Dice el cartel que sostienen dos adolescentes: “Si la revolución feminista es    inevitable, relájate y goza”. Entonces, a cumplir la consigna. A relajarse y a gozar en medio de esta marcha de miles y miles de mujeres que sonríen a ritmo de candombe.

Viene una flaca en topless. Tetas chicas coloreadas. En el cuerpo tiene pintada una consigna con tinta negra: “Lo personal es político”.

Otra usa sus tetas grandecitas, y bamboleantes, para llamar la atención con una consigna distinta: “El odio lesbotrans mata”.

Hay muchas adolescentes de escuela secundaria y chicas mayores de las facultades y los sindicatos, o de los movimientos sociales. Casi todas llegaron para marchar en grupos grandes pero a veces deambulan de a dos o de cuatro. Difícil encontrar aquí una mujer sola. Ahí va una. Es una muy menudita que no debe pasar de los trece y lleva una remera blanca. Anda despacio para que haya tiempo de leerle lo que busca transmitir. “Quiero caminar sin miedo.” 

No hay bombos pero sí redoblantes y tamboriles. Ta-ta-ta/tatá, ta-ta-ta/tatá, ta-ta-ta/tatá. Le dan con todo, revolviendo la cabellera, y solo se dejan tiempo para pasar el agua mineral y seguir dándole. Tocan las de verde, con los pañuelos del aborto libre, seguro y gratuito, y las de violeta, con el color del paro internacional de mujeres. Y las de verde y violeta combinados. Casi siempre llevan el verde y el violeta también en la cara, con brillito. O en los párpados. O en los brazos. O en el vientre al aire que permite este fin de verano. 

Cerca del monumento a Julio Argentino Roca, el exterminador de indias e indios, canta uno de los pocos grupos que no apeló al candombe. Son copleras, como en la Puna. “A violencias patriarcales/ feministas resistiendo”, suena la copla que marcan las cajas y las voces suaves sobre las que resuelta una solista de timbre agudísimo.

La palabra de moda en los movimientos sociales es “visibilización”. Hacer visibles los problemas ocultos para, se supone, pelear por las soluciones. Si hay algo visible en los últimos tiempos de la Argentina es esta marcha donde la creatividad no es solo grupal. Cada mujer parece haber decidido que, además de participar en alguna columna o en la concentración gigantesca, ella misma es portadora de un mensaje. Y por eso hay cientos de miles de mensajes variados, con todos los matices de tono, letra y calibre. Casi ninguna en Avenida de Mayo y en las calles que la cortan está desprovista de un lema. Lo lleva encima. A veces en la ropa. A veces en un cartel que se enarbola con palito. A veces en una publicidad sandwich, con papeles en el pecho y en la espalda. Casi siempre sobre la piel. 

“El silencio nos hace cómplices”, se lee sobre una señora mayor que se nota en medio del mar de péndex.

“Ni yuta ni tuya”, dice el texto que flamea sobre una remera gris. 

Una remera blanca se pregunta: “¿Por qué seré tan puta?”.

Pasa corriendo una blusa violeta: “Yo aborto al patriarcado”. Y al lado: “Puta pero no tuya”. Y al lado: “Despedidas del Hospital Posadas”. Y al lado: “En el INTI no sobra nadie”. 

Casi esquina Tacuarí un cartel exhibe el dibujito de una excavadora tipo hombres trabajando. Dice: “Disculpas, nos están matando”. 

“A-cá-están/ labrujas...”, empieza el cantito tipo cancha en Hipólito Yrigoyen y Chacabuco. Da la sensación de que no habla de la jabru usada como sinónimo de la patrona o cualquier otra acepción patriarcal y antigua de pareja. Habla de brujas como las de Salem. Es decir, mujeres quemadas en la hoguera. Es decir, en las diferentes formas que las hogueras tomaron y siguen tomando.

Raro lo que pasa. El drama está en cada palabra y en la historia pintada en cada cuerpo. Pero no es un clima de tragedia el que surge de la marcha. Se parece más al orgullo colectivo, al desafío, a la alegría de haber dado este paso enorme. Disculparán las feministas si la frase es políticamente incorrecta, pero no sale escribirla de otra manera: en la historia argentina debe ser difícil encontrar otro ejemplo de tantas minas juntas, en concentraciones casi sin hombres, marchando. Y seguro que nunca hubo tantas minas juntas sonriendo. 

Si la revolución feminista es inevitable, relájate y goza.

Hecho.

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