UNIVERSIDAD › OPINION

Ilegalidad e ilegitimidad

Por Dora Barrancos *

El país está desquiciado y ninguna institución se preserva. El caso de Sociología (UBA) es una muestra: el año pasado se realizaron elecciones para constituir los diferentes organismos de dirección. Mientras todas las carreras pudieron dirimir sus conflictos y asegurar la dirección administrativa y académica, Sociología se constituyó en escenario del encono faccional. La falta de quórum sistemática por parte de la representación estudiantil impidió la elección del/la director/a, de modo que la perniciosa acefalía, con consiguientes lesiones a la gobernabilidad, se extendió durante casi un año. Algunos grupos estudiantiles han venido levantando una consigna falaciosa, maliciosa y autoritaria que se viste con el ropaje descarnado del liberalismo decimonónico al que dicen combatir. Se trata de “un hombre, un voto” y como puede verse es falsamente universal y brutalmente excluyente (la verdad es que la mayoría del alumnado está compuesto por mujeres y también por personas de otras identidades sexuales. Pero ni las mujeres ni las minorías han ingresado en la consideración). La consigna es maliciosa porque pretende que son idénticas las proporciones de cada claustro y equivalentes sus atributos. Si el voto fuera “directo universal”, no tendría sentido que el claustro docente se instituya como elector porque siempre será minoría, se impondría siempre el “fisicalismo demográfico”. Nunca habrá tantos profesores como estudiantes.
En gran medida es lo que ocurrió en Sociología, donde contrariando las reglas se hizo una nueva elección en la que votaron algo más de mil alumnos, una cantidad ínfima de graduados y menos docentes. El resultado no podía ser otro: se impuso un representante del alumnado (un JTP, no concursado). Pero convengamos que lo más grave aún es la convalidación “legal”, una vez que las autoridades de la facultad consiguieron (con sólo 6 votos) en el consejo directivo tornar al elegido codirector de la carrera, con otro docente (para mal-atenuar el dislate). El precedente es gravísimo. La enorme mayoría docente de la facultad suscribe teorías e ideas progresistas y hasta practica conductas en consecuencia. Felizmente han desaparecido de los claustros los esperpentos reaccionarios que tantas veces se complicaron con la muerte en módicos anticipos del terrorismo de Estado. Quienes pertenecen a mi generación (sesentista) estarán de acuerdo en que la extrema derecha se ha extinguido en la universidad. Advierto, sin embargo, que formas coactivas y autoritarias, travestidas con lenguajes de “izquierda”, amenazan el pensamiento crítico y el diálogo. Formas patoteriles, ostensivas del “pensamiento único”, transitan con comodidad los espacios que ha dejado libre la escasa participación del estudiantado y (debemos hacernos cargo) del profesorado. La extorsión es la moneda corriente de las facciones y mucho me temo que la universidad sea hoy uno de sus palcos.
Creemos en la necesidad de democratizar el conocimiento y sus instituciones, incorporando más jóvenes a la universidad, lo que no quiere decir envilecer las reglas de juego ni abandonar nuestra responsabilidad académica. No dudo de la necesidad de cambios estatutarios, de incrementar la participación, en especial de los docentes a quienes la norma de hoy les impide elegir y ser elegidos. Debemos ir hacia formas directas para la elección de las conducciones, con un rotundo e inexorable respeto por cada claustro, tal como ocurre en las casas de estudios que han optado por esa vía. Pero eso es exactamente lo que no ha ocurrido en el caso patético de Sociología, que con el resto de las ciencias sociales debería dar el ejemplo de enlazar la mejor teoría participativa social (en un paísbrutalmente fragmentado, con riesgo de autoritarismo bajo nuevas formas de demagogia) con el respeto por las diferencias, algo que sin duda comienza con el reconocimiento de cada una y todas las partes de la comunidad universitaria. Instituir lo contrario es consagrar el poder faccional. Hago votos para que las autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales revean su decisión.

* Profesora regular y consejera directiva
de Ciencias Sociales (UBA).

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