Comedia, drama, tragedia, son palabras que todos comprendemos y estamos acostumbrados a usar cuando nos referimos a tal o cual película u obra de teatro. Sabemos que cuando desde el escenario se nos propone una risa franca, es porque está mostrando algún aspecto cómico de la vida de las personas que merece ser tomado en broma. Y también somos conscientes de que hay hechos más difíciles a los que las personas nos vemos obligados a afrontar y esperamos que el teatro nos hable de ellos con grandeza.
El teatro, como el péndulo de un reloj, siempre se ha ocupado de llevarnos a estos extremos de la risa y el llanto, como una manera de recordarnos que la vida consiste precisamente en ese constante vaivén.
Lo que nos une es un drama, sin lugar a dudas. Pero es tan mágica y conmovedora que nos permite llorar sin vergüenza cuando hay que hacerlo. Y sonreír sin culpas cuando sus personajes luchan con todo su espíritu vital para mantenerse en pie contra viento y marea. Su trama es una expresión muy sensible de la extraordinaria capacidad humana de transitar el camino del dolor y la reconstrucción.
Emoción, piedad y una obra tejida con maestría, llevaron al autor y su obra hasta el premio Pulitzer. Ponerla en escena es un especial ejercicio de responsabilidad artística.
* Director y adaptador de la versión argentina de Lo que nos une.