Las zonas tenebrosas que atraviesa la realidad de las mujeres desde hace siglos también alimentan las historias de ficción, sumergida en los acontecimientos la imaginación no puede ignorarlas. Hay una novela de Kawabata con una historia espeluznante, respaldada por su forma, su parecido con la realidad resalta cuánto la realidad la supera.

En La Casa de las Bellas Durmientes lo aberrante tiene la suavidad de la luz de la luna. El anciano Eguchi alivia su soledad yendo a acostarse con las jovencitas de la casa, que invita a los hombres a dormir en compañía de lo inaccesible. En la casa no es posible tocar a nadie. Las jóvenes se duermen artificialmente y exponen sus cuerpos dormidos a los hombres que duermen con ellas. La regla de abstenerse a tocar los cuerpos dormidos es rígida, y Eguchi la cumple. Va regularmente a la casa, no sabe qué voz ni qué mirada tiene la durmiente que para tolerar su presencia se duerme anticipadamente; perdida la conciencia, la joven ignora la presencia de Eguchi, también ignora lo que domina su mirada. En una transacción comercial pagar por lo comprado da derecho al usufructo, no funciona de igual modo cuando no son cosas sino personas, no hay forma que garantice acceder a los pensamiento y los sentimientos del otro. Mientras los ojos de Eguchi están fijos en la joven su interior se le escapa oculto en el sueño, la pesadilla de la joven es invisible. La joven desconoce al hombre con el que va a dormir y sofoca su aprensión y temor en el sueño. En La novela de Kawabata, aunque no se mencione de ningún modo, ocupada en la contemplación en soledad de la belleza de un cuerpo perfumado, no es posible evitar el desequilibrio en la relación de Eguchi y la joven. Eguchi tiene dinero y paga a la joven durmiente para que duerma. ¿Es posible imaginar los roles a la inversa, para el viejo Eguchi el de ser objeto de deseo y para la joven el de pagar para ser mirona, voyeur de Eguchi? Ni siquiera en la negrura de una novela gótica.

En correlato con La Casa de las Bellas Durmientes, escrita en el siglo XX, en el siglo XXI la novela Bellas Durmientes escrita por Stephen King y su hijo, Owen King, (se presentó en Nueva York en febrero de 2018), también cuenta con mujeres dormidas. Entre otros muchos personajes y situaciones, las mujeres dormidas de los King no deciden dormir voluntariamente, sino que padecen la "gripe de Aurora", una enfermedad que las duerme para no poder despertar. Empieza en una prisión de mujeres (desde el comienzo están atrapadas), en la ciudad de Dooling, y sigue expandiéndose, atacando a mujeres. Sumergidas en el sueño profundo su cuerpo va desarrollando un capullo que las aísla, que las envuelve y las separa de la vida corriente, y todo lo que la conforma se va borrando en ese aparte de sueño. No hay evasión, ni rebelión, la dormidera viene de afuera, de la gripe Aurora que arrasa. Hay si consecuencias: dormidas las mujeres, los hombres deben lidiar con un mundo que ignoraron siempre, el encerrado entre las cuatro paredes de su casa, y cuya suciedad y malos olores deben ahora combatir a diario para no sucumbir. Stephen King dijo el día de la presentación: "Era interesante ver qué pasaba, ver los hombres tener que limpiar, sacar la roña del agujero del lavamanos...". Y también, "la ficción es la verdad en medio de la imaginación".

Las durmientes narradas por Kawabata y los King tienen antecedentes. Está Perrault (siglo XVII), su Bella durmiente del bosque dormirá cien años esperando al Príncipe, y él la encontrará por su audacia e inteligencia, venciendo todos los obstáculos llegará al tan aislado castillo y la salvará del hechizo, la bella que duerme (por curiosa y por torpe, por meterse  en una torre prohibida y pincharse con un huso de hilar) se reanimará y despertará con el primer beso del príncipe. Y serán felices en el castillo, y nacerá Aurora, futura durmiente, por otro hechizo.

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Desde el 2015 con Ni Una Menos, las mujeres rompieron masivamente el silencio para salir a la calle. La movilización masiva en la calle, un Sueño en la lucha por la conquista de derechos. El 8 de marzo otra vez la calle. El reclamo fue por la Igualdad entre el hombre y la mujer. Contra la Trata de personas (la mayoría de las víctimas son personas de bajos recursos, mujeres y niñas. La ley 25.632 del 2002 logró rescatar hasta diciembre del 2015 a 9.987 víctimas, niñas en un 91%. La AITP, área de la Policía de Santa Fe, investigó en el 2016 336 casos de Trata en la provincia). Por un aborto Legal Seguro y Gratuito (según estadísticas aproximadas del Ministerio de Salud de la Nación se practican entre 370.000 y 520.000 abortos clandestinos al año, estimativos desde el 2009). Contra los Femicidios (254 en Argentina en el 2017, 38 casos en Santa Fe, las cifras aumentaron con respecto al 2016). Por los abusos sexuales, los abusos laborales. Retomando la histórica marcha de 1857 de las obreras textiles en Nueva York, que hartas salieron a reclamar, la lucha es en la calle, las mujeres volvieron a inundar ese territorio, en las calles del mundo, el 8 de marzo, 8M.