La historia de Aldo García es la de cualquier joven de ideales revolucionaros que se cree capaz de comerse el mundo pero, en su voracidad, termina empachado. ¿Cómo volver a ser el mismo cuando las utopías fracasan y la única salida es pidiéndole una bendición al sistema? El escritor y agitador cultural Gito Minore lo desgrana en la flamante novela Doble fila, su primera incursión en el género, aunque al mismo tiempo el título número 30 de Clara Beter, la editorial que fundó en 2012 junto a su compañera María Inés Martínez.

La idea se le rebeló a Gito una noche de 2005 en la que recitaba sus poemas en un bar de Palermo donde indistintamente subían al escenario bailarinas árabes e imitadoras de Gilda. “En medio de ese quilombo, mientras leía mis poesías, me pregunté qué pasaría si, de golpe, entraban a robar”, explica Minore, quien acredita muchísima más experiencia en la poesía que en la prosa. Ese ejercicio ucrónico de carácter fundante se homologa con el mismo que aplica Aldo García, el protagonista de su novela: ¿qué pasaría si en verdad la revolución que planteaba su generación hubiese triunfado?

Con un lenguaje ágil y picaresco, rico en efectivos guiños tragicómicos, Gito plantea la frustración de aquel que pierde la gran batalla de su vida y debe conformarse con pequeñas conquistas como comprarse un taxi para que lo maneje otro y así vivir de rentas o emplearse en una cadena multinacional de librerías y emocionarse con los ascensos que ésta le ofrece a medida que cumple el objetivo de vender, vender y vender. Aunque, de manera subyacente, Aldo también observa que puede generar una pequeña influencia sugiriendo libros que considera indispensables.

Aldo García pertenece a la juventud de los ‘70, que no es precisamente la del autor, aunque Minore proyecta un ejercicio de empatía interesante: “El que es joven pero se aproxima a la edad en la cual deja de serlo comienza a verse seducido con la idea de enseñarles a los que son más chicos que él. Pero los jóvenes están en otra. O, más aún, no tienen ganas de ser alumnos, sino más bien de ser protagonistas”.

A Gito Minore, que ya peina los 40 años, nadie le tuvo que susurrar cómo sueña la juventud que sucede a su generación: la miró a los ojos durante los siete años que lideró el Centro Cultural La Imaginería y vio desfilar a centenas de artistas. Entre los numerosos eventos que él y María Inés organizaron en ese espacio del barrio de Boedo se destaca el ciclo Poesía debajo de la Autopista, que superó las cien ediciones, muestras de teatro y la ya consolidada Feria del Libro Heavy.

Además, claro, de la editorial Clara Beter que surgió como plataforma de sus propias obras y luego de ajenas. “Siempre fui inquieto y gestor de mis ideas, me gustaba ir a una imprenta, luego a ver a un diseñador y posteriormente vender los libros por plazas y hasta playas, aunque al principio no eran más que fanzines abrochados. Pero sucedió que después varios me venían a preguntar cómo se hacía y ahí me sugirieron editarlos”, comenta Gito.

Al igual que a muchos argentinos, 2018 le deja a Minore un sabor extraño. Por un lado editó Doble fila, su primera novela, aunque al mismo tiempo acaba de ser desplazado de La Imaginería. “Es un centro cultural emplazado en un complejo de canchas de fútbol. Nos prestaron el lugar por plazo indeterminado pero nos acaban de avisar que debíamos irnos sin tiempo ni siquiera para reubicar las mesas o sillas, que tuvimos que regalar”, explica. “Nos dijeron que necesitaban el lugar para hacer reformas y dárselas a un espacio político. Sé que esto no me duele a mí solo: mucha gente se quedó sin lugar para leer su poesía o expresar lo suyo. Al igual que Aldo, el protagonista de mi novela, veo que nuestra pequeña revolución se aleja de las manos... aunque voy a tratar de no terminar como él.”