La masividad de las marchas feministas, desbordantes de jóvenes y adolescentes con pañuelos verdes, parece que asusta. Ahora que sí nos ven ... –como dice uno de los cánticos que se repiten en las movilizaciones–, buscan descalificar nuestros reclamos, debilitar nuestra potencia. La enorme presencia en las calles del movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans es una marca de época. Emociona. Pero a la vez perturba a quienes se sienten amenazados por esta marea que nos saca del lugar de víctimas. Interpelamos al poder, en todos los ámbitos, reclamamos derechos y exigimos políticas públicas para que los garanticen. Marchamos contra los femicidios y las violencias machistas, porque nos siguen matando, violando y acosando por ser mujeres, pero también luchamos para poder decidir sobre nuestros cuerpos: cuando y con quien tener sexo y en qué momento, si queremos, llevar a término un embarazo. La maternidad forzada también es violencia. Cuando el Estado no garantiza un aborto seguro, nos violenta. La clandestinidad mata. Por eso decimos “Sin aborto legal, no hay NiUnaMenos”. 

El color verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito tiñó la marcha de ayer, la cuarta de NiUnaMenos. Hubo espontaneidad pero también organización. Y mucha. El lugar preponderante del reclamo por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, a días de la votación histórica en la Cámara de Diputados, se decidió en sucesivas y nutridas asambleas abiertas, con referentes de un amplio espectro de organizaciones. Como también se consensuó que otra de las consignas de la movilización sería “contra el FMI, el ajuste y la deuda”. Pero parece que solo podemos hablar de violencia machista. Si nos mostramos deseantes y ampliamos nuestros reclamos, incomodamos. Parece también que no podemos hablar de economía. Las mujeres de los sectores más vulnerables son las principales afectadas por las políticas de ajuste: la desocupación es más alta entre la población femenina, del mismo modo que son las mujeres las que acceden en mayor medida a los trabajos más precarizados y peor pagos. Y cuando se retrae el Estado se recortan primero las políticas de género. El Gobierno todavía adeuda la implementación del patrocinio jurídico gratuito para víctimas de violencia machista y la plena implementación de la Educación Sexual Integral, dos reclamos de la primera marcha de NiUnaMenos, de 2015. Las cifras de femicidio siguen siendo escalofriantes. La Justicia sigue siendo patriarcal.

Las mujeres nos convertimos en actor político y eso asusta. Dicen que nos fracturamos. Pero el feminismo no se mancha. Lo personal es político. Toda manifestación que interpela al poder es política. No somos una nota de color una vez al año. NiUnaMenos es más que una consigna en una remera o en un cartel. Es una forma de transitar por el mundo. Y lo está haciendo temblar.