La Marcha Federal por Pan y Trabajo representó un preocupante reclamo de aquellos que viven y sobreviven en la base de la sociedad. Fueron miles los que llegaron luego de varios días de viaje. Los había de todas las provincias pero también del populoso conurbano bonaerense. LLegaron cargando broncas, frustraciones y la exigencia de una mejor vida. Sin embargo, había algo en común en las diferentes columnas que bien podría ser contradictoria y era la alegría de estar juntos, de compartir este momento de lucha. Algo de eso expresan estas historias de vida. 

  • Mar del Plata: Gisella milita en la CTEP en Mar del Plata y junto a sus compañeros llegó hasta la ciudad para participar de la marcha. “Queremos que esto cambie porque la situación está cada vez peor”, dice ante una consulta de PáginaI12. Mientras sostiene parte de la extensa pancarta que lleva impresa la frase “La inflación nos come y en los barrios no se come” dice que tanto el gobierno nacional como el provincial han recortado los beneficios y por lo tanto “no nos alcanza para abastecer los comedores al que cada día llegan más chicos”. Mientras la columna comienza a moverse con destino a Plaza de Mayo advierte que no sólo van a reclamar sino a exigir que el Congreso trate las cinco leyes que reclaman los movimientos sociales y mientras enumera con los dedos dice: “es la de emergencia alimentaria, la urbanización de nuestros barrios, la participación de las cooperativas en Infraestructura Social, agricultura familiar y la ley de adicciones. Eso nos ayudaría mucho”, insiste mientras apura el paso. 
  • Jujuy: Sole, Noemí y Lili llegaron desde la capital jujeña. Llevan sus banderas y en sus buzos se puede leer que militan en el Movimiento de Trabajadores Excluidos. Van cantando las consignas pero de repente quedan petrificadas porque están a un metro de Juan Grabois. Lo abrazan, lo besan y se fotografían. El les pregunta como están y cómo fue el viaje. Una de ellas le responde que “el vuelo estuvo fantástico” y lanza una carcajada que contagia a todos. “Es nuestro”, afirman luego al unísono. Sobre sus vidas en Jujuy dicen que “cada día es peor. Somos vendedoras ambulantes, la inflación nos perjudica porque la gente no gasta y encima el gobernador (Gerardo) Morales nos combate, no nos deja trabajar en la calle”.
  • Colectiveros: A un costado de la plaza flamean las banderas de la Línea 60. Esteban es uno de los trabajadores de esa empresa histórica y conflictiva. “Vinimos a apoyar a los movimientos sociales. Ellos son tan trabajadores como nosotros y tenemos que estar juntos para pararle la mano a Macri”, dice y señala que le preocupa la inflación pero también la reforma laboral que impulsa el Gobierno. “Hay que hacer un paro ya y si la UTA no se suma lo haremos los trabajadores porque tenemos que defendernos de este gobierno”, dice y sus compañeros, que lo escucharon en silencio, asienten y respaldan sus dichos.
  • Sobrevivientes: Lorena vive en Garín y milita en Barrios de Pie, uno de los movimientos sociales que organizaron la Marcha Federal. Con una voz muy tenue dice que vino porque quiere que se termine el ajuste. “El barrio es un desastre, cada día que pasa alcanza menos la plata y nos pasamos los días sobreviviendo”, pero no pierde la esperanza porque cree que “en algún lugar del corazón el Presidente nos entienda y no haga el ajuste”. Se sonroja con su afirmación pero dice que todos tienen la posibilidad de recapacitar y cambiar pero hasta ahora “nos gana la angustia porque todos los días nos llega más gente pidiendo que le demos de comer. Es que no hay trabajo”, relata.
  • La calle: Silvia llega todos los días a las cuatro de la tarde a la ciudad de Buenos Aires y comienza a recorrer una y otra vez las calles del barrio de Palermo. Es “recuperadora”, el término que usa el gobierno porteño para no llamarlos cartoneros. Silvia vino con un grupo de compañeras y dice que “vivimos luchando todos los días por la comida y vinimos a la marcha porque encima que cada día recolectamos menos cartones ahora Macri nos quiere cagar con los incineradores”, asegura. Sus compañeras le dicen algo al oído y ella retoma sus dichos para sostener que el incentivo que reciben del gobierno de 5400 pesos no aumenta y a pesar de que recorren las calles cada vez obtienen menos dinero por lo que reciclan: “Con suerte llegamos a juntar 9 mil pesos que no es suficiente para vivir y mandar los chicos a la escuela”, señala y reconoce que le tiene bronca a Macri porque “no nos escucha, no le interesan los pobres”.
  • El almuerzo: Dice llamarse Pablo y carga consigo solo un bolso. Se sienta, mira la plaza durante un par de minutos para volver a su bolso de donde extrae dos hamburguesas cocidas pero frías. Se incorpora y le pide a PáginaI12 que le cuide el bolso y se va a un puesto de venta de choripan. Habla y habla con los vendedores hasta que le entregan un pan. Regresa, agradece el cuidado de sus pertenencias. Con cuidado arma la hamburguesa y cuando va darle el primer mordisco se detiene: “¿Quiere jefe?”, le pregunta a este diario y agrega: “Dele que estos días con gente como mucho mejor. Siempre me tiran algo”, afirma y sonríe. Es uno de los caídos del sistema que la Marcha Federal busca recuperar.