El riesgo nació de un vino que Agustín Argento, periodista y melómano, se estaba tomando con un amigo. Relajado, escuchó un disco raro, impactante a primer oído. Luego se sumergió en él, y pensó que su sola historia bastaría para hacer un documental. Claro, no son muchos los trabajos de rock argentino que dan para tal travesía. Un par, apenas. Y uno, el que más: Miguel Abuelo et Nada, legendario delirio de Abuelo que, además de temazos como “Señor Carnicero” o “El muelle”, tiene mil puntas de las que agarrarse para replegarse sobre sí, y entregarse a una revisión minuciosa. Uno: fue publicado en Francia, absolutamente alejado del sórdido pasado argentino (1975). Dos: los temas de Miguel no tienen la impronta folk-psicodélica de los primeros Abuelos (los de fines de los sesenta), pero tampoco el talante pop posterior… es un disco de rock and roll pesado, viscoso, lisérgico y lacerante. Tres: quienes acompañan a Miguel representan una variopinta galería de personajes disímiles: Daniel Sbarra, violero argentino que luego pasaría a Virus; Elizabeth Wiener, actriz e inquilina de la casa parisina y descontrolada que funcionó como hervidero de “los Et Nada”; un chelista clásico chileno de nombre Carlos y apellido Beyris; el artista Víctor Kesselman, el pintor Ricardo Mosner y Pinfo Garriga, bajista. Ingredientes de sobra, al cabo, para transformarlo en película. 

Eso sí, había que completar con imágenes de archivo que, casualmente, no había. “Fue el mayor problema, sí. No las hay, por la época, por las características de los protagonistas, por la locura, en fin… lo único que conseguimos fueron quince fotos”, cuenta Argento, que realizó el trabajo junto a Facundo Caramelo y Juan Manuel Muñiz Oribe. ¿Cómo resolvieron lo demás?, jugando –o no– a que las imágenes estaban y, dado el caos del momento, se perdieron. “Kesselman, amigo del grupo y protagonista del documental, nos dijo que perdió quince cajas con fotos, literal”, refiere el periodista que, además de codirigir la peli, se encargó del guión y la producción. El principio motor, entonces, estaba dado. “La falta de información fue causa suficiente para hacer la película. Soy periodista, y me llama más la atención la falta de información, que la existencia de ella”.

Miguel Abuelo et Nada, el documental  –así se llama– se estrena mañana a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) y consiste en un movedizo péndulo entre músicas, imágenes, videos y testimonios que dan cuenta del momento más extraño, caótico, creativo y vital en la vida de Abuelo. Argento fue a buscar testimonios de Pipo Lernoud (que evoca el origen de su tema “Estoy aquí parado, sentado y acostado”), Alfredo Rosso (considera Et Nada a la altura de cualquier disco de rock inglés de la época) Juanjo Carmona (cuenta por qué se fue Miguel a Europa), y archivos del mismo Abuelo, para adobar una historia, que tampoco se podría contar sin remitir a la incidencia de Moshé Naim, el productor francés que, como explica en su aparición, se movió mucho para publicar el disco. 

“Cuando Naim se cruzó con Miguel lo pensó como una especie de diamante en bruto, ¿qué hace éste tipo acá, tocando en la calle, sin ningún tipo de técnica vocal o musical, pero con un poder de creatividad y carisma enorme?... De hecho, Naim se murió pensando que Abuelo era como un Mick Jagger argentino. El tipo les compró instrumentos a todos los músicos que tocaron en el disco, e incluso le pagó el pasaje a Diego Rodríguez –el baterista– para volar de La Plata a París y grabar. “Fue un proyecto estrambótico”, refrenda Argento. “Estamos hablando de pibes que no tenían dónde caerse muertos, y todo en medio de un contexto de libertad cultural y sexual, producto del Mayo Francés, el hippismo y esa cosa sufí, que Abuelo curtía de joven”.

La película, que ya recorrió el festival internacional de Lima, y el latinoamericano de La Plata, además de ser proyectada en las Universidades de Córdoba y San Luis, dura 60 minutos. “Lo justo y necesario”, según Argento, cuyo próximo trabajo será sobre la historia del sintetizador vista desde la Argentina. “En un principio iba a durar dos horas, pero nos dimos cuenta de que iba a ser un bodrio supino. Luego nos dimos cuenta de que el disco se podía contar en 40 minutos, pero la traba acá era que el mediometraje no tiene mucho plafón en los festivales. O vas a un corto, o vas a un largo… y fuimos al largo más corto”, se ríe el guionista, cuya luna de miel en París sirvió de excusa para hacer las entrevistas. 

–Todo por amor a Miguel…

–Y a la música, al periodismo, al cine, a la aventura, porque esta película es una aventura. Además resultó en que me contactó una productora de Lleida, España, que les compró los derechos del disco a los herederos de Naim para reeditarlo, junto a otros trabajos de Violeta Parra y Paco Ibañez. Otra vuelta inesperada, digamos.