En la década del setenta se le solía cuestionar a Rainer Fassbinder (1945-1982) una cierta falta de activismo, porque cuando en su teatro o en sus películas aparecían gays y lesbianas la homosexualidad no era el problema central. No había denuncia respecto de la discriminación, la burla, la condena ni respecto a las políticas sexuales represivas.

Tal como se puede ver en la versión actual de  Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, la protagonista, Petra Von Kant (Muriel Santa Ana), es una exitosa diseñadora de modas que en cuanto conoce a Karin (Belén Blanco) se enamora locamente, lo cual no le produce ningún conflicto interior por más que sus matrimonios anteriores siempre habían sido heterosexuales y nunca antes se había sentido atraída por una mujer. (Es difícil no enamorarse de la sensualidad de Belén Blanco revolcándose felinamente envuelta en ropa interior rojo fuego de las delicadas telas diseñadas por Renata Schussheim  sobre sábanas blancas sea cual sea tu “orientación sexual”, pero esa es otra historia). Pero sigue la naturalidad: cuando la madre de Petra (Marita Ballesteros) se entera de que su hija tuvo relaciones amorosas con otra mujer, la anécdota apenas si le produce un leve alarido. 

Lo que aparece reprochable en el contexto histórico de origen hoy resulta sumamente interesante porque permite echar una mirada al interior de la propia comunidad LGTBIQ. Los homosexuales de Fassbinder a menudo son frívolos, egoístas, repugnantes, burlones, despreciativos con los sectores populares y con los negros salvo que sea para convertirlos en objetos sexuales, obsesionados con el tamaño de los penes y poco solidarios entre ellos y para con los demás. A Fassbinder no le importaba tanto la mirada exterior (llámese activismo) como indagar sobre las posibilidades subversivas del erotismo gay y lésbico. Su moral anticapitalista lo llevaba a preguntarse si era posible generar relaciones igualitarias basadas en el afecto entre hombres o entre mujeres que estuvieran más allá de la voracidad del dinero o del poder. Su respuesta es negativa. La contundente salida de Marlene (Miriam Odorico) tras la proposición de Petra de darle la libertad es la expresión más visible de la imposibilidad de ser libre o de no ser humillado en el mundo sin corazón del neocapitalismo. 

En su versión, Leonor Manso, acentúa la posición pesimista de Fassbinder. Si bien originalmente la obra transcurre en un solo espacio que es la habitación-estudio de Petra, se  refuerza la idea de claustrofobia encerrando el escenario en lo que parece una evocación de una vidriera en donde las mujeres que por momentos tienen la furia de los leones enjaulados conviven y se confunden con los maniquíes. En otros momentos, las mujeres son simplemente perchas. Los movimientos de las actrices tan pronto son felinos y sinuosos como emulan la docilidad  de  modelos de alta costura desfilando por una pasarela.

El foco de la directora son las relaciones de poder y de opresión de las cuales no pueden escapar tampoco las relaciones afectivas entre mujeres. En definitiva, la relación de Petra con Karin tiene un nivel de sometimiento análogo al que Petra tenía con su segundo marido. Y todas las relaciones de Petra encuentran su espejo grotesco en la relación sadomasoquista que tiene con su asistente Marlene a la que trata con cruel despotismo y a la que la empleada responde con la mudez, la sumisión y la obediencia… ¿por amor?  

 ¿POR AMOR O POR DINERO?

La relación lésbica entre Petra y Karin tiene su tradición literaria. Cierto eco de Las bostonianas (1885) de Henry James. La referencia a James no es casual. ¿Acaso de qué tratan las novelas de James sino del amor y del dinero? ¿Y de qué tratan las historias de amor de Fassbinder sino de personas que explotan los afectos? Por eso el concepto de clase social es más importante que el de sexualidad en el autor. La opresión sexual y amorosa no es más que la expresión de la opresión capitalista. La cama es el lugar donde hace carne la relación mercantilista. 

Muy oportuna esta pieza. ¿De qué otra cosa se puede hablar en estos actuales y siniestros contextos donde el neoliberalismo invade las formas de vivir, amar y sentir? Porque más allá del supuesto usufructo que Karin quiere hacer de la relación con Petra, todos los personajes son parasitarios. La madre jamás trabajo: vivió de su marido primero y de Petra después. Sidoni, la amiga, (Dolores Ocampo), usa a su esposo. Pero las relaciones parasitarias precisan al menos de dos miembros. Porque si bien Karin usa la influencia y el saber de Petra para triunfar en el mundo de la moda Petra también quiere comprar la propiedad de sus afectos. Casi al finalizar la decadente diseñadora de modas toma conciencia de  que no amaba realmente a Karin sino que solo quería poseerla. Y tal como advirtió Georg Simmel –el filósofo que denunció el poder fetichista del dinero– todo aquello que el ser humano posee lo consume o lo desgasta. Como Petra termina por comprobar minutos antes de caer el telón, solo lo que no requiere propiedad, lo inasible –un beso, un amanecer, la visión de lo bello– es lo que realmente libera y lo perdurable.

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“Nunca sé cuál es la verdadera razón por la que estás conmigo, si es porque tengo dinero y te doy oportunidades o… porque me quieres”. Es la misma pregunta que frecuentemente Fassbinder les hacía a sus amantes en general y muy particularmente al actor Günther Kauffman que como Karin era una belleza de origen humilde y que como ella no quiso cambiar su matrimonio por el amor de Rainer. 

Porque y eso le da actualidad y complejiza el texto de Fassbinder… las lesbianas parecen hombres gays. Los diálogos y la relación entre Petra y Karin es más plausible entre una marica ricachona y un chongo proletario y las conversaciones entre Petra y el quinteto de mujeres (en un obra intensamente dramática es un respiro la graciosa intervención de Victoria Gil Gaertner como la hija de Petra en la escena que comparten juntas) parece más bien la de un grupo de muchachones. Los  desvaríos y los excesos de diva de Petra son fotografías del mundo de Tennessee Williams. Irrumpe por ultimo lo camp llevado hasta el extremo en los diálogos, los colores y la brillante escenografía de Graciela Galán, la superposición de géneros (en la versión de Manso el melodrama bebe de las fuentes de Douglas Sirk, el fetiche de Fassbinder, pasando por las parodias de Manuel Puig y de Almodóvar), la emergencia de lo animal en los aparatos disciplinarios de encierro que exigen cuerpos útiles y dóciles de modelo soldado, la evocación de vidas que como las de Rainer Fassbinder son a la vez breves, intensas, trágicas, desmesuradas y geniales. 

Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Rainer Werner Fassbinder, de miércoles a domingos a las 20.30 en el Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530)