La city amaneció encendida. El dólar llegó a tocar por la mañana los 23,66 pesos, la tasa de Lebac en el mercado secundario saltó del 38 al 46 por ciento y las acciones argentinas llegaron a caer 14 por ciento en la bolsa de Nueva York. No fue todo. Los seguros para cubrirse contra un default de la Argentina se dispararon antes de las doce del mediodía 67 por ciento. La situación alcanzó niveles extremos y aceleró un anuncio de urgencia financiera: el inicio de conversaciones para recibir un préstamo del Fondo Monetario Internacional por 30 mil millones de dólares. La noticia trajo algo de calma inicial en el mercado cambiario, que moderó las subas hasta los 22,70 pesos. El efecto duro poco. Al final de la jornada volvió la presión y la divisa cerró en 22,94 pesos, con un incremento de 61 centavos por encima del lunes.

Las medidas no dejaron descansar ni un minuto a los operadores. El Central no intervino en el mercado cambiario de contado (se negociaron 707 millones) pero salió a vender contratos de futuro al 31 de mayo por un valor equivalente a 190 millones de dólares. Los ofreció a 22,85 pesos. El tipo de cambio mayorista cerró ayer en 22,44 pesos, con un incremento de 44 centavos. Al asumir a finales de 2015, el directorio de la autoridad monetaria había asegurado que las operaciones en el mercado de futuro le habían generado un gran perjuicio al país y que no iba a caer en esa práctica de manipulación. Luego de perder desde el 5 de marzo uno de cada 10 dólares de las reservas internacionales, no tuvo alternativa que cambiar su discurso y aplicar esta herramienta de gestión. Las reservas cerraron en 55.198 millones de dólares, con una baja de 395 millones.

El organismo a cargo de Federico Sturzenegger anunció que la tasa de interés de referencia seguirá en 40 por ciento. La autoridad monetaria lo informó a través de un comunicado monetario en el que aprovechó para dar su visión de las tensiones de las últimas semanas. “Las condiciones internacionales, sumadas a algunos factores locales, generaron una situación de inestabilidad en el mercado cambiario”, planteó. Argumentar que el problema financiero de la Argentina se debe en gran medida a la situación internacional es muy complicado de sostener. El peso se devaluó un 48 por ciento el último año, mientras que la moneda de Brasil marcó una variación del 11 por ciento, la de Chile del 6 y la de Perú de menos del 1 por ciento. Es cierto que Estados Unidos aumentó su tasa de interés, aportando volatilidad a las finanzas internacionales, pero los precios de las materias primas siguen altos y por ahora ayudan a compensar el efecto en el resto de las economías no desarrolladas. Polonia, Ecuador, Croacia y la Argentina, según el JP Morgan, son los cuatro países emergentes en donde más subió el riesgo país en lo que va de este año. En Argentina el riesgo país llegó a 485 puntos, su nivel más alto desde que gobierna Macri.

El comunicado del Central muestra que los funcionarios no aprendieron la lección. La entidad, pese a que las finanzas arden, insiste con el mismo libreto. “Reafirmamos un régimen monetario basado en el uso de la tasa de interés, con un esquema de tipo de cambio flotante e intervenciones excepcionales en el mercado de cambio, sólo si existen dinámicas que puedan alterar el curso de la desinflación”, indicó. Agregó que para el futuro, una vez superada las distorsiones cambiarias, se requiere un nivel de tasas de interés reales más elevadas respecto de las observadas hasta marzo, antes que inicien las tensiones cambiarias. La entidad reconoció a medias que la suba del dólar de estas semanas generará impactos en la inflación. “No puede descartarse algún efecto sobre los precios locales producto de la depreciación del peso frente al dólar”. Pero aclaró que “la meta de inflación igualmente se alcanzará en 2018”. Esa meta sigue siendo del 15 por ciento, un nivel que se superaría solo en el primer semestre.

El clima, más allá de los argumentos teóricos del Central, está denso. El país tiene menos de 25 mil millones de dólares realmente líquidos en sus reservas, registra un déficit de cuenta corriente de 5 puntos del PBI, una dolarización del sector privado record, un rojo por turismo superior a 12 mil millones de dólares al año y un déficit comercial cercano a 10 mil millones dólares. Los dólares no alcanzan para cubrir el desequilibrio macroeconómico y el mercado lo sabe.