Desde Bella Vista, Corrientes

La noción de ruralidad construida a partir del devenir histórico de las comunidades en Argentina tiene múltiples dimensiones vinculadas a los estereotipos que se fueron creando y naturalizando con el paso del tiempo. Se puede pensar en imágenes como “la vaca”, constitutiva en la escolarización de la enseñanza de una idea relacionada al campo y las pampas de un país con fuerte anclaje en la centralidad. También se puede asociar con otro puñado de imágenes como “rancho”, “tierra”, “soledad”, “gaucho”, “arado”. Entonces conviene cuestionar si es esa la única construcción identitaria de lo rural, y si la hegemonía de esas imágenes no nos han permitido mirar lo cercano, aquello que está todos los días ante nosotros tratando de visibilizar otro campo, otra historia. 

Bajo esa tensión, surge en 2015 el primer Festival Regional de Cine Rural de la Argentina, hecho en el INTA Bella Vista (Corrientes), con la idea de proponer una pantalla para las miradas que no se ven cotidianamente, la de los jóvenes que habitan territorios rurales diversos y complejos. Poder contribuir a la deconstrucción de miradas únicas y naturalizadas sobre lo rural, desde el enfoque de la educación popular y los procesos asociativos emergentes, forma parte del desafío. Las políticas públicas para el sector audiovisual, implementadas hasta el 2015, tuvieron un alto impacto en el desarrollo de este espacio y otros que se fortalecieron en todo el nordeste argentino.

Durante las primeras tres ediciones se proyectaron una diversidad importante de trabajos que estaban producidos pero sin haber logrado pantalla en muchos casos. Se trataba de material financiado por políticas públicas como el Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos que funcionó hasta 2015 en Argentina. Documentales, series de televisión, ficciones, cortometrajes, realizados por trabajadores del audiovisual regional independiente, organizaciones sociales, productoras comunitarias. Muchas historias registradas que no habían llegado a las pantallas de la región, lograron el encuentro de nuevas miradas

El festival convoca a escuelas rurales y organizaciones populares, que también aportan su relato de historias, luchas y culturas. Un caso emblemático es la Escuela 846 de Paraje Cebollas, distante a unos 30 kilómetros de Bella Vista, quienes cada año –educandos y educadores– llegan al festival con su cortometraje para describir su realidad. Esa enunciación desde el audiovisual permitió que muchas personas conozcan y se reconozcan en las historias narradas: el viaje cotidiano hacia la escuela, muchas veces a caballo y ahora en colectivo gestionado por la propia comunidad, el relato de la capilla de San Isidro Labrador como referencia de una creencia profunda y honesta, y la última ficción que presentaron sobre la suerte y el destino.

Más de tres mil jóvenes pasaron por este espacio revolucionario para ver cine regional, y en la edición que viene se espera una masiva presencia nuevamente. Precisamente, del 13 al 15 de junio, se realizará el cuarto Festival Regional de Cine Rural, organizado por el INTA Bella Vista y la productora Carambola Cine, bajo el lema en voz guaraní “Cháke mitârusu oku’e” (Ojo, jóvenes en movimiento). Además cuanta con el apoyo de los municipios locales, ministerios provinciales, universidades, el gremio APINTA, empresas de la región y organizaciones sociales como el grupo agroecológico Tres Colonias. Confirmaron su participación artistas como Dafne Usorach, cantautora cordobesa; Mariano Luque, cantautor riojano y Seba Ibarra, músico y compositor chaqueño.

El fortalecimiento de este espacio de autogestión cultural es algo para destacar y poner en valor por todo lo que implica visibilizar una realidad tan potente. En 2017, la cineasta argentina Lucrecia Martel participó del festival al regreso de Venecia, donde había presentado “Zama”. Pero a la siesta correntina fue para mostrar un cortometraje titulado “Leguas”, del proyecto “El aula vacía” coordinado por Gael García Bernal, que pone en debate el asesinato del comunero diaguita Javier Chocobar, en el norte tucumano.

Martel destacó que “la narración audiovisual tiene que servir para visibilizar historias que se pretenden ocultar, y para eso es necesario aprender a mirar los conflictos para luego registrarlos”. Más adelante dirá que “habría que hacer un festival donde las películas no se pelearan, ¿no? Que las películas dialoguen, pero no compitan. Quiero un festival donde solamente las celebren”. Y en eso andamos Lucrecia, en eso justamente.

Por René Oviedo: Licenciado en Comunicación Social, INTA Bella Vista / Festival Regional de Cine Rural  [email protected]