Shakespeare nos transmite la vida miserable, cercana a la locura, que debe sobrellevar su personaje, el rey Lear, a causa ceder, a dos sus hijas, la potestad de las acciones que corresponden a un Rey en su reino (“…hemos resuelto abdicar en este instante las riendas del gobierno, entregando en vuestras manos los derechos de nuestros dominios y los negocios de estado...”).

Lear suponía que su autoridad estaba por encima del ejercicio del poder. No advirtió que era la responsabilidad sobre los actos de gobierno lo que garantizaba su poderío y no una condición natural, más allá de todo. 

Este equívoco lo llevó al rey Lear a pretender que una vez abdicadas las obligaciones, el amor de sus hijas (“...decidme cual de vosotros ama más a su padre...”) naturalmente le proporcionaría la dignidad de sus derechos  (“... para mí conservo los honores del rey y las rentas...”) Pero sus hijas Goneril y Regan, una vez en el poder, rompen su promesa de reconocimiento y destierran a su padre del reino, convirtiéndolo en un paria. Lear reprocha a sus hijas la traición y la falta de amor, pero no se responsabiliza de su acto principal: la cesión de su poder.

Lear se identifica con el pueblo y lo caracteriza como (“los desheredados”), igualando sus circunstancias a la de él. Describe a su pueblo en forma equivalente a muchos pueblos del subdesarrollo actual (“...pobres y desnudos desgraciados donde estén que enfrentan los ataques de la impiadosa tormenta; ¿cómo harán sus cabezas, sus flancos descarnados y sus agujereadas vestimentas para defenderse de estaciones como esta?...”)

(“...los desheredados...”): implica la quita de lo destinado al pueblo y del cual dice que no es natural su estado de pobreza ni la riqueza de los otros (“...lejos de mí, vestiduras extrañas al hombre, vanos disfraces de la de la triste humanidad...”) sino que es consecuencia de la avaricia (“... lujo devorador, ve ahí tu remedio...”)

(“... ¿Qué sucede cuando lo que tomamos por entendimiento esta errado o pervertido?...”)  

En Lear conjeturamos un quiebre de la función paterna, en tanto le resulta insoportable la sexualidad de sus hijas, que lo lleva a ceder su poder a cambio de ser el único objeto de amor de ellas y así sobreponerse a su quiebre. Goneril y Regan acceden al pedido del padre ocultando así sus aviesos intereses, mientras que su hija Cordelia lucha por el deseo de independizar su sexualidad del padre, evidenciando el quiebre de este. Verdad que ciega a Lear, convirtiendo a Cordelia en la acreedora de su odio (“... mejor muerta que objeto de mi furia...”) y reprime a los súbditos que le advertían de la obvia intención de engaño de sus otras dos hijas y se oponían a la cesión del poder (“...armado está el arco y tendida la cuerda, evitad la flecha...”).

Del lado de lo social: ¿La sexualidad que se explicita en el discurso del subdesarrollo, implica formas diferentes de los actos de la conciencia social?

Sabemos que un territorio para ser país debe ser soberano. Esto requiere de un cuerpo político y económico que no ceda el poder de la soberanía de las riquezas, de la cultura, de la ciencia, en la creencia de que el amor, de los países dominantes, les donarán la soberana dignidad que tanto cuesta conseguir y sostener.

Sabemos que un país soberano se sostiene en un pueblo responsable de lo que implica el empoderamiento: ningún derecho o bienestar económico se genera  si no se lucha constantemente por él y se los pierde si no se cumple con la ley y las obligaciones para mantenerlos. 

El concepto lucha de clases escenifica que el poder es un ejercicio constante y en presente. No es un acto único, ni para siempre. Cuando de un lado se cede el ejercicio del poder, del otro lado alguno lo ejerce.

(“Los deseheredados”): Esta identificación muestra que ya Shakespeare consideraba que una de las causas de ser parias en el concierto mundial, es la cesión del poder soberano hacia amos nacionales y extranjeros. Pero, aun aceptando que un país esté alborotado o en crisis, no alcanza para explicar que mueve a un pueblo a entregar el poder de su razón y acción, a los lobos, para cuidar el gallinero.

Sea por comodidad, desinterés, fastidio, temor, odio, desilusión, angustia o por beneficio, por lo que sea, el relato de sumisión y de ilusión de las mayorías del subdesarrollo, aceptando las relaciones carnales con los países dominantes, como modo de adquirir dignidad, deja al imaginario social bajo las formas lógicas del Síndrome de Estocolmo (la víctima empatiza con el abusador).

Ante las evidentes dificultades históricas de nuestra organización política, social y económica, el actual gobierno tiene una propuesta estratégica: achicar el Estado, que no es gastar menos dinero del erario público, de hecho se gasta más, ahora con mayores remesas hacia el exterior o por fuga o pago de  intereses, según B.O.R.A. y B.C.R.A.

Achicar el Estado es ceder su poder soberano, es vaciarlo de la potencia creadora y reguladora atacando el corazón del Estado, su simbología: la dignidad del sujeto de derecho, el trabajo, la solidaridad, la ley, la educación, la salud, la justicia, la represión de los delitos de los grupos económicos, etc. Todo por amor. 

Como hizo el rey Lear, el gobierno solo reprime a quienes se oponen a la entrega del poder soberano.

(“... ¡Guarda tu soberanía!... Enmienda en más maduro juicio tu monstruosa imprudencia...”)

 

* Psicoanalista.