Si sólo se hubiese jugado ese partido y nada más que ese, el estadio Monumental de River y la Historia igualmente se hubieran tendido la mano. Allí mismo, en el atardecer del inolvidable domingo 25 de junio de 1978, el fútbol argentino ganó su primer Mundial en aquella dramática final con Holanda que terminó 3 a 1 con los dos goles eternos de Mario Kempes y el último de Daniel Bertoni. Pero, antes y después de que el capitán Daniel Passarella levantara la Copa del Mundo delante de 80 mil espectadores y la mirada torva de Videla, Agosti y Massera, muchas más emociones futboleras sucedieron en la vieja mole de cemento que hoy cumple 80 años orgullosos enclavada donde no había nada y ahora, hay un barrio elegante a su alrededor.

Desde su inauguración, el 25 de mayo de 1938, River y el fútbol argentino vivieron en el Monumental innumerables tardes y noches de gloria y drama. Por ejemplo, allí jugaron con la casaca de la banda roja y la de la Selección, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi, acaso los cuatro más grandes jugadores argentinos de todos los tiempos. River celebró innumerables campeonatos locales y sus tres Copas Libertadores (1986, 1996 y 2015). Y hasta Boca dio cuatro vueltas olímpicas (1944, Nacional 1969/70 y Metropolitano 1976). El 23 de junio de 1968, se lloraron 72 muertes en la tragedia más grande de nuestro fútbol, la de la Puerta 12. El 5 de septiembre de 1993, Colombia goleaba 5-0 a la Selección Argentina que dirigía Alfio Basile y recordaba que sobre ese mismo verde césped pero 50 años antes, habían dado cátedra Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau: La Máquina. Y el 26 de junio de 2011, en el domingo más triste de todos, River empató 1-1 con Belgrano de Córdoba y se fue al descenso de cara a la desdicha de miles de sus hinchas.

Además de la pelota, también la música llevó multitudes al Monumental. En la época de los megashows, en 1988 Sting hizo subir a las Madres de Plaza de Mayo durante aquel recital de Amnesty Internacional. Entre tantos otros tocaron los Stones, Paul Mc Cartney, Michael Jackson, Madonna y Elton John pero también los Redondos, La Renga y Los Piojos. En 2007, Gustavo Cerati dijo “Gracias Totales” y a lo grande, cerró la historia de Soda Stéreo. Y en 2012, Roger Waters rompió todo: llenó el estadio durante 9 noches. Insuperable.

En un acto de justicia estricta, el Monumental lleva el nombre de quien lo soñó, lo impulsó, lo luchó y lo construyó: Antonio Vespucio Liberti era el presidente de River que en 1935 y contra todas las opiniones del resto de los dirigentes, decidió comprar un pajonal bajo y sucio de 83.950 metros cuadrados donde hasta 1913 se había levantado el Hipódromo Nacional y levantar allí, el estadio más gigantesco de la Argentina y de Sudamérica, con capacidad para 120 mil espectadores. Con la fenomenal aparición de Bernabé Ferreyra en 1932 y con los campeonatos ganados ese año y en 1936 y 1937, River se había vuelto demasiado grande y la cancha de madera de Alvear (hoy Libertador) y Tagle, le había quedado demasiado chica. Algo había que hacer. Y Liberti lo hizo sin reparar en gastos.

Tanto que de las cuatro tribunas, sólo pudo construir tres porque se quedó sin dinero. Durante sus primeros 20 años, el Monumental fue una herradura abierta al Río de la Plata que recién pudo cerrarse en 1958, cuando los 10 millones de pesos que ingresaron por la venta de Enrique Omar Sívori a la Juventus alcanzaron para construir una platea baja. La bandeja alta recién se completó para el Mundial de 1978. Hasta la década del ‘70, cuando las dos tribunas altas pasaron a ser plateas, podía albergar casi 95 mil espectadores. Hoy, con sólo dos populares en las cabeceras aloja poco más de 65 mil. Y mucho más que un estadio de fútbol, es una verdadera ciudad deportiva.

Porque debajo de sus tribunas añosas, hay canchas de básquet, voleibol y handball, gimnasios, una escuela primaria, una secundaria e infinidad de espacios para que hagan deporte y cultura desde los socios más pequeños hasta los mayores. En las afueras, piletas de natación, canchas de tenis, pistas de patinaje y hasta un museo, dan cuenta del presente, el pasado y el futuro de River. Nada de esto hubiera sido posible sin la visión y el empuje de Liberti para construir todo desde la nada.

Pero también sin las atajadas de Amadeo y de Fillol, el temple de Passarella, la garra de Merlo, Astrada y Leo Ponzio, los goles de Labruna, Ramón Díaz y Cavenaghi, los lujos de Alonso y Francescoli, las gambetas de Orteguita y el aporte mayor o menor de todos los que se pusieron la camiseta de la banda roja. O la celeste y blanca de la Selección. La grandeza del Monumental la hicieron y la siguen haciendo los jugadores. Y hoy cumple 80 años soportando incólume el paso del tiempo y las buenas y las malas de River y del fútbol argentino. Muchos estadios, mucho más modernos, lo superan en comodidad, servicios y tecnología. Muy pocos guardan tanta historia, tanto fútbol, tanta vida crepitando alrededor.