A Mauricio Ovando siempre le dijeron que su tío había muerto en un accidente aéreo en 1970 y no mucho más. El resto eran huecos de información, un vacío de duelo y dolor que recién se dispuso a llenar cuando su padre lo llevó hasta la isla Suriqui, en el lago Titicaca, donde había ocurrido la tragedia. Fue entonces que puso lo poco que sabía en el contexto de la época: su abuelo, el general Alfredo Ovando Candia, ocupaba la presidencia de Bolivia desde el golpe de Estado de 1969, y para entonces lo corrían por derecha e izquierda. De un lado, por combatir a la flamante guerrilla guevarista de Teponte; del otro, por nacionalizar los bienes de la petrolera Gulf e iniciar programas de alfabetización, entre otras medidas asociadas a gobiernos progresistas. Era inevitable pensar en aquella muerte como un atentado contra el Presidente. “Empecé a preguntarme por qué querrían matarlo y a indagar en la familia, pero también a cuestionarme qué pensaba y qué sabía yo sobre el tema”, dice ahora Mauricio, nieto de aquel militar y director que para su primer largometraje eligió ahondar en las múltiples aristas de su abuelo. El resultado es el documental Algo quema, programado en la Competencia Latinoamericana del Bafici.

“Siempre me hablaron de mi abuelo como una figura importante de la que la familia está plenamente orgullosa”, recuerda el realizador. La realidad, sin embargo, estaba lejos de esa imagen de bronce. Ovando Candia accedió a la Presidencia en tres periodos tan breves como controvertidos. El último se inició en septiembre de 1969, después de derrocar al gobierno de facto encabezado Luis Adolfo Siles Salinas, quien lo había mantenido en el cargo de Jefe del estado mayor del Ejército. Nutrido de un buen caudal de imágenes de archivo de noticieros pero también de filmaciones caseras en formato hogareño, Algo quema ensaya una aproximación a esa figura envuelta en un manto de polémicas, yendo y viniendo entre los asuntos públicos y de Estado y los privados y familiares. “Al ir preguntando me di cuenta que no todos querían a mi abuelo ni pensaban que era una figura ejemplar”, asegura.

–¿Logró entender esa contradicción? 

–Mi abuelo fue de los poquísimos militares con pensamiento y una verdadera propuesta de gobierno. Llegó con la idea de fundar la Segunda República, escribió libros, tenía un plan gigantesco. Entendí las contradicciones, pero más desde el lado ideológico de lo que significaba el “nacionalismo revolucionario” que proponía. Esta ideología es muy perversa en Bolivia porque oscila fácilmente entre acciones de izquierda y derecha, y al entender esa perversión comprendí un poco su lógica. Sus políticas lo convirtieron en un personaje súper ambiguo, amado y odiado casi por igual. Ahí empecé a cuestionar esa imagen incorruptible del encargado de nacionalizar el petróleo, muy progre, alguien con tendencias de izquierda a nivel económico pero también con acciones medio fascistoides de militar de derecha, como reprimir al comunismo y a cualquier revolución que no fuera la suya. 

–Marcelo Quiroga Santa Cruz fue nombrado ministro de Minas y Petróleo en 1969, desde donde se encargó de la nacionalización de Gulf. ¿Cómo era la relación con su abuelo, teniendo en cuenta que Quiroga provenía del ámbito intelectual socialista?

–Hay mucha ficción y mitos alrededor. Lo que puedo decir es que más allá de lo que un Ministro proponga, no hay forma de llevarlo adelante si el presidente no quiere. El Gabinete de mi abuelo era muy particular, para muchos uno de los mejores de la historia del país. La mitad eran civiles e intelectuales de izquierda y la otra, militares de derecha. Eso hizo aun más ambigua la cosa, porque todos se preguntaban qué tipo de gobierno era. Definitivamente fue un hecho parte aguas en la historia de Bolivia que un ministro de izquierda pudiera trabajar con un militar. 

–La película aborda tanto al personaje público como al privado. ¿Le interesaba que ambas facetas dialoguen?

–Sí, la idea de abordar la faceta política surgió después. Siempre lo pensé desde el lado familiar, sentir cómo mi tía y mi papá hablaban de mi abuelo ya era una película, pero me di cuenta que no podía hacerlo sin abordar la cuestión pública. No busqué un equilibrio, sí que las dos facetas dialoguen. Ya había visto algunas imágenes en video, pero no las que están Súper 8. Descubrir por primera vez ese material fue muy emocionante, ver a mi abuelo moviéndose y a color en lugar de cuadrándose en blanco y negro me llenó de afecto. 

–¿Cambió la mirada sobre su abuelo después de realizar la película?

–Tenía claro que algo iba a pasar si hurgaba en los cajones del sótano de la familia y en los recovecos oscuros de la Historia. El hecho de que haya cosas omitidas o secretas es una réplica de lo que pasa a mayor escala con la información de esa época, que los militares siguen escondiendo. Fue una forma de evidenciar que no tenemos nada de información, pero que está ahí aunque no la compartan. 

–Entonces no fue sencillo acceder a los archivos públicos…

–No, contra todo pronóstico, fue fácil porque las ventajas de internet son increíbles. Pude encontrar muchos fragmentos en Youtube. Lo difícil fue dentro de Bolivia, porque ahí no hay nada catalogado. No se sabe muy bien qué hay, entonces tuve que meterme en la Cinemateca Boliviana durante varios meses a hurgar en rollos desordenados, sin nombre, sin restaurar. Todo lo que aparece en la película es una búsqueda profunda no sólo en noticieros internacionales, sino en material que mostrara cómo se había filmado a sí mismo ese gobierno. 

–¿Qué representa hoy el general Alfredo Ovando Candia para Bolivia? 

–Varía mucho según la generación y la ideología desde donde se lo mire. Los abuelos y los padres sí se acuerdan de él. Hubo muchos civiles que apoyaron sus medidas, pero también muchos que por intentar sofocar a la guerrilla lo consideran enemigo. Si bien Ovando era una mala palabra en ciertos círculos, desde el gobierno de Evo Morales se lo ha homenajeado por la nacionalización del petróleo, haciendo saltar aún más el debate de qué medidas homenajeamos y cuáles no. También se habla de que en Bolivia no hubo dictaduras antes de la de Hugo Banzer, que duró entre 1971 y 1978. Hay una cosa muy perversa en que se diga que los anteriores son gobiernos militares pero no dictaduras cuando llegaron al poder con golpes. Con los más jóvenes es distinto, mi abuelo no es muy conocido entre ellos. 

* Algo quema se verá el miércoles 16 a las 14.10 en Village Recoleta y el viernes 20 a las 19.05 en el Village Caballito.