"Tienen el potencial económico de China e India juntas, pero ellas todavía no lo saben", decía de las mujeres un diario español. Esta nota de 2010 mostraba cómo el capitalismo se preparaba para recibir con los brazos abiertos (y las persianas en alto) a la revolución que se asomaba: el feminismo. Pero al feminismo no le importó el gesto conciliador, y se lanzó a atacar no sólo al patriarcado, sino al capitalismo mismo, a veces como si fueran lo mismo. Vale la aclaración: no son lo mismo. El capitalismo contiene al patriarcado. El patriarcado es su sistema de organización social. El capitalismo aceptará sin dudar (lo está haciendo) cambios en las reglas del patriarcado para no ver afectados sus chanchullos.Y si el matriarcado se vuelve negocio, el capitalismo será matriarcal. ¿Acaso se alteró por la llegada de Merkel y de otras mujeres al poder?

De esta novedosa revolución se podría decir que enfrenta grandes desafíos: cambiar hábitos, modas, discursos mayoritarios. Se apoya en la transversalidad, no pone en prácticas dogmas que ya fracasaron, no tiene líderes con pretensión de remera. Se parece un poco a los indignados. ¿Se acuerdan? Porque ni Google tiene registro de que estos ¿revolucionarios? cuatro años atrás tomaban plazas icónicas e iban a cambiar el mundo. Al fin fue un pataleo de chicos bien a los que les habían robado el chupetín. Un día se volvieron a sus areneros y listo. ¿Qué pasó? Pasó que de tanto en tanto el capitalismo cede para no ceder. Cambia para no cambiar (¡Grande, Lampedusa!). Y deja que en su interior se gesten rebeliones, se rompan cosas, se cante contra las injusticias. La olla de vapor larga presión para no explotar. En tanto, Wall Street, bancos, corporaciones siguen su camino sin que nadie se entrometa.

Ahora, ante esta nueva presión, la olla deja escapar a sus corruptos morales, a los violentos, a los groseros. No importa que se llamen Weinstein, Strauss‑Kahn o Bill Cosby. Por cada Cosby que cae, cien banqueros no caen. El capitalismo engordó demasiado y larga lastre. Cede una parte sin ceder nada de lo esencial. Quizá necesita ceder una parte para no explotar, para adaptarse, para seguir facturando.

Y esto es un mérito de la revolución feminista, que ha logrado poner en el centro de la escena temas como la violencia de género. Era un tema tabú, hoy es trending topic. He escuchado muchas veces decir que estas denuncias prosperan porque ahora las mujeres se animan a hablar. Es cierto. Pero solo en parte. Y que prosperan porque ahora estos temas tienen más visibilidad. Y es cierto. Pero no lo es todo. Se saben porque el capitalismo, a través de sus medios (su voz), lo permite. Permite solo aquello que le conviene. ¿No es curioso que los denunciados por acoso o violación rara vez son CEOS, funcionarios, banqueros, jueces, y sí artistas, deportistas o gente común? El idiota de Cacho Castaña dijo las mismas cosas mil veces y sólo esta vez se lo condenó. ¿Hubo una denuncia? No. Lo condenaron los medios. Se volvió lastre. Las denuncias de sus acosos aparecieron después, ya desaparecieron y probablemente nunca lleguen a la Justicia.

Ya con esto podemos decir que esta revolución logró más que los indignados. Mientras tanto, el capitalismo sigue ahí, más orondo que nunca desde que nació en la Ginebra de Calvino. No parece preocupado ni con intenciones de frenar esta revolución. Es que nunca fue ni siquiera herido. La revolución rusa lo iba a derrotar y lo fortaleció porque le permitió mostrar el brillo por contraste. La China comunista se hizo capitalista para venderle cachivaches al mundo. Cuando fue necesario, el capitalismo inventó el estado de bienestar y ¡el socialismo europeo!, que es la burguesía andante. Y a veces, por cuestiones estratégicas, hasta inventó a sus enemigos.

Le expropiaron, cortaron las cabezas de sus banqueros, hubo reformas agrarias, y nada. ¿Cuántas cosquillas más es capaz de soportar? Ahora se prepara para recibir el embate del feminismo. Podría intentar desarticularlo, como hizo con las revoluciones socialistas, o esperar a que se desinfle, como con los indignados. En cambio se prepara para volverlo un negocio más (de hecho, está ocurriendo). Mientras, entrega a idiotas útiles, a alfiles, que cometieron el error de ser más lascivos que ambiciosos.

Desde este lado (ojo al piojo) parecerá que el sistema se reformula, y habrá cambios, algunos casi cosméticos: ciclos de películas con mujeres protagonistas, publicidades con boxeadoras (ufff...), colecciones exclusiva de escritoras, etc. O sea, el cupo femenino. Más mujeres en todos los ámbitos, lo que en principio está bien. ¿Es suficiente? Yo diría que es poco para que sea revolucionario, después de todo la mujer ganó una gran batalla cuando logró el cupo femenino en política, pero la mayor participación de las mujeres no parece haber mejorado la política y menos el mundo. ¿O sí y yo no lo detecto?

El único daño posible que se le puede hacer al capitalismo es resistirnos a ser simples consumidores. Yo le llamo la revolución del no‑consumo, la última utopía. No sé qué haría el capitalismo, quizá arrasar medio planeta. De no suceder (y no sucederá), el capitalismo siempre tendrá respuestas, en efectivo o en cuotas. Ante el feminismo será aprovechar "el potencial económico de China e India juntas".

Ahora, con esta nueva visibilidad, la mujer se volvió un objetivo, un target, como dice el marketing. Está censada, encuestada según su capacidad de consumir. Y el capitalismo se prepara para satisfacerla, Eros marca Visa o Master. Y ya tiene sus mantras televisivos: "Rebelate, reíte, viajá, usá tus millas, viví tu vida".Como sea, habrá cambios importantes: más mujeres en política, Ceos, independientes, ajenas a los dictados del hombre. ¿Será la revolución esperada y proclamada?

Ahora, atención: ¿cuánto tiempo pasará para que el reclamo por una participación más importante en el mundo de las decisiones sea visto como el pedido de un pedazo más grande de la torta llamada capitalismo, y no un intento de combatirlo? Esta es la clave de la nota. No te enojes, chabona, releé la pregunta.

Atención de nuevo (ojo al piojo bis): no faltará quien diga que esta revolución está fomentada desde el poder para sumar a las mujeres al sistema de consumo, de la misma forma que se liberó a los esclavos norteamericanos para que consuman algodón como cualquier hijo de vecino. ¿Y si fuera verdad? ¿La revolución se detendría, cambiaría sus objetivos, se reinventaría?

Si el feminismo va a ser una revolución deberán pasar cosas relevantes de acá a marzo del año que viene. De ser así, el que se quede atrás, pierde. Eso vale también para el hombre que mira con fascinación, aprobación, indiferencia o miedo. A todos nos alterará las vidas. ¿Cómo se gestan eso cambios? ¿Con qué herramientas? Supongo que alguien (muchas) lo estará pensando. Pero no me digan marchando, escribiendo poemas y haciendo foros porque todos sabemos que eso cambiará cosas que ya están cambiando. Y de paso piensen cuántos movimientos antipolítica se almorzó el capitalismo, incluido los indignados, el Mayo francés y los partidos verdes.

Queda la política, la ideología. Izquierda, socialismo, populismo, para que se entienda. Pero si esta es una revolución transversal, parecen ser malas palabras. Entonces, ¿mujeres de izquierda y de derecha harán la misma revolución feminista? ¿Y sin liderazgos? Por ahí es posible y cuesta entenderlo porque nunca sucedió. Será algo digno de ver y de estudiar durante siglos. Por ahí es la lección que la historia nos dará cuando ya parecía finalizada. (¡Muérete, Fukuyama!). Si estas preguntas no tienen respuesta, entonces nos vemos en la marcha del año que viene, que generará más presión, logrando cambios que se iban a dar de todas maneras. Pero no tan categóricos como toda revolución exige para ser llamada tal.

 

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