“Pensemos en los niños”, dijo la primera de las expositoras de la tarde, la abogada Ursula Basset, docente de la Universidad Austral y la UCA, cuando comenzó el turno de los oradores contrarios a la legalización del aborto. Basset esgrimió el caso FAL, aquel por el cual la Corte terminó indicando que los profesionales de la salud no deben judicializar los casos de aborto no punibles (y que abrió el camino al dictado del Protocolo de atención de esas situaciones). Dijo que el embarazo no deseado en ese caso fue una salvación: “la niña del caso FAL se salvó de seguir siendo abusada gracias a su embarazo”. La abogada también puso en duda que una mujer que quiere abortar quiera hacerlo, “no solamente le robamos la maternidad que por ahí ella quiere tener sino que también la robamos la dignidad” al pedirle el consentimiento para la interrupción del embarazo. “¿Será libre la mujer si no sabe lo que está consintiendo?”, reflexionó la abogada, que ocho años atrás fue activa participante a la hora de exponer argumentos contra el matrimonio igualitario, al igual que el director del Centro de Bioética de la UCA, Nicolás Lafferrière, que un poco después aseguró que el aborto favorece la “discriminación” de las personas con discapacidad.

A su turno, Verónica Baró Graf, educadora sexual y tutora en la facultad de Medicina de la Universidad de Rosario, compartió con diputados y diputadas una serie de imágenes del proceso de reproducción humana y señaló, al exhibir representaciones de embriones a partir de los 12 días: “antes de la implantación, somos como una torta frita”. El pediatra youtuber Diego Montes de Oca, por su parte, comenzó retando a las diputadas que hablaban cuando él comenzaba su exposición que, dijo, lo tenía tan nervioso que no dormía hacía una semana. Su intervención, dijo, era para “proteger a los bebés de la madre que decide abortar porque no quiere ser madre”, tras lo cual compartió datos sobre qué motiva a algunas mujeres a interrumpir su embarazo. De acuerdo con sus fuentes (sobre lo que luego, al momento de las preguntas, indagaron varias diputadas), aseguró, el 50 por ciento lo hace porque no quiere ser madre. Luego, el pediatra youtuber mostró dos veces un collage con imágenes de su infancia, su adolescencia, su familia y logros profesionales: la segunda vez, las fotos estaban tachadas; si su madre hubiera abortado y con permiso del Estado, dijo, él no hubiera logrado todo eso, “no hubiera dormido con mi mamá, mis papás no hubieran sido abuelos”.

La directora de la revista Sophia, la ingeniera Cristina Miguens, aseguró que su madre y su abuela fueron “feministas de la primera hora”, por lo que ella adhiere “a todos los reclamos al Estado de las múltiples asignaturas pendientes que tiene” para con las mujeres. Por eso, agregó: “el aborto contradice el espíritu del feminismo, que nació para enfrentar el abuso del poder del varón y el patriarcado”. El feminismo, evaluó, debería considerar que “hoy hay más empatía con los derechos de los vulnerables: las mujeres, los niños, los aborígenes, los homosexuales, los discapacitados, los ancianos”. En esa deriva, agregó, es preciso reparar en que hay “asimetría de poder entre el niño por nacer y su madre”; si el Estado vela por los derechos de las minorías, debe considerar que “los niños por nacer no cortan las calles, no hacen lobby”.

A su turno, el pastor Alejandro Rodríguez, quien había asegurado que el aborto legal podría terminar por incentivar a “los violadores intrafamiliares”, lamentó que “cuando hablamos de embarazo no deseado, parece que estuviéramos anteponiendo el deseo a la responsabilidad”. Por su parte, el director de la ONG Profamilia, Oscar Botta, quien evaluó que el aborto “a ciegas en el útero materno es una desaparición forzada de personas”, aseveró que “la difusión del crimen del aborto disfrazado de interrupción voluntaria del embarazo” aparece porque “estamos generando una Argentina sin familias”.