Pando-Astiz fue la fórmula de Cambiemos para este 24. Cualquiera se da cuenta que este gobierno no simpatiza con el significado del 24 de marzo. No lo entiende porque viene del mismo grupo social que impulsó el golpe. La dictadura no lo perjudicó, no la sufrió y tiene la sensación de que, al igual que la de ellos, la vida de la mayoría de la sociedad no se vio alterada. Cada quien habría seguido con su vida. Y explica el persistente peso ético y moral de los organismos de derechos humanos por la infiltración de un pequeño grupo de ex subversivos, que después le lavó la cabeza a la mayoría que se moviliza estos días. Le parece natural lo que hicieron los genocidas, porque considera que fue en defensa propia y hace como si creyera que los testimonios de las víctimas fueran exagerados, pero en el fondo justifica las aberraciones que se cometieron. Ni el arraigo profundo de los valores de los derechos humanos en la sociedad se puede explicar por burdas infiltraciones, ni la reacción de los genocidas fue natural ni en defensa propia. No lo van a ver o no quieren verlo, pero la explicación la tienen a la vista: el arraigo de los derechos humanos se explica por la brutal acción de los genocidas.

  El 24, los derechos humanos, las Madres, los organismos, constituyen un territorio que desconoce y no entiende. Lanza globos de ensayo los días previos para sondear los ánimos que animan la movilización. Usa a Cecilia Pando y Alfredo Astiz, dos nombres que le producen varicela hasta a las baldosas. Peor elegidos imposible. Provocación o ineptitud. Cuando hay demasiado de las dos cosas, uno tiende a sospechar un motivo secreto, invisible como los éxitos económicos del gobierno.

  “El gobierno de la Nación no puede oponerse a la designación de una docente en una escuela privada” dijeron cuando se conoció la noticia. Pero los propios padres de los alumnos de la escuela religiosa Francesco Faá Di Bruno, en pleno Palermo –con seguridad en su mayoría votantes de Cambiemos– repudiaron la designación de Cecilia Pando y tuvieron que dar marcha atrás cuando la mujer ya lo festejaba en las redes.

   Al miserable que se infiltró en las Madres para secuestrarlas y después lanzarlas vivas al mar, el tipo que después se entregó sin pelear en las Georgias, al paradigma de lo que repugna, se lo presentó como candidato a prisión domiciliaria. Otra vez la ola de repudio encrespó a toda la sociedad. Sacaron a Graciela Fernández Meijide en defensa del tipo, pero ya se la reconoce más como representante de Cambiemos que como madre de un desaparecido. Quizás pensaron que podía neutralizar el rechazo que, por el contrario, creció junto con el descrédito de la ex integrante de la Conadep. El gobierno se echó para atrás, dijo que el Poder Ejecutivo no realizaba las listas, que era una tarea del Servicio Penitenciario y que solamente se trataba de una propuesta.  

  Es un gobierno cuyo presidente felicita a un policía que mató por la espalda a un delincuente desarmado que huía y que ha sido condenado por la justicia, un gobierno cuya ministra de Seguridad afirma que “disparar por la espalda” a un chico de 13 años es “una circunstancia”, porque lo que importa es lo que estaba haciendo ese chico. A un gobierno que sostiene que frente a un abuso de las Fuerzas de Seguridad hay que creerle primero al que abusó y no a su víctima, no le puede entrar en la cabeza la importancia que tiene el acto que se efectúa todos los 24 de marzo en la Plaza de Mayo, como rito de profundización democrática y consagración de los derechos humanos.   

  El gobierno está diciendo que las instituciones que tienen el monopolio de la fuerza armada en el Estado son intocables porque defienden la democracia. El 24 de marzo recuerda que el golpe militar fue un ataque contra la democracia. El gobierno está diciendo que esas instituciones no matan inocentes. El 24 dice que hubo abusos aberrantes y que en democracia, cuando la sociedad concede el monopolio de la fuerza armada, debe reclamar el riguroso control civil. El gobierno dice que por principio cree en la versión del policía acusado de gatillo fácil. El 24 de marzo recuerda que los genocidas siempre negaron los crímenes que habían cometido porque los consideraban justificados.

  No es teoría ni adivinanza, son las tablas de la ley que declaman los funcionarios más altos de este gobierno y mostrados en la práctica por los violentos hechos represivos y de gatillo fácil donde han muerto Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Facundo Ferreira y Pablo Kukok. Las aguas se bifurcan. O se incita a los integrantes de las fuerzas de seguridad a realizar abusos como si fueran una patota con uniforme. O se plantea la educación de esos agentes en el respeto a la vida y a los derechos ciudadanos.

  Es un debate que desborda para inundar territorios más extensos que pueden ahogar muchos de los derechos que se han ido recuperando en estos más de treinta años de democracia. Es la discusión sobre el significado del 24 de marzo, la fecha que repudia el Golpe de Estado. Porque la represión donde murió Santiago Maldonado y todas los demás situaciones se convierten en pequeñas representaciones de un golpe de Estado, en la usurpación de un poder para cercenar el derecho a la vida. El gobierno alega lo contrario, pero no hubo defensa de la vida de nadie en ninguno de esos cuatro hechos y por el contrario, se tomaron cuatro vidas. Y cada vez que se mete en un discurso para justificar esas situaciones se aproxima en forma terrorífica a los viejos discursos que justificaron el golpe del 24 de marzo con todas sus sangrientas derivaciones.

  El gobierno se hace el que no entiende. Pero es evidente que sí lo capta la gran mayoría de la sociedad. El rechazo a la designación de Cecilia Pando en una escuela de Palermo por parte de los padres de los alumnos revela que incluso en un colegio privado de una zona donde Cambiemos gana con aplastante mayoría estos significados son visualizados con la suficiente claridad como para movilizarlos.  

  El gobierno sabe lo que se plantea en cada 24 de marzo y no le simpatiza, pero no puede dilucidar ni la profundidad de esos valores ni la forma en que articulan como convocantes. Por eso lanza el globo sonda Astiz-Pando que se convierte de hecho en la coronación de un discurso oficial sobre los derechos humanos, uno que comienza por la justificación del gatillo fácil y la represión violenta de la protesta social y termina con la justificación, abierta, del golpe del 24 de marzo o bajo el manto de su naturalización como un exponente más de la diversidad en la sociedad.

  Cuando le preguntaron a Mauricio Macri sobre el pedido de prisión domiciliaria para Astiz, dijo: “es delicado quitarle la libertad a una persona. Respetamos la decisión del juez”. El mismo personaje que aprieta a los jueces para que metan presos sin pruebas, con la sola acusación, a dirigentes políticos y sociales opositores, dice que respeta la libertad de los genocidas.

  El discurso de Cambiemos respalda el gatillo fácil, la represión de la protesta social y la vigilancia y persecución de los dirigentes políticos y sociales de la oposición. Manipula a la justicia y ha mostrado el flanco que lo liga a la dictadura. Anunciaron que no harán actos oficiales para el 24 de marzo, porque si los hubieran hecho, hubieran sido para conmemorar la fecha y no para repudiarla y seguramente habrían tenido problemas entre sus filas.

  El escenario potencia el acto de mañana, acrecienta su trascendencia. Otra vez hay un discurso hegemónico que intenta arrebatar derechos que se han conseguido con mucho esfuerzo. Hay una democracia restringida por la manipulación de la información, por la cooptación de amplios sectores del Poder Judicial y amenazada con la represión brutal a cualquier acto de protesta política o social.

  Como el acto contra el 2x1 que se quiso aplicar a los genocidas, el acto de este 24 no es un acto más: surge como resistencia a cada una de esas irrupciones del gobierno conservador y le opone el acervo más rico que ha incorporado esta democracia que es la esencia moral de las Madres y los organismos de derechos humanos. Es un acto en defensa de las libertades restringidas y de reivindicación de la memoria y la justicia amenazadas. No es otro acto más ni sólo la oposición a las medidas de este gobierno. Es su contracara.