“Yo paro para que la tierra tiemble y el mundo gire de otra manera. Paro para que florezcan mil asambleas, y para que el feminismo siga revolucionando todo”, dice a Página/12 Alejandra Rodríguez, activista, educadora, integrante del colectivo Ni Una Menos y de YoNoFui, una colectiva que impulsa proyectos artísticos y productivos en las cárceles de mujeres y, afuera, una vez que recuperan la libertad. Tiene 43 años, y trabaja como como profesora en educación superior, y en el Ministerio de Educación de la Nación en el área curricular. Hoy será parte de la marea feminista que marchará de Plaza de Mayo al Congreso en el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. “Esta potencia feminista es una reacción desde esa furia y una reafirmación de nuestros deseos”, dice ante este diario, frente al cual analiza el crecimiento que tuvo en los últimos años la movilización de mujeres en las calles: “Como movimiento feminista hemos madurado, logramos construir una transversalidad política incorporando los conflictos sociales como los despidos, la represión, la deuda, la lucha por la educación pública, y la defensa de la tierra. Un feminismo heterogéneo y popular en el que confluyen todos los conflictos, las luchas y las desobediencias al patriarcado”, agrega. Y cuenta los reclamos de las mujeres en la Villa 21.24 del barrio porteño de Flores y en las cárceles.   

  -¿Cómo llegás al feminismo?

   -No sé si al feminismo se llega… Creo más en un devenir feminista que se va dando a partir de nuestras trayectorias de vida, dolores, luchas y militancias. En lo personal, milité en varios espacios y fui parte de muchas experiencias de luchas colectivas y en esos recorridos el feminismo me fue trabajando, me gusta pensarlo así. Creo que el feminismo es un modo de vivir y estar con otros. Yo no llego al feminismo, el feminismo llega cuando me reconozco pensando y sintiendo el mundo desde una trama afectiva y política que pone en cuestionamiento el sistema patriarcal y capitalista en todas sus expresiones.

  -¿Cuándo empezaste a trabajar con mujeres privadas de su libertad?

 -Me aproximo al tema de la cárcel a través de mi trabajo en el área de educación en contextos de encierro en el Ministerio de Educación de Nación, hace unos 12 años. Después seguí vinculada al tema a través de la investigación y el activismo, como parte de la Colectiva YoNoFui.

  -¿Cómo se cruza el sindicalismo y el feminismo desde tu mirada?

 -El feminismo plantea una interseccionalidad que atraviesa todos los modos de vida y pone en relación las múltiples formas de pensarnos en relación al trabajo. La manera más interesante que encuentro de cruzar sindicalismo y feminismo, es pensando esa interseccionalidad. El feminismo es una interpelación a las prácticas y dinámicas sindicales, porque éstas son estructuralmente machistas y verticales, es una racionalidad en la que prima el ordenamiento de los cuerpos en pos de determinados conflictos. El feminismo interpela antes que nada esas lógicas de funcionamiento y de distribución del poder. En el caso de este 8M la diferencia se ve muy claramente, nosotras apostamos a un paro como proceso de elaboración e indagación. Un paro como pregunta, como experimentación y las asambleas como espacios de inteligencia colectiva y herramienta política centrales en ese proceso. El sindicalismo decide un paro y los cuerpos se ordenan detrás de esa decisión. Creo que el sindicalismo tiene que democratizar sus prácticas, y el feminismo tiene mucho para aportarle en ese sentido.

 -El proceso de asambleas de mujeres que se dio en todo el país para organizar en las distintas ciudades el 8M ha sido impresionante. ¿Qué factores se conjugan para que florezca de esta forma el feminismo?

   --Se conjugan múltiples factores: por un lado es un momento de efervescencia que es imposible leer sin mirar la historia del feminismo, sin pensar en los Encuentros Nacionales de Mujeres, en las luchas a favor del aborto legal, seguro y gratuito; y también en la furia y el dolor que nos atraviesan por la crueldad y las violencias desplegadas sobre nuestros cuerpos. Esta potencia feminista es una reacción desde esa furia  y una reafirmación en nuestros deseos. Por otra parte como movimiento feminista hemos madurado, logramos construir una transversalidad política incorporando los conflictos sociales como los despidos, la represión, la deuda, la lucha por la educación pública, y la defensa de la tierra. Un feminismo heterogéneo y popular en el que confluyen todos los conflictos, las luchas y las desobediencias al patriarcado.

-Participaste en asambleas de mujeres que se hicieron en la villa 21.24 ¿Qué problemáticas surgieron en ese ámbito?

-Una de las preguntas que surgió en la asamblea de la villa fue ¿cómo hacemos para parar la mujeres que trabajamos en el comedor? ¿Cómo paramos las que no tenemos  trabajo formal o somos trabajadoras precarizadas?, preguntas que nos forzaron a elaborar la relación con lo que sí podemos, con lo que deseamos transformar, cambiar en nuestros modos de vivir. En la Asamblea de Flores algunas mujeres contaron los abusos de los que habían sido víctimas en su infancia. Es conmovedor ver cómo las asambleas funcionan como cajas de resonancia de esos dolores singulares, que puestos en común se inscriben en una narración política y afectiva colectiva. En las charlas que tuvimos con compañeras privadas de libertad nos decían que querían parar de tener que negociar sus derechos, que querían parar con la violencia institucional, obstétrica y con el estigma al que las condena su pasaje por la cárcel. La pregunta ¿qué querés parar en tu vida? recorrió distintos espacios donde nos reunimos a elaborar el tiempo de este 8M y abrió una multiplicidad de sentidos que nos revelan que este paro feminista nos atraviesa la vida y los cuerpos,  porque estamos pensando cómo queremos vivir, amar, y estar entre nosotras, reconociendo nuestros saberes, trayectorias y disidencias.

-Cómo te cambió a vos el feminismo?

-El feminismo me sigue transformando. Me cambió en varios sentidos, es como volver a mirar todo con otros ojos, ver la composición general de una situación y a la vez ver sus detalles, los pliegues, ver lo micro, la circulación de afectos, de deseos, y un desarme constante de aquello que te duele. El feminismo es un modo de vivir, de hacer mundo, y creo que es el único resguardo que tenemos ante la intemperie que nos propone el neoliberalismo.