Budines de otra liga

Pablo Mehanna

Dan ganas de contemplar por un rato los budines que prepara Rose Coutinho antes de probarlos. En ellos, todo es geometría, belleza y simpleza; la antítesis de un budín seco de supermercado, cargado de saborizantes artificiales y conservantes. De hecho, debería inventarse otra palabra para los que hace esta paulista, que llegó hace once años de Brasil y terminó anotándose en la carrera de pastelería en la Escuela Mariano Moreno. Tres años atrás abrió un primer local, pequeño y coqueto en Barrio Norte, y hace unos meses, cuando la cocina le quedó chica, se mudó a uno más grande en el mismo barrio. 

Si bien en Brasil o en Estados Unidos apostar a un negocio monoproducto es mucho más común, en la Argentina no deja de ser una novedad y a Rose le costó un tiempo imponerse. “El budín es un producto del día a día, más parecido a un pan que a una torta, que está más asociada a un festejo. Pero lo que había acá era bastante aburrido, faltaban sabores”, dice. Los diseños de los budines están hechos en base a moldes nórdicos, todo trabajado sin productos artificiales, sino con frutas, especias y materias primas de calidad. En los exhibidores solo hay budines, pero no hay posibilidad alguna de aburrirse. Los sabores son variados, desde los clásicos de naranja, marmolado o de vainilla con chips de chocolate hasta otros menos frecuentes como el naranja, zanahoria y jengibre; el de maracuyá con chocolate o el de limón con frutos rojos o con romero. También el noble budín de manzana con canela o el adictivo de banana con canela o nueces. Todos vienen en tres tamaños, minis, pareja (4 porciones) y familiar (12 porciones) y los precios oscilan entre los $70 y los $390. 

Lo evocativo juega un papel determinante y Rose lo sabe, lo detecta en los ojos de los clientes, que vuelven atraídos por los aromas envolventes que salen de su horno. “A la gente le encanta que sea muy casero. Entra acá y siente que vuelve a un momento de su infancia”.

Divino Budín queda en Larrea 1472. Teléfono: 4806-0822. Horario de atención: lunes a viernes de 10 a 20; sábados de 9 a 18.


 Pasta frola centenaria

Pablo Mehanna

Todavía resisten algunas confiterías tradicionales en Buenos Aires. Una de ellas es La Pasta Frola, que en 2017 cumplió cien años. Hasta 1935 funcionó en Sarmiento al 1000, y cuando ampliaron la 9 de julio (y expropiaron esa manzana) se mudó a su local actual, sobre Av. Corrientes. 

El despliegue es pura tentación. En un exhibidor se acomodan prolijamente las tortas, las Balcarce, las Selva Negra, las Dobos (de origen húngaro, cinco capas esponjosas rellenas de crema de chocolate y cubiertas de caramelo). Al lado, los bombones y enfrente todo lo que es facturas y masas. La estrella de la casa es, claro, la tarta que le da el nombre: la pasta frola ($300 la grande, $220 la mediana), con una apariencia y sabor únicos: en principio, nada de masa brillosa y pegoteada, sino crocante y dorada, que solo viene rellena con batata y membrillo. “La hacemos como siempre, como indica la tradición”, dice Fernando, empleado desde hace 25 años. “Es lo mismo que con el bizcochuelo. Nadie hace ya un bizcochuelo, la mayoría compra la bolsa de premezcla, la tiran adentro de una amasadora, le ponen agua y listo. Nosotros seguimos rompiendo los huevos”. Ocurre algo parecido con las medialunas de manteca, que hacen con manteca de verdad, aunque parezca una obviedad decirlo. 

El ritmo en La Pasta Frola es febril y no se detiene nunca: a las 3:30 de la mañana se empiezan a cocinar las facturas en el horno de ladrillos original bajo la mirada atenta de maestros panaderos con 40 años de experiencia. Y todavía llegan algunos italianos buscando clásicos difíciles de hallar en otros lugares: la trabajosa sfogliatella –se amasa hoja por hoja y se rellena con crema napolitana–, los cannolis, el pasticcioti o los babá. El 19 de marzo, día de San Giuseppe, incluso salen los zeppole, una suerte de donuts (se fríen) pero hechos con masa bomba. 

Si durante muchos años solo se podía comprar para llevar,  hace seis inauguraron una larga barra donde apurar algún dulce, beber un café y salir a a enfrentar, ya con otro ánimo, el frío porteño.

La Pasta Frola queda en Corrientes 1365. Teléfono: 4371-6761. Horario de atención: todos los días de 6 a 2, domingos desde las 9.


Churros porteños

Pablo Mehanna

Así como la medialunas son la factura porteña por definición, los churros casi siempre estuvieron asociados a una suerte de indulgencia veraniega. Esos churros rellenos calientes (en el mejor de los casos), comprados en la playa, con mucha azúcar por arriba y amontonados en una bolsa de papel madera, ideales para acompañar el mate del atardecer. Pero eso está cambiando: en los últimos tiempos se fue armando una suerte de ruta del churro porteño, con cada vez más cafés y restaurantes que los ofrecen (Los Galgos, Lardo & Rosemary, El Burladero, Camping son algunos de los que tienen buenas opciones) y también locales especializados que de a poco abren, como La Churretería, un pequeño lugar donde comprarlos al paso en pleno Mercado de San Telmo. 

Marcelo Pardal, uno de los dueños, cuenta que la idea se le ocurrió durante un viaje a Europa, luego de visitar la mítica San Ginés, donde los sirven junto a un tazón enorme de chocolate desde 1894. “Hicimos una prueba en temporada de invierno en Tecnópolis y nos fue muy bien. Cuando conseguimos este local en el mercado nos pareció perfecto”. 

La estrella de la casa es el churro estilo madrileño, más largo y finito, que llega con un topping de chocolate caliente. También tienen porras, otro dulce frito típico de España, pero en este caso con formato acurvado. Obvio que no faltan los de estilo argentino –simples, con dulce de leche o crema pastelera– y algunos más osados –para la polémica– como los de masa con Oreo y los salados, en versiones de cheddar y bacon, roquefort con jamón y cuatro quesos. Los precios arrancan en los $10 y van subiendo hasta los $30. 

Con apenas tres meses de abiertos, La Churretería vino a abultar la cada vez más tentadora lista de esta especialidad típica de España pero tan bien adaptada y amoldada al gusto local. Para que no haya que esperar el verano y la playa para caer en la tentación de un rico churro recién salido de la freidora. 

La Churretería queda en el Mercado de San Telmo, Defensa 961, locales 120 y 121. Teléfono: 6392-5837. Horario de atención: miércoles a domingos, de 8.30 a 19.