(ATENCION: Este artículo contiene SPOILERS sobre “Journey Into Night”, primer episodio de la segunda temporada de Westworld)

La primera temporada de Westworld había dejado algunas sensaciones encontradas: aunque el principal responsable del asunto es Jonathan Nolan –hermano de Christopher-, la presencia de JJ Abrams como uno de los productores ejecutivos pareció influir en retorcimientos algo cuestionables del guión. Eso, de todos modos, no alcanzó para desmerecer a la serie en la que HBO deposita varias fichas para el momento en que Game of Thrones ya sea pasado, y que tiene valores que van más allá de la suspensión de la incredulidad. Basada en el mismo relato de Michael Crichton que dio pie a la película homónima protagonizada por Yul Brynner en 1973 –una abonada a los Sábados de Superacción de Teleonce-, la serie obtuvo una buena respuesta (en 2016, su premiere fue vista por dos millones de espectadores en Estados Unidos) y logró enganchar a un público curioso más allá del universo Netflix.

Es que al asunto no le faltan virtudes. Hay algo esencialmente bradburiano en el planteo del parque temático que ofrece al usuario una experiencia de videojuego ampliadísimo, con la posibilidad de interactuar con los androides “hosts” y llevar a cabo acciones que en la vida real siempre suponen consecuencias. O al menos deberían. Como en los textos de Mr. Ray, aquí la reflexión de fondo es la fascinación del ser humano con la tecnología y su incapacidad para mensurar las consecuencias, mezclada con elementos costumbristas (al menos de costumbrismo norteamericano, como la Conquista del Oeste) que vuelve todos esos asuntos aún más cercanos. En el final de la primera temporada, como en los relatos de Bradbury, todo se desmadró: Maeve (Thandie Newton, en un trabajo soberbio) y la hasta entonces inocente y sufrida Dolores (Evan Rachel Wood, también impecable) despertaron a una nueva conciencia, se cansaron de ser muñequitas de lujo para los abusivos usuarios del juego y desataron un caos que se tradujo en masacre. Suficiente para despertar el interés en lo que seguiría: ¿Y ahora qué pasa, vaquero?

Allí arrancan los demás atractivos de Westworld, que en el episodio debut de la segunda temporada, “Journey Into Night”, abrió el juego de manera inquietante. La escena de una Dolores feroz, al galope y a los tiros con su Winchester, fue un buen resumen de que se necesitará algo más que un comando de “Control de Calidad” de la empresa Delos para reencauzar las cosas en el parque. El basureo de Maeve al director creativo Sizemore (Simon Quarterman), otro ejemplo de los androides buscando revancha tras incontables ciclos de violaciones, muertes y taller de reparaciones para volver al “tablero”. A la prostituta de saloon la mueve el deseo de encontrar a una hija que quizá solo sea una línea de programación; junto al cowboy Teddy, Dolores quiere simplemente arrasar con todo. En el medio está el pobre Bernard (Jeffrey Wright), cargando aún con la revelación de que él también es un robot y sin tener muy claro su rol en el embrollo, pero también capaz de liquidar el primer episodio con la confesión de que ese reguero de cadáveres en la costa es responsabilidad suya. Y por supuesto, el enorme Ed Harris, el Hombre de Negro que fue Brynner y que por momentos parece la pieza clave del laberinto, el usuario a quien Robert Ford (se extrañará a Anthony Hopkins) parece haber dedicado todos sus esfuerzos. El jugador por excelencia.

Y en el fondo, una posibilidad que estimula la curiosidad por seguir transitando los agrestes paisajes de ese Lejano Oeste artificial: ¿estamos ante una verdadera rebelión de las máquinas, o al cabo todo es otra  manipulación de Ford, una nueva “narrativa” que sigue utilizando a los androides como peones descartables?

En esta era de superabundancia de series, Westworld tiene lo que se necesita para entrar en la categoría de las diferentes. Que se quede allí dependerá de sus responsables, de que abracen el propósito de ir al hueso bradburiano y no cedan a la tentación de solo regodearse con los detalles. El primer episodio fue un buen signo: hubo lluvia de plomo para todos, sí. Pero el espectador se quedó pensando en otras cosas.

*Westworld. HBO, domingos a las 22. Disponible en la plataforma HBO GO.