“El 1º de julio, los mexicanos no votan un presidente sino la continuidad del régimen neoliberal vigente desde 1982 (sus candidatos son Ricardo Anaya y José A. Meade) o la oportunidad de iniciar un cambio (con Andrés M. López Obrador, AMLO). Quien gane afrontará una grave crisis económica y general: política, institucional, de seguridad”, dice a Cash, desde México, Daniel Moser da Silva, vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos Nacionales. La mención a 1982 es clave. Ese año México cayó en default, con una brutal onda expansiva a Latinoamérica. Las dictaduras, que eran norma en su mayor parte, empezaron la fuga dejando tras de sí no sólo un tendal de muerte y desaparecidos, sino la crisis de la deuda externa. Arrancaba la era neoliberal. 

En ciertos pasajes de su historia reciente, algunos países lograron salirse un rato de esa lógica y probar alternativas soberanas. No fue el caso de México: lo truncaron fraudes electorales de escándalo. Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, de los partidos PRI y PAN, fueron una retahíla de saqueos al pueblo y alejaron a su economía de la esperanza del desarrollo y de jugar en las grandes ligas. En esta década, el PIB mexicano creció 2,7 por ciento promedio anual. En 2017, sólo 2,2 por ciento, la tasa 11ª de la región. En lo social, en esa mole mesoamericana de 130 millones de habitantes, 44,6 por ciento de la población es pobre según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social; de ellos, 9,4 por ciento son pobres absolutos. Cifras privadas elevan esas cifras.

Además de lo interno, Moser ve razones geopolíticas en el declive. “Si bien Estados Unidos es aún la mayor potencia económico militar, atraviesa su inevitable declinación de poder relativo ante potencias emergentes. Y para detener esa caída a mediano y largo plazo, necesita a México para su beneficio; le exige reformas estructurales que le permitan competir con China, por ejemplo del sector petrolero, cuya reforma diseñó Washington”, señala. Desde que está Peña Nieto en la residencia de Los Pinos, la producción de crudo azteca cayó tanto que, inusualmente, este año debió importar petróleo de su vecino del Norte. Peña Nieto entregó varios contratos petroleros y del área energética a firmas privadas, política que AMLO dijo acabará si lo eligen. El petróleo es un bien sensible de México, 11° productor mundial. 

Violencia

Otro tema acuciante es el narcotráfico, que desde la militarización de Calderón provocó una baño de sangre: 234 mil víctimas de homicidios ligados al narco y 40 mil desaparecidos, señala Moser. El 2017 fue el año más violento. Y la violencia que se trasladó a la política.

Al revés que Venezuela, México no recibe de Washington, de Argentina que hace seguidismo del Departamento de Estado, de la OEA ni del Grupo Lima condenas por “democracia que no es real”, “gobierno ilegítimo” y otras definiciones que pesan sobre Caracas. Pero con 112 (hasta la semana pasada) candidatos mexicanos a diversos cargos asesinados, es difícil ver democracia cuando quien quiere ser electo puede ser matado como en ningún otro país de la región, excepto Colombia. Desde ya, también sufren crímenes docentes, sindicalistas, líderes campesinos y sociales, jueces, alumnos, periodistas.

Según el informe de Etellekt que aporta estos datos, podría empeorar desde julio pues un eventual cambio de signo político nacional y regional reconfiguraría a los grupos antagónicos preexistentes. En total y hasta mayo, la consultora cuenta 357 intimidaciones, atentados a familiares, asesinatos, agresiones armadas o físicas, secuestros, asaltos y heridos con armas contra políticos y candidatos. De ellas, 72 por ciento contra líderes opositores en cada distrito o nivel.

Petróleo

AMLO, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), lidera la coalición “Juntos Haremos Historia” y las encuestas. Por el segundo lugar, en un país sin balotaje, disputan el oficialista del PRI Meade, de “Todos por México”, y Anaya, de una rara alianza (“Por México al Frente”) entre el derechista PAN y el ex centroizquierdista PRD, que tuvo de líder a AMLO.

Este último quiere, además de frenar la reforma petrolera, descentralizar el Estado, fijar precio sostén a producciones básicas del campesinado y las pymes y una Zona Económica Especial (ZEE) en la frontera con Estados Unidos para potenciar la industria y el comercio exterior, de paso rechazando la idea de Donald Trump de crear un muro antiinmigrantes (lo único que unifica a todos los candidatos) o de reformar a su gusto el Tratado de Libre Comercio Norteamericano. En lo socioeconómico, atacar la pobreza y duplicar las pensiones para los de mayor edad. En lo bancario y financiero, favorecer la desconcentración y una mayor competencia. Y no tomar más deuda. Sobre este último punto, México tiene con el FMI el mayor programa regional: 88 mil millones de dólares de un “crédito flexible” (distinto al tipo de stand by de Argentina), que podría definirse como “premio” a reformas ya hechas por México y renovado por Peña Nieto en 2017. En bonos en moneda extranjera, México tiene la mayor deuda de Latinoamérica, según la CEPAL. Si 2018 es el fin del ciclo neoliberal en México, se irá como empezó en 1982, atenazándolo con la deuda externa.

Por su parte, Anaya promete, en su búsqueda desesperada de votos populares, un Ingreso Básico Universal, duplicar el salario mínimo y reformas educativas para una “economía del conocimiento y la innovación tecnológica”. Y Meade también alude a políticas sociales de ingresos, con énfasis en salud, y a ZEE para fomentar la industria en varios estados. Pero ninguno repunta en los sondeos.

La derecha mexicana hizo de todo para frenar a AMLO, el “populista”, como le dicen, o un “administrador nacionalista”, como lo define Moser. Le guionaron su leyenda negra, hay  intensa campaña de trolls, los grupos más poderosos fugaron unos 8000 millones de dólares y auguraron una megadevaluación y una caída de inversiones si gana, impulsaron una fusión entre Anaya y Meada y hasta promovieron como candidato al magnate Carlos Slim. Todo salió mal. Finalmente este mes el Consejo Mexicano de Negocios aceptó conversar con el favorito, para apaciguar las cosas. Y AMLO sigue un camino que, hasta ahora, parece imparable