Un documental producido para Netflix llega al quirófano de la reasignación de sexo de Ariana Cano, la conductora que, pese a su pasión por la radio, dice haber hecho del registro audiovisual una herramienta para su militancia (desde el Brujito Maya hasta Nelson Castro son parte de su historial fílmico). Esta vez no se trata de hablar sentada en una silla de su casa como sucedió en la primera grabación hecha por la productora (Mora Tarnofsky), si no de permitirle entrar ahí, donde trabaja el bisturí, donde lo morboso corre el peligro de asomar. El lado B de este proyecto, dice, es que su testimonio, junto con el de otras tres personas trans latinoamericanas, ayude a combatir los miedos y los prejuicios que rodean este tipo de intervenciones. Horas antes de la operación médico-mediática, Ariana Cano habló con Soy: “Me opero en la clínica De la esperanza, cinco días después me dan el alta. Lo que sigue son quince días muy quietita, sin hacer esfuerzo y hacer unos ejercicios con unos tutores, que son unos consoladores, porque es un agujero antinatura y lo que tenés que lograr es que no se cierre. A los dos meses ya puedo empezar a tener relaciones sexuales. Netflix va a seguir todo este proceso”.

¿Cómo llegaste a Netflix o cómo Netflix llegó a vos?

-Una compañera de trabajo del INADI me comentó que hacía un año y medio que había hecho el pedido para hacerse la operación de reasignación y que no se la daban. Le pregunté cómo pensaba pagarla. ¿Viste en esos momentos en que te olvidás que existe la Ley de identidad de género y que te puede cubrir la obra social? Y me dijo que en la cartilla de UP está Belinky, uno de los dos médicos que operan en el país. Pedí turno. El tipo me revisó. A los 40 días me llegó un mail diciéndome que estaba autorizada la orden. Cuando grabamos para Netflix, Belinky dijo que él elige a las personas que opera según el grado de seguridad que le den. Fue él quien me contactó con Netflix en su momento, porque le habían hecho la propuesta de hacer un registro documental de una operación, antes, durante y después. Y él pensó en mí. 

¿Qué es lo que te interesó de esta propuesta documental?

-Es un acto más de militancia. El día de la operación graban desde que entro a la clínica hasta que me cambian, me llevan al quirófano. Graban la cirugía, toda. El martes, que es cuando el médico me viene a ver y ya retira el apósito para hacer mi primera curación, van a estar grabando. Hasta acá Netflix me hizo una entrevista en mi casa con una cámara fija, tipo casting. Y en base a eso resolvieron todo el derrotero de la grabación. Arrancamos con Belinky, recreamos la primera consulta, con todas las preguntas que realmente le hice. Ahí salimos a Parque Centenario, donde hicimos exteriores. Después de ahí almorzamos y estuve en una casa, al lado de un escritorio y respondí sesenta y tres preguntas sobre toda mi vida. Fue larguísimo.  

¿Y Netflix te paga?

-La idea es que como estos productores son independientes, cuando tengan más en claro el acuerdo con Netflix me prometieron un dinero que no sé de cuánto es. Si me dan guita mejor, pero sino que quede como documento para la posteridad. Que se documente todo, cómo es una operación, cómo es la vida de una transexual. 

¿Para que se pierda el miedo de dar ese paso?

-Para que se mate la ignorancia más que nada. El miedo es la ignorancia, porque cuando conocés algo no le temés. A lo extraño sí. Cuando deje de ser extraño y pase a ser más cotidiano, van a ser entendibles un montón de cosas que viven las personas trans.

¿Por qué no te hiciste antes la reasignación?

-Por dos motivos. Primero porque estaba esperando que se perfeccionara la técnica. Antes la técnica era sin clítoris. Ahora es con clítoris y las primeras no tuvieron muy buena suerte, hubo que volver a operar varias veces. Hablé con dos chicas que Belinky operó últimamente y me dicen que están perfectas. Que tienen una vagina funcional, con orgasmo, con todo. Preferí sacrificar tiempo a placer, porque mal o bien como yo estoy aprendí a convivir con lo que tengo, pero pasar de eso a una castración jamás se me hubiera ocurrido.

Y no tener más orgasmos es como una castración…

-Es muy importante. Debe ser horrible tener a alguien gozando arriba y vos abajo, como un almohadón. Está habiendo muchos avances quirúrgicos. 

Durante este tiempo previo a la operación, ¿seguís con el mismo ritmo de hormonización?

-Yo nunca me hormonicé. Tengo una hormonización  natural, mis valores de hormonas femeninas son bastantes más altas. No tengo pelos (me depilé por última vez en 1980), y no tengo nuez de Adán. Después de esta operación me voy a hacer un implante mamario. Quiero tener un poco más, porque nunca me hice.

¿Y esto va a ser seguido por Netflix también?

-No lo sé. Sé que les quedó picando… 

¿Sabés cuál es el objetivo de elegir tres latinoamericanas para el documental?

-El objetivo es mostrar realidades trans, México, Ecuador y Argentina. Creo que Latinoamérica es donde más se está viendo la cuestión trans. En Europa no se ve tanto, está muy naturalizado o escondido. 

¿Vos tenés conciencia de que te van a ver en todo el mundo?

-Es importante que la gente conozca. Que incluso le llegue a las personas trans que no saben que lo son. Una de las cosas que destaco es cómo diferenciarnos las chicas trans de las travestis. Porque hay muchas chicas trans que se creen travestis. En el documental hablo mucho de eso. Hay muchas chicas trans que les pasa eso y tienen problemas psicológicos dramáticos. 

¿Y para vos cuál es la diferencia?

-Es muy sencillo: las chicas travestis no tienen conflicto con el pene y lo usan. Las mujeres trans tenemos vergüenza, no lo usamos y ni siquiera a veces podemos desnudarnos delante de un hombre. Es como si vos tuvieras cuatro brazos, tres tetas, te sentirías rara. Es motivo de apocamiento, de baja estima, al punto de que hay gente que se suicida porque no cree que puede cambiarlo. Hay gente que no sabe que hoy existe una operación que te deja bien. Ha pasado que chicas travestis creyendo que son trans se han operado y después se suicidaron porque no soportaron no tener un pene. Porque también está eso. Por eso es tan importante conocer qué es una y qué es la otra.      

¿Porqué esta afinidad tuya con lo audiovisual como forma de militancia? Ya hiciste varios videos.

-Hice muchísimos. El Brujito Maya hizo el documental Ariana, que lo paseamos por todo el país; hay también hechos por la Federación. Hay mucha cosa hecha sobre mí. Mirá que yo grabé mucho, pero las exigencias de las producciones internacionales como la de Netflix son altísimas: la luz, el foco, la distancia, buscan una ultra calidad. Cosas de mucho cuidado, el maquillaje tenue, los colores de la ropa. Tienen un montón de requisitos. Pero por lo menos no he tenido que pagarme el transporte como en otros casos (risas). La militancia siempre fue así. Para mí es militancia, el resto que haga lo que quiera, yo voy por nosotras.  

Qué destino de poner concretamente la cara por otras personas…

-Exacto. Y sin embargo yo soy una persona de radio, vos me conocés como locutora. Yo me reconozco como alguien que comunica, que habla, no que con el cuerpo expuesto transmite algo, no soy actriz y soy lo más torpe que hay. A mí me dijeron que a Netflix le mandaron tres entrevistas mías y los convenció la que me hizo Nelson Castro. Mi destino son las cámaras, sin embargo yo persigo los micrófonos, mirá vos.  Ahora estoy en La noche recién comienza, en radio Sónica, ahí soy coconductora junto con Leo Rossi, Flor Terranera, Alejandro Mansilla, Nelson Borquez, Noelia Pace y Mariano Aguilar, y la productora es Yanina Granda. He estado en programas de televisión, pero siempre elijo la radio que me expresa más.