El jueves 28 y el viernes 29 de junio, en la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, de Ovidio Lagos 367, el Centro de Estudios de Literatura Argentina de la Universidad Nacional de Rosario presentará las Jornadas "La ciudad que yo inventé", dedicadas a exponer, valorar y discutir algunas de las obras, autores, revistas, editoriales y movimientos, históricos o contemporáneos que hacen de Rosario una de las ciudades literarias más importantes del país.

"Rosario es la ciudad que yo he inventado", le dijo una vez Juan José Saer a Gastón Bozzano, cuando el periodista le preguntó qué significaba esta ciudad para él. Por supuesto, cualquier lector atento de Glosa o de Cicatrices puede dar fe de que esa ciudad sin nombre de las novelas de Saer, esa enorme invención, responde ‑por sus calles, por su tamaño, por su clima, por sus personajes‑ más bien a Santa Fe. Pero es sobre ese equívoco (tal vez propiciado por el medio en el que se publicó aquella entrevista o tal vez porque, como dijo Saer en otra oportunidad, Rosario fue, cuando aun vivía en Serodino, la primera gran ciudad que conoció) sobre el que se monta ahora el Centro de Estudios de Literatura Argentina para organizar estas Jornadas.

Que toman de aquella declaración la idea de que toda ciudad literaria (de Dublin a París, de Buenos Aires a Londres, de Praga a Rosario) no lo es por voluntad de sus autoridades municipales ‑si es que tuvieran alguna al respecto‑ sino porque sus escritores ‑y Rosario los ha tenido y tiene en cantidad y calidad‑ sobre sus mismas coordenadas "reales" ‑calles, plazas, idioma, idiosincrasia‑ inventan una que se le superpone y en la que reside, al fin, su identidad. La París de Balzac. La Dublin de Joyce. La Buenos Aires de Roberto Arlt. La Praga de Kafka. La Rosario de... Esa invención, que es la que finalmente construye esa identidad, que es paulatina, progresiva, zigzagueante, cortajeada, nunca lineal ni homogénea y que rara vez puede ser definida como conjunto, se monta sobre dos sentidos autónomos y sin embargo convergentes que, parcialmente, podrán valorarse en la Biblioteca Storni.

Por un lado, la propia historia de la literatura argentina que se ha escrito y muchas veces propiciado en Rosario. Los poetas de Rosario. Esa sobria y extraordinaria generación que conformaron, en los años '40, Felipe Aldana, Arturo Fruttero, Facundo Marull, que cuenta con el virtuoso antecedente de Fausto Hernández. Y que se proyecta, entrada la segunda mitad del siglo XX en otros grandes poetas de la ciudad como Aldo Oliva, Francisco Gandolfo, Eduardo D'Anna, Gabriela Saccone, y los jóvenes de la indómita y persistente generación del '90. Algunas de las grandes revistas de Rosario, como la mitológica Paraná, de R.E. Montes I Bradley, La Cachimba, de Jorge Isaías, y Ciudad Gótica. Los narradores de Rosario, desde Roger Pla y Rosa Wernicke hasta los contemporáneos Juan Martini y Patricio Pron. Algunas de las buenas y muy buenas editoriales locales ‑Ruiz, La Ventana, El lagrimal trifurca, Beatriz Viterbo, Iván Rosado‑ y otras que han hecho del archivo de la literatura de la ciudad un asunto preponderante en sus catálogos: la editorial municipal, por supuesto, pero también la Vigil y Serapis. Y una figura tal vez aún borroneada pero que estas Jornadas vienen, con justicia, a valorar: la del editor, narrador y crítico literario Rodolfo Vinacua. Y en la línea de la crítica literaria y del ensayo, tres figuras preponderantes, provenientes todas de la universidad pero notoriamente influyentes fuera de los recintos académicos: Adolfo Prieto, Nicolás Rosa, Juan B. Ritvo.

Y por otro lado, la ciudad como escenario de grandes ficciones. Hace unos años, Pedro Cantini realizó, para la editorial municipal, un libro que, de un plumazo, construido sin embargo de modo artesanal, texto sobre texto, espacio sobre espacio, cambió la percepción que los mismos rosarinos tenían de su ciudad como, "ciudad literaria". En Rosario ilustrada. Guía literaria de la ciudad, los antólogos armaron, sobre el mapa de la ciudad, uno nuevo cuyas intersecciones las conformaban textos de Raymond Carver y de Angélica Gorodischer, de Graham Greene y de Jorge Riestra, de Juan Carlos Onetti y de Quita Ulla, de Borges y de Mateo Booz, entre muchos otros. Pero tal vez el punto de la antología, en términos conceptuales, lo diera su contratapa, donde Cantini definió a dicha ciudad imaginaria como "la única real".  Sobre la realidad de esa ciudad imaginaria también versarán algunas de las exposiciones de las Jornadas: la ciudad de D.G.Helder, la de Claudia del Río, la de César Aira y, aun, la de los hoy tal vez justamente olvidados novelistas de principios del siglo XX como Julio Fingerit y Carlos Suriguez en los que, sin embargo, es posible leer pistas historiográficas de la ciudad. Como, como en su contracara, es posible leer en clave literaria la obra de Angel Guido o Tucumán Arde.

Algunos reconocidos estudiosos e investigadores de la literatura y de la historia argentina, como Nora Avaro, Analía Capdevila, Sergio Cueto, Judith Podlubne, Agustina Prieto, Alberto Giordano, Mónica Bernabé y Luis Chitarroni y una destacadísima camada de jóvenes lectores y profesores repasarán los temas señalados más arriba. Están todos invitados.

 

* Director del Centro de Estudios de Literatura Argentina de la Universidad Nacional de Rosario