“Primero, Fora Temer”, dice un video de Marielle Franco, sonriendo durante una manifestación, en una de las tantas imágenes que recorrió América Latina y el mundo después de su asesinato, el miércoles 14 de marzo, a la noche, cuando volvía de una actividad de Jóvenes Negras Moviendo Estructuras. Junto a ella murió el conductor del auto en el que iba, Anderson Pedro Gómez. Que una lesbiana, negra, feminista, socióloga, concejala, haya sido ejecutada en pleno centro de la segunda ciudad de Brasil, apenas 15 días después de haber sido nombrada relatora sobre la actuación militar en las favelas de Río de Janeiro, es una condensación del peligro que entrañan para el poder todas las identidades que Marielle mixturaba y potenciaba en su militancia en el Partido Socialismo y Libertad (Psol). 

A la 0.20 del jueves, poco después del crimen, una de las 287 integrantes del chat de la Internacional Feminista compartió la noticia. El estupor cundió en la red de mujeres que articularon el paro del 8 de marzo, y que vienen construyendo un mapa de solidaridades donde se conjugan en la necesidad de articular respuestas comunes a un destino continental que parece trazado: “Conmovidas, consternadas y rabiosas sabemos de ese dolor, es profundo y cala duro en el espíritu, pero ahí entre todas nos sostenemos. Acá en Colombia es una historia triste y muy común, por eso lo entendemos y sororamente replicaremos cuenten con nosotras”, dijo una compañera. Rápidamente, las acciones se replicaron y en pocas horas, el hashtag #MariellePresente se convirtió en tendencia global en la red social Twitter. “Eso no devuelve a la compañera. Es cierto. Pero me da la sensación de que este es un punto de inflexión”, reflexionó otra activista. Un comunicado agregaba: “Toda red internacional de militancia será necesaria para enfrentar el avance incesante del horror, del estado de excepción, del genocidio negro y del fascismo”. 

Mientras las redes reflejaban la bronca en todo el mundo, Brasil se movilizaba: medio millón de personas en la ciudad de Marielle –era “cría da Maré”, tal el nombre de la favela donde nació y creció–. 

La Internacional Feminista lanzó un petitorio que afirma: “Su ejecución fue un mensaje enviado a los activistas, a los movimientos, a los luchadores que de alguna forma se oponen al sistema de opresión y privilegios. Se trata de un evidente acto de silenciamiento”. Y exige “justicia por el asesinato de Marielle Franco y Anderson Gomes. Que las investigaciones sean independientes, Transparentes y rigurosas. Por el fin del estado de excepción en Brasil, por el fin de la Intervención Militar en Río de Janeiro”. 

Como ocurrió con Berta Cáceres en Honduras, la sola presencia de Marielle, su cuerpo activando en un territorio arrasado por la militarización, luchando contra los guetos urbanos, resultaba insoportable para ese estado de excepción que en Brasil tiene el nombre de un gobierno deslegitimado, pero sostenido en los poderes fácticos. 

No les alcanzó con matarla. Enseguida, una campaña de desprestigio recorrió las redes sociales, ése ágora insalubre donde se dirimen las cuestiones públicas en 280 caracteres. El objetivo era sembrar sospechas sobre la víctima. La respuesta de las organizaciones populares fue inmediata. Crearon la página www.mariellefranco.com.br/quem-e-marielle-franco-vereadora, para difundir noticias veraces y denunciar las calumnias. 

A Marielle la mataron balas que habían sido compradas por la Policía Federal, pero el periódico O Globo llamó –en un editorial del sábado pasado– a no politizar el crimen, al que circunscribió a la “obra de bandidos”. Se investiga como una ejecución. 

Asesinar a Marielle es un mensaje disciplinador transparente. Que su lucha como favelada contra la violencia institucional se potenciara con el activismo feminista es otro mensaje potente. En su primer año como vereadora presentó un proyecto para garantizar el acceso a los abortos legales en la salud municipal carioca. En una entrevista de Brasil de Fato, ella dijo que “el 8 de marzo es importante ir a las calles, volver público nuestro discurso, porque en la medida en que hay mujeres hablando, el debate sobre feminismo, género, racismo está en juego y hace la diferencia”. Para ella, “ser mujer negra” era “resistir y sobrevivir todo el tiempo”. Su muerte es insoportable. Ahora, su vida insistirá como camino y se multiplicará por el mundo a modo de antorcha. M