Como todo buen profesor con su librito, los detectives tienen un método propio para resolver casos: la forma libresca y blanca de Dupin, la recopilación de índices, íconos y símbolos de Sherlock Holmes, la violenta moralidad de Philip Marlowe, incluso las corazonadas de Mulder, pero nadie se compara al método holístico universal del detective Dirk Gently, creado por el escritor Douglas Adams. ¿En qué consiste su filosofía? Dirk diría: en todo y en nada. En que todas las pistas del universo están ahí para ser unidas en un mismo caso y, al mismo tiempo, ninguna de esas pistas pueden servir del modo en el que parecen. Porque no solo son importantes las que conducen hacia el resultado empírico o conductista, positivista digamos, sino también esos residuos que los detectives más convencionales rechazan y que, al parecer, poco tienen que ver con el hecho en sí, y no son otra cosa que basura en el caos desperdigado por el Universo y sus alrededores, pero cuyas conexiones pueden llevar al eureka del detective. En fin, algo más o menos así.

“La conexión entre la causa y el efecto es mucho más sutil de lo que crees” le dice Dirk Gently al reticente Todd Brotzman, su poco bondadoso y nada agraciado asistente. Pero por suerte la conexión entre el libro de Adams y la serie creada por el joven Max Landis, guionista simpático, geek de pelo amarillo, verde y rosado, de apenas 31 años y una enorme mano para dirigir actores y crear diálogos absurdos, resultó fructífera para la serie que lleva su nombre y que fue producida por la BBC y lanzada a la estratósfera virtual de Netflix en octubre. Como en muchas novelas de Thomas Pynchon, Dirk Gently’s, Holistic Detective Agency comienza como una resaca mal curada: Todd se levanta y ve por la ventana que el dueño de su casa le está rompiendo el auto con un bate de béisbol. La referencia parece ineludible: en la serie revuelan los ecos de una estructura volada (aunque sin estupefacientes estructurales) a lo El gran Lebowski y la burocracia policial de Quémese después de leerse de los hermanos Coen, el universo juvenil de banditas punk de Scott Pilgrim Vs. The world, y el toque melanco y sensible de algunas comedias que le marcaron la cancha al cine indie post Judd Apatow & Co. Todo eso en ocho capítulos cuyo caso espiralado vincula sectas, drones descerebrados, pujas entre el FBI, la policía local, la CIA y el departamento de personas desaparecidas, una asesina holística, una chica con una enfermedad llamada “parabulities”, estrellas de rock que no quieren morir, transmutaciones de almas entre hombres y animales, un grupo de stoners que succiona energías humanas y la ambición de un hombre que se remonta hasta 1880 cuando el comienzo de la energía hacía flashear a los patafísicos.

No es la primera vez que se adapta en imágenes algo escrito por Douglas Adams. Heredero de la mejor tradición cómica inglesa, que va desde Jonathan Swift y el fabuloso Tristram Shandy de Laurence Sterne, hasta las comedias ligeras de P. G. Wodehouse, Will Self y Tom Sharpe, las novelas de Adams se convirtieron en el santo y seña para los geeks de las secundarias inglesas que se encerraban a leer en el baño y se escapaban del bulliyng cuando todavía no se llamaba de ese modo. Adams fue guionista y dramaturgo, fue amigo y actor de los Monthy Python para quienes escribió el sketch del capítulo número 45 “Patient Abuse”. Antes de dedicarse a la escritura, trabajó como limpiador de pollos, botones en un hotel y hasta guardaespaldas de una familia petrolera. Es también recordado por su colaboración en la serie más extensa de la historia de la televisión inglesa, Dr Who. La publicación de su primera novela Guía del autoestopista galáctico (The Hitchhiker’s Guide To The Galaxy) le trajo un éxito inmediato y marcó a una generación de escritores (Neil Gaiman publicó una guía de lectura sobre el libro en 1988). Una colección de cinco tomos cuya idea surgió de un pitch para una radioteatro y que terminó en novela en 1978. La “Guía” narra la historia de Arthur Dent, un hombre normal quien un día cualquiera se entera de que su casa está en el medio de una circunvalación interplanetaria y tiene que ser destruida. En 1999, ya famoso y con varios libros a cuestas, Adams se mudó a California para colaborar con la adaptación de su primera novela y tratar de aglutinar una narración que abarca planetas, razas y hasta una galaxia entera en apenas dos horas de cine. Murió en el 2001 a los 49 años de edad, de un inesperado ataque cardíaco, antes del estreno de la adaptación, dirigida por Garth Jennings en el 2005. Pocos años después, en 2011, una de las tres aventuras de Dirk Gently, el detective holístico, escaló a la pantalla chica, aunque con una estética british algo añeja y con actuaciones que parecen una mala combinación entre el teatro isabelino y Hallmark.

En cambio, esta versión del joven Max Landis para la BBC, que augura una continuidad de temporadas, es entrañable. El casting de los actores es perfecto y, salvo Elijah Wood en el papel de Todd, el resto de los actores no superan la treintena. Max Landis aseguró que a la BBC le resultaba un proyecto imposible de adaptar: ¿cómo condensar en ocho capítulos un sinfín de personajes, una historia que atraviesa todo el siglo XX y al mismo tiempo darle desarrollo de drama? Es una pregunta que persiguió a Landis desde los 12 años cuando, en un campamento de verano (sí, siguen existiendo esas cosas en la cultura inglesa) se leyó el libro de un tirón para protegerse del sol y de las sosas actividades deportivas. Con los años, y varias películas a cuestas como guionista (es responsable de Victor Frankensteins y algún que otro “Honest Trailer” que se ve en Youtube) descubrió que lo más importante del libro no pasaba por el enrosque de la trama o las teorías descabelladas, sino por el poder sustancial de los personajes. Para un portal geek (¿quién sino iba a entrevistarlo?), aseguró: “Si bien la trama puede parecer complicada, lo importante pasa por los personajes, qué les pasa internamente. Todos buscan algo. Es como en True Detective o con Laura Palmer [de Twin Peaks], lo policial no es lo central, sino qué le pasa a la gente y que hacen para resolverlo”. Y lo que le pasa a Dirk Gently y su grupo de freaks en esa desaforada búsqueda psíquica por el tiempo y sus alrededores no es otra cosa que la fantasía geek por antonomasia: tener un grupo de amigos y, simplemente, pasarla bien.