“Es una síntesis de la relación entre ambos”: así define Horacio Vargas a Hermanos de tinta, la exposición que reúne los trabajos con los que Crist ayudó a su colega Roberto “el Negro” Fontanarrosa cuando la enfermedad le impidió seguir dibujando.  La exposición se inauguró el año pasado en Rosario, para el décimo aniversario de la muerte del Negro, y hoy llegará al Más Acá Club Cultural (Av. Caseros 514) en Buenos Aires. A partir de las 19 habrá una mesa redonda con Menchi Sábat, Miguel Rep, dos integrantes de la célebre “Mesa de los galanes” del bar El Cairo (Chelo Molina y Pitufo Fernández) y Horacio Vargas, biógrafo de Fontanarrosa. La muestra se podrá visitar hasta fin de mes e incluye viñetas y páginas publicadas en la revista Viva y la sección política del diario Clarín durante los últimos años de vida del rosarino.

La amistad entre los dos humoristas gráficos se remonta a los años de la revista Hortensia, de la cual ambos fueron colaboradores. Esa publicación cordobesa fue clave en la renovación del panorama del humor gráfico nacional en la década del 70. Posicionó a sus autores, que pronto ocuparon lugares destacados en el campo del dibujo y el humor (la contratapa del matutino devenido grupo empresario aprovechó ese semillero años después).

“Finalmente la mano derecha claudicó, ya no responde como antaño a lo que dicta la mente. Nadie mejor, a mi juicio, para graficar mis ideas que el Negro Crist, porque lo conozco hace 30 años, somos como hermanos y dibuja en blanco y negro o a color mucho mejor que yo. Siempre admiré su virtuosismo (...) Vale este informe para que los lectores no se sorprendan cuando vean que he mejorado notablemente la calidad de mis trazos y mis colores”. Con esa carta abierta Fontanarrosa comunicaba con inclaudicable buen humor a sus lectores que el avance de la esclerosis lateral amiotrófica que lo perseguía hacía varios años ya no le dejaba margen para cumplirles. Y el amigo acudía en su auxilio. Un lujo, claro, contar con un amigo como Crist, en semejantes circunstancias.

Vargas explica que por aquellos años se armó una sociedad de trabajo fruto del cariño mutuo. “Como el Negro no podía seguir dibujando, le pidió a Crist que lo ayudara; él hacía los guiones, los mandaba por mail y Crist los dibujaba y devolvía por mail para la aprobación final que siempre daba el Negro”, recuerda el biógrafo. Crist le agregaba el color. El mecanismo funcionó todo lo que el Negro se pudo permitir dictar sus guiones (igual que hacía con sus cuentos en el último tiempo). “Esto duró mientras el Negro pudo seguir trabajando, yo creo que es el final de una relación muy fuerte entre ellos dos”, comenta Vargas. “Eran grandes amigos y casi funcionaban como hermanos”.

“Crist decía que el Negro lo recargaba de laburo y si se demoraba el trabajo se ofendía. Y él decía que como era naturalmente vago, se atrasaba, pero el otro quería ver el resultado al toque”, recuerda el curador. Vargas refiere una anécdota de un chiste pensado para la página dominical de la revista Viva. Estados Unidos coqueteaba con la idea de un muro que lo separara de México y Fontanarrosa ideó un chiste “a la medida de Crist” en que en la garita de un muro dos guardias con sombreros texanos comentaban: “Yo sabía que los mexicanos iban a aprovechar la situación”. Abajo, el paredón intervenido con la mezcla de estilos de los muralistas mexicanos más célebres: Rivera, Orozco, Siqueira. Una idea con la que, claro, Fontanarrosa se apoyaba en las virtudes plásticas de su colega santafesino-cordobés. Cuando el trabajo estuvo terminado, Fontanarrosa le escribió a su compadre para elogiarlo –a su modo– el resultado: “No era para tanto”. 

“En los chistes en conjunto siempre aparece el chascarrillo y el doble sentido que usaba el Negro”, señala Vargas. La realidad política del momento en las viñetas diarias o el vuelo más delirante en la página dominical, tienen el sello inconfundible del humor fontanarrosiano, pero “el dibujo es totalmente de Crist, con su trazo grueso y sus figuras muy trabajadas”, observa el especialista. “La que se armó en ese momento fue una sociedad fantástica por motivos tristes, pero también es una síntesis de la relación entre los dos”, considera Vargas. “El Negro siempre decía que sus maestros fueron Sábat y Crist, de hecho Sábat va a hablar hoy junto con Rep, dos humoristas de generaciones distintas”. Su deseo, explica, es que la muestra vaya a todos los lugares posibles.

Fontanarrosa nació en Rosario en 1944 y falleció en esa misma ciudad, a la que amaba, en 2007. Crist nació en Santa Fe dos años después que el Negro, pero se mudó a Córdoba a los 20 años. De esa ciudad surgió Hortensia, la publicación que los acercaría hasta hermanarlos. Su derrotero profesional los hizo coincidir nuevamente en la revista Satiricón, tiempo más tarde, y en las páginas de Clarín, además de participar en distintas muestras colectivas. Hermanos de tinta es la exposición que sintetiza ese camino recorrido con abrazos, papel y risas.