El mismo día en que echó a su canciller Rex Tillerson y lo reemplazó por el halcón Mike Pompeo, quien a su vez fue sustituido en la CIA por su segunda, Gena Haspel, acusada de torturas en una cárcel clandestina en Tailandia, el presidente estadounidense Donald Trumo viajó a Tijuana, San Diego, para monitorear los ocho prototipos de muro con la frontera de México, que aspiran construir las ocho empresas que los emplazaron en un terreno de jurisdicción federal desde octubre pasado. 

“El presidente cree que la seguridad del país es importante, y está convencido de que el muro es parte de eso”, había anticipado la vocera de la Casa Blanca, Sarah Huckabee. Desde que el magnate llegó al poder, el tema del muro no ha dejado de generar entredichos con el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien canceló una visita a Washington apenas asumió Trump, tras una fuerte discusión por teléfono. Trump no sólo quiere ver levantado el muro sino que pretende que México asuma los costos.

Después de mirar los modelos de muro exhibidos, Trump se dirigió a la base aérea de San Diego y de allí partió a Los Angeles, a una cena de recaudación de fondos para el Partido Republicano.

"La visita de Trump no es bienvenida. La ciudad de San Diego tiene una postura oficial de rechazo a este muro y a sus políticas antiinmigrantes", advirtió Georgette Gomez, concejal de San Diego que impulsó la resolución de rechazo al muro, mientras cientos de personas marchaban por la ciudad en repudio a la presencia del mandatario.