Tabaré Cardozo propone un juego. Que quien escuche su nuevo disco doble  identifique, sin que él lo diga, obvio, qué canciones pertenece a uno de ellos (Librepensador), y cuáles al otro, cuyo nombre es La ley de Newton. “En un principio se trataba de dos discos de características diferentes… sin embargo para lograr una escucha mas variada y amalgamada, terminaron mezclándose las canciones, y salió un trabajo integrado”, anuncia él, atribuyéndole un perfil más rocker al primero, y uno ligado con lo latino, candombero y acústico al segundo. ¿Cuál es el juego, entonces?, que cada quien ejercite su imaginación e identifique a qué disco pertenecía cada canción, originalmente. “Tal vez algún día haga un disco homogéneo, todo de rock, o todo de murga-canción, o todo tango o todo acústico, ¿quién sabe?, pero aún no me llegó la hora”, señala el músico uruguayo –fundador de Agarrate Catalina– acerca de un probable futuro distante de su pasado ecléctico, polifacético, alquímico.  

 –¿Alguna pista más para la gente, Tabaré?... la explicación de porqué ponerle a uno de los discos, La ley de Newton, por ejemplo.

 –Ese nombre hace referencia a la ley de la gravedad. Y se utiliza como metáfora de la mediocridad humana que se expresa nivelando hacia abajo, no dejando despegar a aquellos que tienen cierto “vuelo”. Es un manifiesto, digamos, en contra de la apología del fracaso que reina en nuestra sociedad. 

 –¿Y librepensador?

 –Ser un librepensador es una expresión de deseo. Una utopía que persigo y por la que trabajo día a día. Voy tratando de desterrar mi pensamiento dogmático, y de estar cada vez más abierto a la duda, al cuestionamiento.

 –A propósito ¿Qué significa ser o sentirse un librepensador, hoy, en este rincón de Sudamérica?

 –Supongo que lo mismo que en cualquier lugar del mundo. Creo que el bicho humano, sea de donde sea, tiende a ser la misma maravilla y la misma porquería. 

Otro factor unificador entre ambos discos (que Tabaré mostró en estos días en el ND Teatro de Buenos Aires y en Distrito 7 de Rosario y que presentará hoy en el Teatro Bar de La Plata –43 entre 7 y 8–) es el mandato de la canción. En la obra del autor celeste (siete trabajos como solista a la fecha) prima la intención de poner instrumentos, ritmos, arreglos y melodías al servicio de las letras. A tal concepto tuvieron que atenerse músicos orientales como Jorge Drexler (participa en “Ensayo y error”), Sebastián Teysera (“Librepensador”), Gabriel Peluffo (“Dama de la lluvia”), Mandrake Wolf (“Mientras no sale el sol”), Martín Buscaglia (“Superpoder”) y Raúl Castro (“Fotografías desordenadas”)… todos grandes exponentes de la música rioplatense. “Siempre traté de ser un librepensador también en la música”, retoma Cardozo. “Siendo un universo del que yo mismo soy el arquitecto y el albañil, gozo de una libertad ilimitada para moverme con soltura por los géneros que me plazcan”, sostiene.

 –En suma, ¿manda la murga o la canción, en lo que usted propone?

 –Por suerte no manda nadie, ni nadie obedece (risas). Más bien se trata de  un espacio de creación donde se le echa mano a cuanta herramienta ande en la vuelta. Me gusta pensar que las canciones son como encarnación de una idea. Como el cuerpo del alma de una idea. Y debería hacerle juego. Por lo tanto, muchas de esas ideas vienen con un paisaje sugerido, un estado de ánimo, una cadencia. Atrás de eso va la canción, la melodía, el ritmo la velocidad, el estilo. 

–Pregunta panorámica: ¿Qué reflexión le merece lo que está pasando hoy, cultural y políticamente, en América Latina?

 –La reflexión que me merece es que nunca es fácil. A cada artista le toca ser testigo y cronista de una época. Y cada época tiene sus vicisitudes. La realidad va cambiando a diario y a diario también voy cambiando yo. Como persona y como artista. Y cada vez que subo a un escenario recuerdo las palabras del gran Alfredo Zitarrosa: “La música no es un arma. Es una herramienta”.