El papa Francisco en sus cinco años de servicio a la Iglesia y a la humanidad nos brinda, con su testimonio y con sus enseñanzas, muchas pistas para reafirmar la dignidad de cada persona y de cada pueblo y para ayudar a reducir la pobreza y la desigualdad social.

Son muchas sus enseñanzas sobre los temas que realmente nos deben importar e interpelar no dejando que “el árbol nos tape al bosque”. Yo solo quiero detenerme a resaltar cinco orientaciones de Francisco que nos ayudan a construir las bases de una agenda de desarrollo humano sostenible e integral. 

1. Promover una economía de la justicia y la inclusión social: nos anima a decir con firmeza “no a la economía de la exclusión”. Nos invita a hablar más sobre la justa distribución de los bienes y a imaginarnos y promover una economía de la justicia y de la inclusión que vaya reemplazando el camino del mero ajuste social por el camino del desarrollo sostenible e integral para todos y no solo para unos pocos. En nuestro país sería una economía del desarrollo que incluya a los 44.000.000 de argentinos, que no deje afuera a nadie, que no excluya a nadie. En una economía justa, un consenso básico podría ser: no puede haber créditos con intereses usurarios.  

2. Cuidar a los niños, a los jóvenes y a los mayores: siempre nos anima a cuidar la fragilidad del pueblo y nos alerta sobre modelos “exitistas” donde no tienen lugar los más débiles. Y así nos brinda una guía ética para gobernar y para legislar. Sus enseñanzas sobre el cuidado de las personas nos animan a promover tres consensos sociales básicos: ningún niño debe estar mal alimentado y malnutrido; todos los chicos deben terminar la secundaria y estar bien formados para buenos trabajos; todos los mayores deben acceder a medicamentos, tratamientos y estar bien cuidados. También nos invita a cuidar y empoderar a las mujeres que son las que más sufren la exclusión, el maltrato y la violencia. 

3. Reafirmar la opción por el trabajo: sus enseñanzas también nos permiten proponer tres consensos básicos: ningún trabajador sin salario digno; ningún trabajador sin defensa y sin protección de sus organizaciones; ningún trabajador esclavizado o trabajando en forma inhumana. El Papa ayudó a colocar en el centro de la cuestión social a los trabajadores de la economía popular, que muchas veces son invisibilizados por los defensores de solo una economía “exitosa” y “competitiva”. Sus enseñanzas sobre la urgencia de “Tierra, Techo y Trabajo”, han inspirado al encuentro de diversas organizaciones, por ejemplo, el triunvirato de San Cayetano, y ello constituyen un gran signo de esperanza.

4. Cuidar la casa común: con su última Encíclica “Laudato si” nos propone una gran causa ética y estratégica: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”. El vínculo entre las crisis del ambiente y los sufrimientos de los excluidos y la responsabilidad que tenemos con los jóvenes y las generaciones futuras son cuestiones claves para pensar y promover una nueva imaginación de la política, la economía y el desarrollo del siglo XXI. 

5. Apostar por la cultura del encuentro: encontrarnos y reconocernos como personas y como parte de un mismo pueblo es fundamental para ir superando la grieta social de la pobreza y de la desigualdad. La cultura del encuentro es un llamado a humanizar la política, a ponerle alma, corazón y vida a la política, es conmovedor su mensaje cuando señala que “casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos”. Es como si nos dijera:nunca dejen que se enfríen y se endurezcan sus corazones; tengan compasión, tomen decisiones justas. 

Junto a estas grandes enseñanzas en términos de valores y propuestas, el testimonio transformador del Papa es que vive como dice, en un mundo en el que casi nadie lo hace.

* Diputado Nacional/ Frente Renovador.