En poquitos días, el venidero 17 de abril, abrirá el museo madrileño Thyssen-Bornemisza una paqueta cápsula del tiempo que promete revisitar más de 160 años de historia de la exclusivísima casa Louis Vuitton, desde los orígenes de la Maison en 1854 hasta nuestros días. “A partir de excepcionales y célebres objetos, seleccionados de entre sus archivos”, anuncia la vendedora propuesta, que pondrá a disposición algunos de los icónicos baúles que antaño creara el “artesano más famoso de París”, como llamaban los contemporáneos al varón de orígenes humildes, hijo de campesinos. Que devino “especialista en embalajes de moda”, conforme rezaba el cartel de su primigenio taller, en el número 4 de la Rue des Capucines, donde comenzó a amasar Louis una envidiable lista de clientes ilustres: el zar Nicolás II de Rusia, Robert de Montesquiou, Sarah Bernhardt, Alfonso XIII y, claro, la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, que solo viajaba si el propio Vuitton empacaba los preciados brocados, tafetanes, tules en sus resistentes y estilizadas valijas.  

Con el correr de las décadas, amén de variopintos artículos (rígidos) de viaje, pedidos especiales y bolsos singulares (o de edición limitara para pasarela), entre otras carísimas bondades, terminó por alzarse la firma como una de las marcas de lujo mejor valuadas del globo. Siempre atenta a “anticiparse a las necesidades y deseos del mundo cambiante”, aclara la curaduría de Time Capsule, tal es el nombre de la exposición en el Thyssen. Y por si queda alguna duda, ejemplifica el sitio ibérico Smoda en cómo la empresa ha enfocado sus esfuerzos en diseño e innovación: “Si en 1897 la casa diseñó un prototipo de baúl para vehículos de motor –anterior al boom de la industria automovilística (Benz había patentado el primer modelo apenas nueve años antes)–, el año pasado Louis Vuitton revolucionó el lujo uniéndose a Supreme –antes de que una multinacional de capital riesgo comprara el 50 por ciento de la marca de culto de los skaters–. Tanto el maletero como la funda para el monopatín están en la muestra, junto a otras piezas clave de Sprouse, Kusama o Murakami”. Oh, ¡y el Magic Malle o baúl mágico! O como lo llama la firma: “el origen de todo”. 

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