El tiempo suele ser utilizado para dejar en el olvido situaciones penosas, en algunos casos, o para esperar con serenidad el momento del resurgimiento, en otros. Lo que le tocó vivir al seleccionado argentino de fútbol en los últimos cuatro años es un punto donde también pueden combinarse ambas vivencias, luego de lo que provocó la derrota ante Alemania en la final de la Copa del Mundo de Brasil. El 13 de julio de 2014, en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, se comenzó a transitar un camino que recién brindará la posibilidad de poder borrar aquélla imagen el sábado próximo aquí en Moscú, cuando el conjunto nacional enfrente a Islandia por el Mundial de Rusia. Lo que aconteció en el medio de estos dos partidos tiene similitudes a una odisea, que finalmente permitió que Argentina pueda estar nuevamente en la cita más importante.

Argentina regresó ese día a una final del mundo luego de 24 años, ante el mismo rival que en 1990, y con el mismo desenlace. El gol de Mario Götze en el tiempo suplementario dejó un vacío profundo, pero nada comparable con lo que llegó más adelante.

El técnico Alejandro Sabella, luego de meditarlo unos días, decidió dejar la conducción del equipo. El trabajo realizado por él no era cuestionado, pero una enfermedad que lo aquejaba desde 2013 lo llevó a tomar la decisión de no continuar. Los días eran agitados para la Asociación del Fútbol Argentino, y cuando recién se estaba asimilando la determinación de Sabella, el fallecimiento de Julio Humberto Grondona, presidente de la AFA desde 1979, terminó de provocar un sismo aún mayor. La acefalía no era sólo deportiva, sino que también era dirigencial a partir de ese momento. 

La línea de sucesión le correspondía a Luis Segura, quien era vicepresidente primero. El directivo del club Argentinos era el mismo que había sido captado por distintas cámaras vendiendo entradas para ver a la Selección en Brasil, en el hall del hotel donde se hospedaba. Esos tickets tenían el sello de “protocolo”, que se entregan a todas las comitivas mundialistas de cada país, y él decidió canjearlos por dinero a fanáticos que se encontraban desesperados por ver al seleccionado. De todas maneras, él encabezaría los destinos del fútbol argentino.

Con la conducción de Segura se resolvió ofrecerle el cargo de director técnico a Gerardo Martino, quien era el preferido de Grondona, y tenía el aval de Lionel Messi y Javier Mascherano, que habían sido dirigidos por Martino en el Barcelona español. La llegada del ex entrenador de Newell’s implicaba un cambio en el estilo futbolístico, de acuerdo al sistema que presentaba Sabella. La primera prueba oficial de Martino fue la Copa América de 2015, y si bien tuvo un desempeño aceptable, no pudo obtenerla en la final frente al local, Chile, en julio de ese año, al perder 4-1 en la definición por penales luego de empatar en cero. 

El entrenador inició ese año las Eliminatorias Sudamericanas con una derrota frente a Ecuador, en octubre, mientras afuera de la cancha se preparaba la elección en la AFA, que tenía como fecha el 3 de diciembre. Segura disputaría su lugar con Marcelo Tinelli, que asomaba como el futuro dirigente.

El acto quedó en los anales por haber terminado con un empate en 38, luego de que hayan votado 75 asambleístas. Los intentos por unirse entre los candidatos fracasaron, y  no se vislumbraba una salida clara. Como los enfrentamientos iban en aumento, y ante la falta de representatividad, la Federación Internacional (FIFA) decidió intervenir y designó un Comité de Normalización, que quedó a cargo de Armando Pérez, ex presidente de Belgrano.

La Selección comenzó el 2016 con problemas para afirmarse en la clasificación, y llegó a la Copa América Centenario con varios interrogantes. El equipo nuevamente llegó a la final del certamen, que se jugó en Estados Unidos, y en el último paso perdió por penales (4-2) otra vez ante Chile, después del empate sin goles en Nueva York. El golpe más fuerte fue la renuncia de Messi a seguir jugando en la Selección, abatido por los cuestionamientos y la acumulación de frustraciones.

El Comité de Normalización no se podía poner de acuerdo en muchos temas, mientras el seleccionado Sub 23 tenía que prepararse para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El plantel no podía entrenar debido a que los clubes no estaban dispuestos a ceder a sus hombres más importantes, y ante la falta de reacción de los dirigentes Martino resolvió dejar su puesto a poco más de un mes para la competencia. El tiempo apremiaba y se decidió que Julio Olarticoechea, campeón del mundo en 1986 y que ya estaba trabajando con los seleccionados menores, se haga cargo del Sub 23. 

Armando Pérez eligió a Edgardo Bauza, que estaba trabajando en San Pablo de Brasil, para ocupar el lugar de Martino, unos días antes de que el equipo de Olarticoechea quede eliminado en la primera ronda de los Juegos Olímpicos. Una vez más, Bauza auguraba otro esquema futbolístico para los mayores, en las antípodas de lo que encaraba Martino. El esfuerzo más grande era lograr el retorno de Messi al seleccionado, a partir de que sin él se haría muy difícil lograr la clasificación. El rosarino, luego de unas largas vacaciones, cedió ante la insistencia de Bauza y de la dirigencia y retornó al seleccionado. El técnico, en el momento de aceptar el cargo, no se imaginó las complicaciones que tendría para encarrilar el rumbo del equipo, y la presencia en el próximo Mundial estaba en riesgo. 

El Comité de Normalización consigue finalmente determinar que en marzo de 2017 se elija nuevo presidente de la AFA, y como el único candidato que se postuló fue Claudio Tapia, que contaba con el aval de la mayoría de la dirigencia, fue nombrado el 29 de ese mes. Argentina estaba afuera de los cuatro puestos que otorgaban el lugar directo hacia Rusia, y la primera decisión de Tapia fue despedir a Bauza de la Selección Argentina. El hombre señalado era Jorge Sampaoli, quien se encontraba conduciendo a Sevilla de España. Las negociaciones no fueron sencillas, pero fue oficializado el 1° de junio de 2017 como director técnico, con un contrato de cinco años, hasta la Copa del Mundo de Qatar 2022. El santafesino tenía la misión de clasificar a Argentina para Rusia, y había poco margen en las eliminatorias. El debut fue el 31 de agosto frente a Uruguay, en Montevideo, y el partido terminó igualado sin goles. Los empates ante Venezuela y Perú, ambos de local, hacían todo más difícil, y quedaba ir a Ecuador para lograr la hazaña en Quito. 

Messi convirtió tres goles esa noche, y el 3-1 final le permitió a Argentina debutar en el Mundial el sábado próximo ante Islandia. Entre los encuentros amistosos disputados este año hubo uno que dejó una huella marcada: España goleó 6-1 y ese golpe se sintió fuerte en la intimidad del plantel argentino. El duelo suspendido finalmente ante Israel dejó consecuencias diplomáticas para el país, pero salió lo que pretendían tanto el técnico como los jugadores, que era no viajar a Jerusalén antes del desembarco en Rusia. 

Con la lista definitiva de 23 hubo que hacer incorporaciones inesperadas por las lesiones de Romero y Lanzini, dos que parecían tener un lugar seguro entre los titulares, como para agregar más inestabilidad. Y así llegará el 16 de junio de 2018. Desde el duelo ante los alemanes en Brasil pasaron cuatro años, pero para Argentina fueron muchos más.