Un verano es mucho tiempo para esperar la Fierro. El hiato termina mañana, con la llegada a los kioscos de un nuevo número de esta etapa de ejemplares gordos de 100 páginas y puertas abiertas a nuevas generaciones de historietistas, siempre de la mano de PáginaI12. Lo más llamativo de este número es la inclusión del Manual del gorila, un trabajo de los 60 de Carlos del Peral (escritor y guionista) y Kalondi (dibujante), que la revista recuperó con la ayuda del investigador Osvaldo Aguirre (autor, entre otros trabajos, del notable La vanguardia perdida, publicado por Ediciones de la Flor).

Los derroteros de Del Peral y Kalondi los ubican en lugares centrales de la experiencia del humor gráfico de esa década, pero su posterior emigración y búsquedas por otros lenguajes los alejaron del reconocimiento en el medio, excepto para los especialistas. El mismo Aguirre explica la dificultad para acceder a sus obras. “En general permanecen dispersas en sus publicaciones originales y no fueron reeditadas, pero el hecho de que ambos emigraran contribuyó también a que se perdieran un poco de vista para editores y críticos”, considera. El mismo dio con Del Peral (o mejor dicho, sus textos) mientras investigaba otros temas. “Así descubrí sus colaboraciones en la revista Che y en Gregorio, el suplemento que hacía Brascó en Leoplán, y a Kalondi lo encontré a través de Aun no he muerto, el libro que publicó De la Flor en los 70”, recuerda. “Y conocí más en profundidad sus obras en el proceso de edición de La vanguardia perdida, el humor de los 60 en 4 patas, Gregorio y La Hipotenusa”. Para los desprevenidos y los amantes de las genealogías gráficas por igual, vale agregar que Kalondi es el padre de Juan Pablo Compareid, o “JPC”, humorista gráfico y autor de ¿Quién es JPC?, también publicado por De la Flor hace un par de años.

Para Aguirre el Manual del gorila tuvo “un lugar central en el contexto de los 60, marcado por la creciente presencia militar en la política y las tensiones que se producían entre un extraordinario desarrollo de la vanguardia artística –del que participaron tanto Del Peral como Kalondi– y la represión cultural iniciada con el plan Conintes”, sitúa. “El Manual toma un término de reciente circulación y lo lleva a un grado de elaboración que excede el género del humor y se inscribe en la crítica cultural”, analiza el investigador. Como (re)descubrirán los lectores a partir de mañana, en una veintena de páginas los autores logran captar muy bien las posibilidades y la polisemia de un término por entonces “joven”, mientras le agregan una pretendida universalidad y un sutil anclaje local. Es, además, mayormente texto ficcional (o todo lo ficcional que puede suponer un trabajo semejante). 

Aguirre comenta que “el sentido de la palabra se enriquece y extiende de una manera desmesurada e iluminadora respecto de los conflictos sociales del 55 en adelante”. Y contextualiza que fue “publicado tres años después de la primera antología del género realizada en la Argentina (compilada por Luis Alberto Murray para Ediciones Culturales Argentinas), es además una obra representativa del nuevo humor que comienza a definirse sobre fines de los 50, que rompe con los modelos estereotipados de Patoruzú y Rico Tipo, se mezcla con el arte y la política y reivindica por un lado una tradición literaria –Macedonio Fernández es la referencia– y por otro artistas europeos como Sternberg y Siné”. El dato para agregar (que los lectores de la revista encontrarán en el prólogo del Manual) es que ambos rompieron con la revista en la que publicaban antes para poder volcarse al humor político desde un compromiso directo.

Si  Fierro como publicación siempre supo expresar líneas de vanguardia en la historieta argentina, si en los últimos años buscó representar a una generación y en su forma actual, encontrar puentes con los nuevos nombres de la disciplina, también resulta importante situar estéticamente a la dupla. Nuevamente, Aguirre destaca que ambos trabajaban “una línea donde el humor se ejerce como crítica cultural y política y provoca, antes que la risa y particularmente en Kalondi, un efecto inquietante, perturbador, porque nos desacomoda, como ocurre con las grandes obras del arte”. Aguirre también destaca la participación de Del Peral en la mítica Tía Vicenta. “Fue su cofundador y aportó recursos de donde se borró su marca de autor y parece haberse invisibilizado en los relatos históricos”, evalúa. Y en plan de ‘dime con quién andas’, bien puede servir repasar la lista de nombres que acompañaron a Del Peral y Kalondi en su editorial 4 patas: Copi, Catú, Héctor Cattolica, Enrique Wernicke, Miguel Brascó, entre muchos otros. Según el investigador, en los escasos cuatro números que duró “lograron una de las grandes experiencias del humor argentino”.

Además del Manual, esta Fierro trae una cantidad notable de propuestas y autores jóvenes, desde los nombres que ya se sienten instalados en esta nueva etapa –como Emilio Utrera o Pablo Vigo– hasta incorporaciones como Areka Sadro y Valentín de las Casas. La propuesta resulta amplísima y difícil de definir. Hay ilustraciones de plumines salvajes como Iván Riskin, de tinta poderosa como la de Diego Simone. Hay historieta con perspectiva de género, como la colombiana PowerPaola (es decir, Paola Gaviria, la de Virus tropical, cuya adaptación pronto llegará a los cines) y aportes de otros autores ya instalados en el circuito, como Jok, Delius, Otto Zaizer, Pedro Mancini o Souto, entre muchos más. Un número, como siempre, para atesorar.