VERANO12 › “AL RESCOLDO” Y “EL POZO”, DE RICARDO GüIRALDES

El lado de la sombra

 Por Claudio Zeiger

Así como en el final de su vida José Hernández quedó identificado con su máxima creación en forma indisoluble (“Murió el senador Martín Fierro”, titularon los diarios al día siguiente del deceso), no muy distinto fue el destino de Ricardo Güiraldes con Don Segundo Sombra, fusión de la carne y la ficción que supo encontrar forma de parábola en el final de la vida del escritor: aparición de Don Segundo Sombra en 1926, muerte de Güiraldes al año siguiente, apoteosis de éxito y fama para el libro que lo identificó, que cinceló su destino póstumo, su lugar en las letras argentinas. Güiraldes había “practicado” toda su vida, vida breve, para llegar a esa instancia final: triunfar en Buenos Aires, morir en París.

Descansan sus restos en los pagos de Don Segundo, San Antonio de Areco, y replica su epitafio la última frase de su novela Raucho (“crucificado de calma sobre su tierra de siempre”). Pero la vocación literaria había comenzado mucho antes y marcaría un largo camino de austeridad y ascetismo, a pesar de que siempre se consideraría a Güiraldes como un hijo acabado de la aristocracia y el campo adinerado, la vida acomodada y el círculo de los escritores de fin de semana. No es que todo eso fuera rematadamente falso, pero a pesar de todo supo marcar una diferencia.

Obsesionado desde joven por el estilo como trabajo (modelo Flaubert) y por el trabajo asociado a la formación del escritor, se probó como poeta, cuentista y novelista: El cencerro de cristal, Cuentos de muerte y de sangre y Raucho fueron los primeros frutos en los tres géneros.

El texto que aquí se presenta, Al rescoldo, pertenece a ese volumen de cuentos de 1915 y ostenta la curiosidad de que en él aparece Don Segundo Sombra por primera vez. A diferencia de esos personajes dibujados que como Patoruzú presentan una fisonomía más rústica en los croquis primitivos, Don Segundo aparece aquí semejante al de la novela: emana de su figura una fuerza que lo hace aparecer más grande y temible de lo que es; reconcentrado, nudoso, bien plantado en el mundo. Es la encarnación del alma de la pampa. Arrimado al fogón, narra un cuento de ánimas, fantasmas o aparecidos que sin embargo esconde un costado humorístico, burlón. Típica burla criolla del inglés racional que menosprecia al gaucho, o que desprecia el costado bárbaro del criollo.

Es cierto que se suele leer a Ricardo Güiraldes y en especial a Don Segundo Sombra como un fragmento de la tradición sobredeterminado por una matriz ideológica de clase, el espiritualismo, algo de lo que no habría podido ni querido escapar. Y sin embargo su obra y en gran medida la parábola de su vida ofrecen más de un argumento para sostener razonablemente una zona de claroscuros, en contraste con la imagen de sempiterna felicidad de manteca al techo. Güiraldes parece decir en su libro final que lo mejor de esa clase ya había pasado: sólo quedaban las segundas versiones, la sombra.

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