La labor del intelectual y el investigador es, sin lugar a dudas, una de las acciones que permiten cristalizar en experiencias concretas la idea casi filosófica de que la academia pueda ponerse al servicio de la comunidad con la que convive y coexiste cotidianamente.

Es decir, bajar a la realidad de manera tangible la premisa de tender un puente entre la producción de conocimiento y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas. Es en este sentido que el trabajo que se realiza desde las universidades, tanto en el campo de las ciencias sociales como en las otras ramas, se resignifica cuando puede lograr un impacto positivo y constituirse en una herramienta transformadora. 

Un buen ejemplo es el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) que ha permitido incidir en la agenda pública con la problemática de las inequidades de las sociedades actuales, brindando elementos para el control social y la generación de políticas públicas. Universidad dialogó con su coordinador, Agustín Salvia, quien destaca, entre otros puntos, la necesidad de producir mayor sinergia entre la investigación realizada en el ámbito público y el privado.

Además del rol que tiene a través de la tarea del Observatorio de la Deuda Social, es docente en la universidad pública ¿Cuál es su vínculo con ella?

Soy profesor titular en la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Ciencias Sociales y director de investigación en el programa “Cambio estructural y desigualdad social” en el Instituto Gino Germani. Ahí tengo becarios e investigadores a mi cargo y vengo trabajando en la Universidad de Buenos Aires desde el año 1987/1988, cuando volví de México de terminar ahí mi primer doctorado y una maestría, en épocas en donde tuve que pasar el exilio. Estudié en la Universidad Autónoma de México y volví a la Universidad de Buenos Aires, primero como docente de CBC. 

Tengo un compromiso con la universidad pública en tanto creo que ha sido mi apuesta desde que llegué de México, incluso antes de salir de Argentina estudiaba en la Universidad de Filosofía y Letras. Sigo teniendo un fuerte compromiso tanto en la tarea docente como en la tarea de investigacion y formación.

Hoy por hoy, me defino con una doble pertenencia, siempre que tengo que dar cuenta de mi producción, lo hago en esa doble condición: profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires y director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. 

¿Qué es el Observatorio, cómo funciona y cuáles son sus objetivos?

El Observatorio se crea en el año 2003. Inicialmente, en el año 2001, se constituye un equipo que investiga la deuda social y yo soy director de uno de los proyectos. Con la crisis del 2001, el Observatorio me permite formar parte de las mesas de diálogo e investigaciones que remiten a la crisis, adquiriendo protagonismo sobre cómo la investigación puede construir agenda. 

Avanzamos con un proyecto que significaba estudiar las deudas sociales, las violaciones a derechos económicos, sociales y políticos que afectaban las capacidades de desarrollo humano. Así definí las deudas sociales, desde el punto de vista teórico y académico. Una propuesta nueva, un enfoque de derechos que en ese momento empezaba a desarrollarse pero era una novedad, y nosotros instalamos la idea de medir las deudas sociales como una privación a capacidades de desarrollo, no solo individuales sino también colectivas desde un enfoque de derechos. 

¿Cuál cree que es el rol de la universidad pública y cómo se complementa con la universidad privada? 

Hay un prejuicio político ideológico cuando se confronta, en el campo de la investigación y la docencia, a la universidad pública con la universidad privada. En nuestro país, como en buena parte de los países del mundo, la educación pública no es suficiente para cubrir las demandas y las necesidades de educación y formación profesional. La universidad privada cumple un rol complementario, al menos en nuestro país, y en muchos aspectos, un rol de vanguardia. 

Lo que es cierto -y es parte del problema- es la posibilidad de acceso que puede tener una y otra, y los niveles de calidad en los que cada una puede desarrollarse dependiendo de la inversión. No se puede prescindir de la universidad privada porque el Estado no puede estar en todos los espacios, los temas y los niveles, además de la inversión que requeriría llevar adelante una tarea exclusiva de la universidad pública en un país de más de 40 millones de habitantes, tan heterogéneo y tan federal. 

Lo que ocurre en este contexto es que debería haber una mayor articulación entre las iniciativas públicas y privadas. Lo interesante es ver cómo se complementan unas con otras y no cómo compiten. Por eso necesitamos una política de investigación a largo plazo, una política de desarrollo donde las investigaciones que surgen de lo público y lo privado no compitan entre sí, sino que se genere una sinergia, que se complementen entre sí y se multipliquen en función de producir ciencia y tecnología adecuada a ese plan de desarrollo. Esto no ha sido fácil en Argentina ni en América latina. En particular, en la microinvestigación que hago, permanentemente vinculo la labor que tenemos en el programa del Instituto Germani con el Observatorio. 

Hoy la Facultad de Ciencias Sociales tiene una nueva conducción, Carolina Mera, a quien apoyo fervientemente. Me parece que es una líder académica importante con la que estamos conversando sobre cómo pensar nuestra investigación, que no tiene partidismos pero sí muestra los restos oscuros y ocultos de los procesos económicos y sociales. Eso que hicimos en los 2000 lo seguimos haciendo ahora. Con Carolina y desde el Instituto estamos proyectando una plataforma que haga que la universidad pública tenga también un protagonismo en la construcción de la agenda. 

En relación al aporte que hacen las Ciencias Sociales al desarrollo económico y social es el conocimiento de los procesos sociales que están ocurriendo y de los límites y las posibilidades que tienen esos procesos. Al tener conocimiento de esto, podemos transformarlo para hacer política. Las ciencias sociales saben que no se hace política si no se instala en la agenda. Entonces, el conocimiento puede ser muy valioso pero si queda solo en un paper científico que leen solo cincuenta académicos no se transforma en política. 

Un conocimiento científico se transforma en política instalándolo en agenda, en el debate público. Esa es la estrategia que abordamos y el aporte que hacemos, y es importante que no lo haga solo el espacio privado.