Desde Neuquén

Las grandes corporaciones mediáticas responden a intereses políticos, económicos e ideológicos. Tienen la capacidad de instalar agendas temáticas, preocupaciones y difamaciones.

“Máximo Kirchner sería cotitular, junto a Garré, en dos cuentas secretas” tituló el diario Clarín. Esta información fue desmentida recientemente por el Departamento de Justicia de los EE.UU. 

Antes del referéndum en Bolivia, Evo Morales fue acusado de tener un hijo oculto. Nuevamente hubo una campaña político mediática exitosa, que afectó políticamente al líder boliviano y que no era real. PáginaI12 publicó que por el caso llegaron a ser citados a declarar como testigos el periodista Fernando Del Rincón, de la CNN, y su camarógrafo, quienes grabaron una entrevista con un joven que se presentaba como el hijo de Morales. 

En Brasil antes de ser detenido, Lula da Silva manifestó que La red O Globo “ha creado un clima de guerra denigrando a la política”. El grupo instaló la idea de que los líderes del PT están vinculados con hechos de corrupción no probados. 

En la región los grandes medios operan políticamente, intentando manipular a la opinión pública para desacreditar a los grandes movimientos populares. En ese sentido, el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Raúl Zaffaroni, sostuvo que “se manipulan los medios de comunicación concentrados en combinación con segmentos de la Justicia”.

Lo complejo del contexto actual, es que a las operaciones mediáticas de los grandes medios hay que sumarle las noticias falsas generadas por operadores políticos y que circulan en las redes con mayor fuerza que los datos reales. 

Según un estudio del MIT sobre Investigación de la Economía Digital “las falsas informaciones se difundieron significativamente más lejos, más rápidamente, más profundamente y más ampliamente en comparación con las verdaderas, en todas las categorías. Controlando muchos factores, las noticias falsas eran 70% más probables de ser retwiteadas que las verdaderas”

Para ilustrarlo con un ejemplo local: el periodista Gabriel Bracesco publicó un tuit donde sostenía que “el 40% de los trasplantes que hace el INCUCAI van a extranjeros que no residen en Argentina”. Este tuit obtuvo 2.770 “retweets” y 2.911 “me gusta”. 

El INCUCAI (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante) desmintió esa información. Afirmó que sólo el 2,9% de los pacientes trasplantados con donante fallecido en el año son ciudadanos extranjeros. Este tuit obtuvo 395 “retweets” y 332 “me gusta”. Es decir, el discurso con contenido xenófobo y estigmatizante se viralizó y el dato real ocupó una posición marginal.

Para el MIT “el carácter de novedad es un factor importante. Las noticias falsas fueron más percibidas siendo más novedosas que las verdaderas, lo cual sugiere que es más probable que la ciudadanía comparta información novedosa. Contrariamente a la sabiduría convencional, los bots aceleraron la propagación de noticias verdaderas y falsas al mismo ritmo, lo que implica que los seres humanos, y no los robots, son más probablemente los responsables de la dramática propagación de noticias falsas”. Es decir, los responsables somos nosotros, los ciudadanos de a pie quienes replicamos información sin chequear. 

“Nuestros resultados fueron dramáticos: el análisis encontró que las informaciones verdaderas tardaron aproximadamente seis veces más tiempo que la falsedad en llegar a 1.500 personas y 20 veces más tiempo que la falsedad en llegar a una profundidad de cascada de diez”, concluye el informe.

Paralelamente, el psicólogo y científico de datos Michal Kosinski de la Universidad de Cambridge, demostró que a partir de los “me gusta” en Facebook, se puede inferir el color de piel, la orientación sexual y la pertenencia política de una persona. Esta herramienta tiene un profundo poder, puede permitir dirigir campañas de difamación a la carta.

¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia la pos verdad o la pos democracia?

Cargamos con una matriz cultural violenta, racista y clasista. Sobre esta operan las corporaciones mediáticas desprestigiando a los grandes movimientos populares y estigmatizando a grupos históricamente vulnerados. Estas miradas las reforzamos viralizando mensajes falsos en las redes. Este entramado debilita nuestra capacidad de analizar, cuestionar y decidir.

Democratizar la palabra, defender las fuentes de información confiables y promover miradas atentas y críticas parecen pasos indispensables para salvar las democracias. La historia continúa y como siempre nuestro destino está en nuestras manos.

* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de Comunicación Social y Seguridad Ciudadana UNRN.