El Supremo Tribunal Federal trata el pedido de hábeas corpus presentado por los abogados de Luiz Inácio Lula da Silva para que el ex presidente permanezca libre hasta agotar las apelaciones a la condena impuesta por el juez Sergio Moro, de la primera instancia de Curitiba, luego confirmada por los camaristas del Tribunal de alzada de Porto Alegre en la causa Lava Jato.

Desde hace prácticamente un año el régimen encabezado por Michel Temer, vacío de legitimidad y enlodado por escándalos probados de corrupción, comenzó a ceder espacios de poder a los militares, uno de cuyos cuadros, el general retirado Luiz Gonzaga Schroeder Lessa, amenazó con un alzamiento armado si la Corte se pronunciara por la libertad de Lula . Incluso el jefe del Ejército, Eduardo Villas Boas, se pronunció en Twitter contra “la impunidad”, un eufemismo con el que fijó su posición a favor del encarcelamiento del ex presidente.     

Si se concediera el hábeas corpus “ahí no tengo dudas de que sólo queda el recurso a la reacción armada. Ahí es el deber de las Fuerzas Armadas restaurar el orden. Pero no creo que lleguemos a eso”, lanzó Schroeder Lessa en entrevista publicada ayer en el diario Estado de San Pablo.

Horas después de aquella proclama el Partido de los Trabajadores solicitó a Temer  y al ministro de Defensa, Joaquim Silva e Luna, que el militar “sea detenido inmediatamente por delito de conspiración contra la Nación”. “No se admite en una democracia que un militar ataque la decisión del Supremo que sólo debe estar influenciada por lo que está escrito en la Constitución”, planteó en el recinto de la Cámara baja el diputado petista Jorge Solla.

No hay informaciones fidedignas que permitan asegurar que la incitación al golpe fue un pronunciamiento solapado de las Fuerzas Armadas, o del ejército. Pero tampoco se puede plantear que el general habló por boca propia o sin medir las consecuencias, lo cual parece improbable.

Schroeder Lessa no es un improvisado. Fue jefe del Comando Militar de la Amazonia, una región de importancia estratégica cuya comandancia es un antecedente de peso dentro de la corporación castrense. Posteriormente presidió el Club Militar, donde se nuclean los retirados de las tres armas. 

Habitualmente los altos oficiales jubilados expresan el parecer de un sector o gran parte de la corporación: así lo hicieron durante el gobierno de Dilma Rousseff para manifestar su disconformidad con la Comisión de la Verdad sobre la dictadura.