El gobierno sabe hace un tiempo largo que las Lebac son un problema latente en el modelo, el cual, en el nuevo escenario financiero global de dólares caros, tiene los días contados. En ese contexto, cada cuestión menor puede desatar una crisis cambiaria, aunque en verdad lo que falla no es otra cosa que el propio modelo. En esta ocasión, el disparador fue la impericia del gobierno en intentar gravar la tenencia de Lebac a extranjeros. Este ruido, que en un modelo de regulación y control de flujo de capitales no hubiese generado mayores problemas, en el actual fue decisivo. 

Fue el propio gobierno quien desreguló la entrada y salida de capitales especulativos para hacer los deberes para convertirse en una economía “emergente”. La cuestión es que el JP Morgan, uno de los principales actores del modelo macrista, decidió liquidar Lebac y dolarizarse. En situaciones normales de “flotación cambiaria”, ese banco colocaría una o varias órdenes de compra de dólares en el mercado de cambios. Al tratarse de una suma superior a los 500 millones de dólares, y dada la poca profundidad y volumen del mercado de cambios local, eso hubiese hecho disparar la cotización de la divisa. Sin embargo, allí comenzó la sugestiva intervención del BCRA.

“Sugestiva” porque, como quedó de manifiesto dos semanas después, el BCRA supo desde el principio que el precio final del dólar era 25. Sin embargo, el Central se apuró en desembolsar de las reservas más de 500 millones de dólares, y lo hizo al precio que el JP Morgan solicitó: 20,5 pesos. Ante semejante operatoria, y a tal bajo costo, se despertó el apetito de otros inversores y se armó una mini-corrida que el BCRA convalidó vendiendo siempre al precio ofertado por los compradores, que para anticiparse entre sí fueron subiendo la cotización ofertada. Por eso, durante varios días, la paradoja fue perder reservas y que el dólar suba, cuando en general la aparición del BCRA en el mercado de cambios congela todas las intenciones compradoras. Esto se da por el curioso operar del BCRA, que en vez de colocar una orden de venta exageradamente grande y fijar el precio de “techo”, fue convalidando los micro aumentos y entregando dólares baratos a los primeros que llegaban al mostrador. 

Otra cuestión importante: los pesos para financiar esa corrida salían principalmente del desarme de Lebac de los grandes operadores en el mercado secundario. Distinto fue el caso de los inversores minoristas que suscribieron Lebac en la licitación a través de su homebanking, dado que los mismos no pueden operar en el mercado secundario (por capricho de los bancos que no lo permiten) y quedaron atrapados hasta el vencimiento. Estos veían día a día como su tenencia en pesos se derretía mientras los grandes se llevaban las reservas del BCRA a precios subsidiado. Tomando como ejemplo el tramo corto de la última licitación antes de la corrida, el ahorrista que con sus ingresos registrados había comprado una Lebac acumuló una pérdida en dólares próxima al 20 por ciento. A ellos, lo inversores más débiles, castigó la política de amigos del Banco Central. 

Lo que sucedió en el medio fue casi insólito. El BCRA estuvo dos semanas haciendo políticas de cantidades (cambió la PNG, o sea, la dolarización que le permite tener a los bancos, subió las tasas de interés, vendió reservas en cantidad, redujo los encajes en pesos), pero sin fijar una sola referencia de precio. Por eso la corrida seguía. Al no haber precio, el mercado siguió tirando de la cuerda sobrepasando todas las medidas del Central y tirando para arriba la cotización.

Finalmente, el precio apareció. Dos semanas después, ya con minoristas castigados, tasas siderales, casi 10 mil millones menos de reservas y ahorristas retirando dólares del banco -esto se ve claro por la caída de encajes en dólares-. Era 25, siempre fue 25 pesos por dólar. ¿Cómo apareció ese precio? Simple, como aparece siempre en estos casos. El BCRA puso una orden de venta de 5 mil millones de dólares en 25 pesos por unidad, y fin de la historia. Ahí está el precio, el mercado lo entendió, los minoristas tal vez también, pero para ellos ya era tarde.

Pero la cosa continua, porque la perversidad fue aún mayor: el máximo valor del dólar se alcanza 24 horas antes de que se renueven las Lebac; es decir, el BCRA castigó al tenedor minorista hasta el último día. La jugada fue la siguiente: luego de perder 20 por ciento de su capital, el minorista no renueva y se va al dólar (que ya está en su techo): compra dólares con la noticia, caro, tarde, a destiempo. En cambio, pierde una tasa elevadísima que convalida el Central en las nuevas Lebac, a la que se le sumará una estabilidad cambiaria temporal. 

Esto equivale a ser un negoción en dólares. Al minorista le hicieron pagar la fiesta y lo dejaron afuera del negocio. Su lugar en el stock de Lebac lo tomaron los grandes actores, que sabían de la jugada del Central. Eso explica porque la colocación fue un éxito: se adjudicó el 100 por ciento, sólo que cambiando la composición de minoristas por grandes actores. Estos últimos pusieron su plata en Lebac y aprovecharán 30 días de estabilidad cambiaria devengando una tasa en pesos sideral (de las más altas del mundo). 

Lo triste de esta situación es que habrá otra crisis de este tipo en unos meses en tanto no cambie el modelo de desregulación financiera. De aquí en adelante tampoco el gobierno podrá apelar a la confianza inversora del minorista porque lo ha estafado. Al ya exagerado nivel de dolarización de los ahorros se suma ahora también un antecedente relevante que destruye toda confianza de los ahorristas medios en nuestra moneda. Esto puede no ser nuevo, cierto, pero no deja de ser un importante track record para un gobierno que se supone sabe de mercados y finanzas

* Coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).