La síntesis de audio tiene una historia que roza el siglo de antigüedad. Desde 1920, con los primeros instrumentos electrónicos como el Theremin o el sistema de ondas Martenot, compositorxs de diversas latitudes y corrientes de la experimentación se han sumado al trabajo e investigación en un área inicialmente reservada a las universidades. Lxs norteamericanxs John Cage y Pauline Oliveros --mujer pionera en el desarrollo de la música electrónica-- y el alemán Karlheinz Stockhausen fueron nombres prominentes en los tiempos de posguerra.

En los ‘60, Robert Moog y Don Buchla comenzaron a producir los primeros sintetizadores modulares comerciales y Wendy Carlos --la primera compositora trans-- ganó en 1968 el Grammy al mejor álbum de música clásica con su obra Switched-On Bach. Claro que la intención entonces era emular instrumentos acústicos mediante sintetizadores; algo imposible. Pero indagar en tales posibilidades produjo una riqueza tímbrica y de nuevas herramientas que transformó la cultura musical de las décadas venideras.

Lo cierto es que todo comienza con un generador de señal, un oscilador que produce onda de voltaje que puede aumentar y disminuir, cambiar de forma y modificar su timbre. A la vez, un oscilador puede funcionar como controlador de otra señal y modularla. Esto genera infinidad de posibilidades y relaciones entre sí con las que se puede lograr sonidos percusivos como los de un bombo o un redoblante, hasta universos acuosos, fantasmales o completamente aleatorios. Y esa magia es la que tiene a tantxs hermosxs freaks y geeks en esto.