UNIVERSIDAD › OPINION

Sobre el cierre del CEA

Por Miguel Teubal *

Desde el cambio de autoridades de la UBA, en abril de 2002, el cierre del Centro de Estudios Avanzados (CEA) se ha convertido en un tema recurrente. El rector, Dr. Jaim Etcheverry, está empeñado en cerrarlo. Tal como se señala en Página/12 del viernes 20, esta situación tomó estado público al ser tratado en la última sesión del Consejo Superior. Estuve presente, junto a otros jóvenes investigadores por gentileza del rector, quien nos permitió asistir a una sesión que fue “restringida” al público. Se presentaron tres proyectos en relación con el CEA. Dos de ellos proponen una especie de “vaciamiento” de la institución. Un tercero marca la necesidad de una discusión más amplia y participativa junto con una evaluación de su trayectoria.
El cierre del CEA conduciría a una situación inédita en la universidad en democracia. Recuerdo otro cierre que fue durante la intervención de 1966: el Centro de Investigación Aplicada, creado durante el rectorado del Dr. Olivera. A pesar de mi larga trayectoria universitaria, no recuerdo otro cierre de esta índole, en democracia.
Debo reconocer que varios decanos manifestaron sus reservas respecto de la propuesta del rector. También se manifestaron en este sentido los consejeros estudiantiles y del claustro de graduados, señalando la necesidad de hacer un balance en profundidad del desempeño de la institución en los últimos lustros, en particular, bajo la última gestión. Se sostuvo, y coincido con ello, que hay que diferenciar “la gestión” del CEA, que debe ser investigada desde sus orígenes, de las actividades académicas llevadas a cabo por investigadores y profesores de los posgrados. Es necesario realizar tanto una evaluación como una auditoría de la institución, independientemente de que todo lo que se hizo durante estos 17 años haya tenido el aval del Consejo Superior.
Los investigadores profesores que trabajan en el CEA, tanto los del Conicet como los de la UBA, que muestran trayectorias que incluyen la dirección de proyectos, becarios, publicaciones de nivel sobre temas interdisciplinarios, no debieran ser responsabilizados por “algunas distorsiones que se produjeron en los últimos años”, o porque la institución pudiera haberse transformado en “un aguantadero de gente que por diferentes razones convenía tener afuera de las facultades”.
La calidad de nuestros trabajos de investigación es evaluada periódicamente por los organismos correspondientes (Conicet, UBA, Foncyt, etcétera). Por eso, considero que, antes de declarar como lo hace “un consejero superior del bloque más cercano al rector” que “en el CEA no hay trabajo interdisciplinario como se pretendía y tampoco es un centro de avanzada”, el Consejo Superior debería decidir una evaluación externa y una auditoría a cargo de los organismos nacionales correspondientes. Se trata de no tirar el “agua con el niño”, sino de centrar la actividad del CEA sólo en la investigación, formación de recursos, difusión de conocimiento, que son los propósitos fundamentales de la universidad.

* Investigador principal del Conicet en el CEA, profesor titular regular en las facultades de Ciencias Económicas y Ciencias Sociales (UBA).

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