“Estoy muy excitado con esta visita. No veo la hora de estar en Buenos Aires”, asegura Stuart Braithwaite, guitarrista de Mogwai, al teléfono desde Estados Unidos. La euforia es comprensible pues, luego de tocar en La Trastienda y el Festival Music Wins, el grupo de post rock --campeón sin corona de la escena británica-- se presentará ahora en un teatro, el Gran Rex. “Me hablaron muy bien del lugar, y también de su importancia para la cultura musical en Buenos Aires. Así que haremos todo lo posible para que la gente se lleve un gran recuerdo.”

Los de Glasgow regresan a la capital argentina con sendas novedades: su alineación como cuarteto tras la salida del guitarrista y tecladista John Cummings, quien en 2015 decidió llevar adelante una carrera solista, y su nuevo álbum de estudio Every Country’s Sun, que el año pasado se convirtió en el noveno de una discografía que comenzó en 1997 con Mogwai Young Team. “Todos escribimos canciones para el nuevo álbum. Los demos pueden sonar muy diferentes, pero una vez que todos tocamos juntos, suena como nosotros.”

Luego de publicar dos álbumes próximos a la electrónica, Rave Tapes (2014) y Atomic (2016), el nuevo evoca el trabajo con guitarras de sus orígenes, ¿a qué se debió?

--Todo tiene sus pros y tal vez uno o dos contras. Disfrutamos de los esfuerzos de colaboración de hacer bandas sonoras, pero siempre está bueno grabar discos desde cero, de la misma forma que un pintor aborda un lienzo en blanco. Simplemente fluyen. Hacemos lo que sentimos; empezamos a jugar y vemos qué sucede. La idea es que sea un proceso lúdico y divertido.

¿Y dónde entran las voces en ese proceso?

--En esta época entran temprano. En el pasado, a veces simplemente las poníamos en el final para ver qué pasaba. Pero ahora suele ser bastante evidente al principio que una canción necesita algo así. Usualmente, las voces reales son lo último que solucionamos.

Antes estaban hechas en vocoder, ¿cómo surgen estas canciones donde las palabras son más claras? Como en Party in the Dark, el tema más pop del álbum.

--Es flujo de conciencia. Sigo pensando en cómo encajan las palabras, musicalmente, en la canción. Probablemente pienso en eso más que en las palabras mismas. Más como un instrumento, aunque obviamente no querés tonterías completas. Quizá sea algo entre un instrumento de ritmo y la poesía adolescente.

Si bien suelen grabar en Glasgow, para éste viajaron a Nueva York. ¿Funcionó como esperaban?

--Hace un tiempo decidimos que íbamos a frenar un poco. Pero la adrenalina se pone por delante y decimos que sí a todo. Comenzamos a hacer bandas sonoras y pensamos que nos permitirían pasar más tiempo en casa, porque todos tenemos hijos. Pero terminó siendo un obstáculo. Así que funcionó como pensamos que sería.

Grabaron en medio de las elecciones presidenciales estadounidenses. ¿Pesó eso en la impronta de los temas?

--No creo que haya pesado mucho. De todos modos, no es algo bueno para pensar cuando estás haciendo un disco. Igual te puedo decir que la elección se sintió como un accidente automovilístico en cámara lenta: estuvimos allí durante todo ese horror. Fue extraño estar allí cuando ganó Trump, un ser humano despreciable en todos los niveles.

Considerando su hiperactividad, ¿en qué andan ahora?

--Hicimos la banda sonora de una película llamada Kin. Eso debería estar listo en agosto. Aparte de eso, solo nos mantenemos ocupados haciendo shows.

Tras poco más de dos décadas de actividad, ¿qué los mantiene juntos?

--Nos sentimos muy privilegiados de que la gente siga entusiasmada con nuestra música y quiera escuchar lo que hacemos. Nunca tuvimos problemas al componer. De hecho, probablemente escribamos demasiado. Estamos felices donde estamos.

* Hoy, jueves 10/5, a las 20:30 en el Gran Rex, Avenida Corrientes 857.