Si fuera una carta del Tarot, Diego de Aduriz sería el Mago. Así como el Mago dispone en su mesa trashumante de toda una panoplia de elementos y posibilidades, De Aduriz recurre a su formación artística como una herramienta entre otras (la escritura, el diseño de modas, el azar y el coleccionismo salvaje) para generar forma a partir del caos. Su exposición "El diablo benevolente", en Gabelich Contemporáneo (Pueyrredón 611), tendrá el próximo sábado desde las 13 su última visita guiada y el brindis de cierre.

Artista "desde que nací" (en San Telmo, hace 40 años), en 2013 Diego se vino a vivir a Rosario, donde diseñó una marca de ropa con Manuel Brandazza y hoy es uno de los pocos artistas de tiempo completo que aún existen en esta ciudad. Mezcla de exposición de dibujos vivos y de instalación mutable, "El diablo benevolente" es un caos ordenado que tomó la galería con la fuerza y el colorido de un jardín tropical. O de los siete colores del arco iris, que son recurrentes en su obra.

Creyente escéptico en el azar objetivo o contemporáneo mago del caos, De Aduriz produce una obra en constante crecimiento, a la cual repinta y redibuja y vuelve a firmar y a fechar. La lógica del sueño en el contenido y la del diario en la forma rigen tanto para esos palimpsestos de símbolos personales y fragmentos de canciones pop como para su primer libro, Hoy recordé algo que había olvidado (Iván Rosado, 2017). Entrar a la muestra implica zambullirse en un Aleph atiborrado de objetos heterogéneos donde las enumeraciones caóticas y las heterotopías de Borges se encuentran con el misticismo multicolor de Xul Solar. Así como Xul creó su propio ajedrez, DDA creó su propio Tarot, "el Tarot del quemado", con naipes de mazos muy diversos que fue encontrando por la calle y hasta en parques de Buenos Aires y Rosario. Lo increíble es que la tirada funciona: si el lenguaje es un sistema, el arte de DDA es un caos sistemático que produce lenguaje. Y que no cesa de maravillarnos y hacernos suspender la incredulidad.