Dos acciones judiciales de esta semana expusieron el mecanismo del macrismo para politizar tragedias y cooptar a amplios sectores de la Justicia. El rechazo de la mayoría de la Corte al TOF número 9, maquinado por el gobierno para juzgar a Cristina Kirchner, y la revocación del procesamiento a los peritos que actuaron en la causa por la tragedia de Once, decidido por la Sala II de la Cámara del Crimen, se suman a una larga lista de decisiones judiciales en el mismo sentido. Esta maraña de acciones había sido orquestada por el macrismo para politizar a la justicia como instrumento de cooptación y manipulación de la opinión pública a partir de la saturación de denuncias y causas abiertas: el famoso “se-robaron-todo” de una sociedad intoxicada por las corporaciones mediáticas.

Es interminable la lista de las acciones de la justicia que provocaron la sucesión de grandes titulares y que han debido ser revocadas en las últimas semanas. Y es interminable la lista de acciones similares que se mantienen.

El kirchnerismo designó jueces independientes en la Corte y nunca tuvo mayoría propia en el Consejo de la Magistratura. En cambio, una de las primeras acciones que emprendió el macrismo secundado por bloques legislativos que ahora se proclaman opositores fue lograr mayoría propia y copar la Magistratura. Entonces Mauricio Macri decretó que ese Consejo de la Magistratura que controla pueda designar jueces a dedo. Con ese mecanismo se trasladó a jueces del fuero porteño –muy identificados con el gobierno– al fuero federal para conformar el TOF Número 9. Las causas que involucran a Cristina Kirchner, casualmente, cayeron en el nuevo tribunal creado por el gobierno. La mayoría de la Corte dijo ahora que ese mecanismo para constituir el tribunal es inconstitucional. Si el macrismo se arriesgó a esta manipulación tan grotesca que molestó a la Corte es porque le teme a un juicio imparcial a la ex presidenta. No tiene pruebas para sostenerlo. Si las tuviera, no tendría que hacer tantas maquinaciones.

En el caso de la tragedia de Once, el diagnóstico de los peritos hubiera obstaculizado o impedido el juzgamiento de funcionarios del gobierno anterior, incluyendo al ministro Julio De Vido, por eso se los denunció. La conclusión de los peritos fue que los frenos funcionaban y no fueron usados en el momento de la colisión. Pero esa causa está plagada de situaciones poco claras: todas las líneas habían sido descuidadas por sus concesionarios, pero en la única que se producían desperfectos y accidentes era en el Sarmiento y, por otro lado, ahora es conocida la militancia oficialista de algunos familiares de las víctimas interesados en politizar los hechos en ese sentido. Lo cierto es que para neutralizar el efecto de esos peritajes, el juez denunció por falso testimonio a sus autores. Eso abrió las puertas para el ruido político que necesitaba el macrismo. Ahora la Cámara rechazó la decisión del juez porque no hay pruebas para sostener esa acusación. El peritaje reafirma su validez, pero el escándalo ya se produjo cuando el macrismo lo necesitaba.

También esta semana se cerró la causa estrepitosa y conventillera sobre los bolsos repletos de billetes que dos veces por semana habría enviado Néstor Kirchner a Santa Cruz. “Los hechos nunca se produjeron”, dijo ahora el juez, varios años después del escándalo. Nada era cierto, ni una sola palabra, testigos inventados por la corporación mediática, una testigo que no fue secretaria del ex presidente ni tuvo su despacho frente al suyo y que se desdijo porque sólo quería promocionar su libro sobre Kirchner, más un pelotón de periodistas con la misión corporativa de demoler al kirchnerismo y un juez que demoró años en decir que todo era una mentira.

Otra mentira: pleno año electoral, marzo de 2015, tapa de Clarín y un artículo “de investigación” donde denunciaba que “Máximo Carlos Kirchner sería uno de los cotitulares de la cuenta abierta en el banco Felton de Delaware, EE.UU., que había manejado Nilda Garré, según dos fuentes bancarias y un documento consultados por Clarín”. Todo mentira. El martes de esta semana, dos años después de esa grave denuncia, PáginaI12 publicó la respuesta que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos hizo llegar a la justicia argentina en noviembre del año pasado. No existen cuentas de Garré ni de Máximo Kirchner en Estados Unidos, como decía la famosa investigación. El Departamento de Justicia aduce que debido a ¿¿un pedido de confidencialidad?? aguardaron ¡¡dos años!! para hacer pública la respuesta. Parece absurdo. Solamente se entiende desde la política: no iban a arruinar en un momento electoral la campaña de denuncias respaldada por el capital concentrado, la corporación mediática y sectores del Poder Judicial.

En una semana se derrumbaron varios de los pilares sobre los que se instaló el “se-robaron-todo” como un mantra anti “K” para zombies. Y en las semanas anteriores se produjeron otros derrumbes. Amado Boudou, que fue fusilado por los medios macristas, tuvo que ser liberado en dos causas por las que lo habían detenido: la de enriquecimiento ilícito y otra causa estúpida por supuestas facturas truchas por 16 mil euros. Boudou fue encarcelado en forma ilegal en noviembre del año pasado cuando empezaban los anuncios sobre los tarifazos. Detenido en forma humillante, en medio de un gran show mediático, lo filmaron cuando lo esposaban descalzo y en pijamas, estuvo dos meses preso y tuvo que ser liberado porque los jueces no pudieron armar la acusación en ese tiempo. Y fue liberado pese a que el camarista Martín Irurzun diseñó una doctrina ad-hoc para detener a kirchneristas con una simple acusación, mientras buscan pruebas.

El ex ministro Julio De Vido, también acribillado con numerosas causas y detenido en forma ilegal mientras reúnen la prueba, fue sobreseído en una por la compra de gasoil porque se desestimó al denunciante. En otra causa por compra de gas en el exterior, está en entredicho la denuncia que sólo aportó datos incorrectos, tomados evidentemente de artículos periodísticos intencionados o de Wikipedia y no de los mercados donde se produjo la operación. O sea: fue una denuncia armada por medios oficialistas. La prueba es una carpeta con recortes periodísticos. Poco serio. Son denuncias que ni siquiera tendrían que haber sido consideradas por un juez.

Estas medidas que en principio podrían ser desfavorables para el gobierno podrían tener muchos significados. Una lectura posible es que con ellas se trate de legitimar alguna decisión más grave para más adelante. De todas maneras todos estos fallos, la interminable seguidilla de denuncias, la tosquedad de la mayoría de ellas, la gran repercusión mediático-circense que se les dio, el aprovechamiento político que se hizo con ellas y la detención ilegal, sin pruebas, de varios ex funcionarios kirchneristas, confirman que se trata de una campaña de persecución usada también como campaña electoral. Tanto para hacer crecer la fuerza propia como para destruir al adversario principal. Y sea cual sea el resultado final, ya es imposible que la imagen del Poder Judicial no salga afectada, porque no se habría podido realizar sin complicidad judicial.

El objetivo de la derecha fue despolitizar la imagen que percibe la sociedad del kirchnerismo, igual que lo hizo tras el derrocamiento de Perón en el 55. Cuando un votante de Cambiemos se queda sin argumentos acude al mantra “se robaron todo” que saca la discusión del ámbito de lo político y lo envía al terreno fangoso e indiscutible de los delincuencial judiciable. Fue una estrategia exitosa en gran medida. Como su creador y vía de transmisión fue la corporación de medios, la porción de la población más afectada por ese bombardeo de virtualidad sin sustento o con poco sustento real, fue la supuestamente más informada, un público que no ha sido formado para discriminar la información que recibe. El kirchnerismo trató de dar esa batalla en una relación de fuerzas totalmente desigual y esa fue una de las principales causas de su derrota.

Esas denuncias construyeron el mito nefasto para el kirchnerismo del “se robaron todo”. Sin embargo, la impugnación de las denuncias como las que se produjeron esta semana, la demostración de que fueron una construcción mentirosa, no produce el efecto contrario, no afecta al mito, porque estas desmentidas ya van a contramano de lo que espera que le confirmen el zombie interno que les repite ese mantra. En la última entrevista que le hicieron, Noam Chomsky enfatiza que “la gente ya no cree en los hechos”. Es la gran trampa del neoliberalismo. Porque es en lo único que se puede creer, si se tiene en cuenta la lluvia de “fakenews” –así ya le dicen en todo el mundo a las noticias inventadas– como las que contribuyeron a la llegada del gobierno de Mauricio Macri.