnico. La firma del acuerdo está prevista para fines de este mes, en un encuentro de rectores y presidentes de universidades que se hará en Rosario.

“Es un acuerdo marco que va a proporcionar facilidades de movilidad, al establecer correspondencias más claras entre los títulos que otorgan los dos sistemas universitarios. Va a ser una gran ayuda para los estudiantes que quieran formarse en universidades del otro país y también para las instituciones”, explica Nicolas Marquès, del área de Relaciones Internacionales del Ministerio de Educación francés. Por el momento, el reconocimiento no alcanzará al ejercicio profesional, sino que se limitará al campo académico.

Afinidades efectivas

A ocho estaciones de metro de La Sorbonne –el número de estaciones de subte parece una razonable unidad de medida del espacio/tiempo parisino–, sobre la rue de la Grange aux Belles, está la sede de Campus France, el organismo que se ocupa de promover a las universidades francesas en el mundo y que está especialmente interesado en difundirlas en Argentina, en realidad, en profundizar lo mucho que ya se hace –y en ese marco se inscribe la invitación a este diario para conocer en vivo y en directo las opciones que tienen aquí los estudiantes–.

A diferencia de los países que han generado una verdadera industria universitaria para la venta global de servicios educativos –ese campeonato lo lideran Estados Unidos y el Reino Unido–, en Francia hablan de otros objetivos. “Nuestra política no es una política para generar ingresos –dice a Página/12 Antoine Grassin, director de Campus France–. Para nosotros es un instrumento diplomático: el paso de estudiantes e investigadores extranjeros por nuestras universidades es un multiplicador de nuestra cultura, de nuestra capacidad de intervenir en el mundo a través de la formación de los jóvenes que serán los actores del futuro.” Por supuesto, a Francia además le interesa engrosar el número de estudiantes e investigadores en su sistema, incrementar su producción de conocimiento y mejorar indicadores como la publicación de artículos científicos y la formación de doctores.

Los funcionarios argentinos y franceses consultados coinciden en que la cooperación académica y científica entre ambos países se ve facilitada por la afinidad de sus sistemas educativos, en los que el peso de la enseñanza superior recae en la universidad pública. “Tenemos una concepción muy similar de la educación pública, laica, y del cogobierno de la universidad”, coincide la embajadora argentina en este país, María del Carmen Squeff.

En Francia hay 74 universidades públicas y no existen las privadas –un caso aparte son las llamadas Grande Ecole, institutos que también imparten estudios superiores, entre las que sí hay instituciones privadas, selectivas y aranceladas–. Ya sea para los alumnos franceses como para los extranjeros, en las universidades las carreras de grado y también las de posgrado son prácticamente gratuitas –los alumnos sólo deben pagar una inscripción anual–. “Los estudios no son gratis, son muy costosos, pero no los pagan los estudiantes sino la sociedad, a través de sus impuestos”, aclaran aquí cada vez que surge el tema de la gratuidad. La crisis financiera y las presiones fiscales de la Unión Europea no lograron, por ahora, quebrar esta barrera. Tampoco la derecha francesa, en plena expansión después del atentado a la revista Charlie Hebdo.

Suben las ingenierías

De Voltaire a Sartre, de Rousseau a Lacan, de Diderot a Deleuze o Rancière, la tradición del pensamiento francés siempre aparece más fácilmente asociada a las ciencias sociales y humanas para la intelectualidad y el mundo académico argentinos. Si bien ese lazo sigue existiendo y predominando, en los últimos años la cooperación universitaria entre Argentina y Francia ha comenzado a potenciar otro polo, el de las ciencias aplicadas, en especial las ingenierías y carreras afines.

Según los datos del Ministerio de Educación francés, para 2013 el 49 por ciento de los alumnos argentinos en Francia estaban estudiando carreras de grado o posgrado en ciencias humanas, sociales, letras y lenguas; el 19 por ciento había elegido ciencias e ingenierías; el 18 por ciento derecho y ciencia política; el 7 por ciento medicina, farmacia y odontología, y casi otro 7 por ciento, ciencias económicas y administración. Pero en los últimos dos años eso empezó a cambiar. De acuerdo con un relevamiento realizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores francés, el 50 por ciento de los jóvenes que llegaron entre 2013 y 2014 lo hizo para estudiar ciencias e ingenierías. Sólo un 27 por ciento ciencias humanas y sociales y un 18 por ciento economía y administración.

El cambio es resultado de un encuentro entre dos factores. Por un lado, la necesidad argentina de ampliar la formación de ingenieros y profesionales capaces de mejorar la infraestructura nacional –hay diversos instrumentos en marcha para promover las carreras consideradas estratégicas para el desarrollo del país, y hay un plan específico para las ingenierías–. Y, por otro lado, el interés francés por incrementar la calidad de sus carreras mediante períodos de formación en el exterior, previstos en la mayoría de las currículas, con fines pedagógicos y también de integración cultural. Esa confluencia de necesidades e intereses encarnó en el programa bilateral Arfitec, que impulsa proyectos conjuntos de grupos de universidades de cada país, y por el que el año pasado viajaron en uno y otro sentido 180 estudiantes argentinos y 229 franceses. También se destacan en el área las becas para maestría financiadas por Argentina mediante el programa Becar, por el que se calcula que este año habrá otros 80 alumnos de ingeniería realizando posgrados en Francia.

“Los intercambios de estudiantes con otros países raramente están tan balanceados en la cantidad de alumnos y en la calidad de la enseñanza. En este caso, ambas partes reconocen la calidad del otro y lo que se enriquece es la formación de los estudiantes”, dice el profesor Jacques Gelas, delegado de la Conferencia de Directores de Escuelas Francesas de Ingenieros, en diálogo con este diario en una oficina de la cartera de Educación. Por la ventana se puede ver que aquella lluvia helada se disipó hace rato y el cielo se despejó completamente, para desconcierto de los parisinos, que esperan otra cosa del invierno.

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Los estudios de grado y posgrado en las universidades francesas –como las herederas de La Sorbona– no son arancelados.
Imagen: Gentileza Campus France
 
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