Gregorio de Laferrere 3259. Exactamente a mitad de cuadra, entre Quirno y San Pedrito, hay una casa que quiebra la arquitectura de la barriada de Flores. El frente es un muro de color gris azulado que testimonia el acople de lo que fueron dos casas de techos bajos. De un lado del muro una ventana y una puerta de hierro con vidrios de colores, del otro un portón de tres alas. Entre ambas casas, la Legislatura porteña dispuso –a través del despacho 0192/18–, la colocación de una placa: “Estudio del artista plástico Gustavo López Armentía. Sitio de Interés Cultural”.

El reconocimiento es una parte de la historia, la otra empieza cuando el pintor y escultor, nacido en Buenos Aires en 1949, abre las puertas.

Para los vecinos del barrio es un museo. Sin embargo Armentía prefiere llamarlo “un lugar de encuentro, un sitio creado para compartir el arte con la gente. Porque acá el arte está vivo, es decir, está junto al proceso de creación”.

Entre cuadros de grandes dimensiones como el impactante “Los triunfos de la derrota” (un mapa de Latinoamérica cruzado/intervenido por un cañón de hierro y que fuera expuesto en 2007 en Bellas Artes), se encuentra el tablero de dibujo, los pinceles, los tachos de pinturas, esculturas de hierro y grandes soportes de metal. En esta primera sala es donde López Armentía, casi todas las mañanas, piensa, esboza y proyecta sus próximas obras. 

Atravesando un gran espacio abierto, (los patios internos de ambas casas fueron unidos formando una suerte de anfiteatro) se exponen algunas de sus esculturas de bronce como “Orígenes”, “Búsquedas” o “El músico”, impactantes cabezas de negros africanos, (la opresión a la negritud es uno de sus temas). Luego se accede a la otra ala, es decir la segunda casa: allí hay cuatro salas perfectamente iluminadas donde se exhiben las obras de diversos años y períodos, trabajos que López Armentía fue creando desde que comenzó a exponer en Buenos Aires durante el regreso de la democracia.

A partir de su participación en la bienal de San Pablo (1987) y tras recibir numerosos premios como el de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, el Primer Premio de la Bienal Latino Americana de Arte, o la Medalla de Plata del Premio “Gunther”, fue que su obra comenzó a difundirse en el país y en el exterior. Y luego de la bienal de Venecia (1997) comenzó a exponer casi con exclusividad en galerías de Nueva York.

Lector de revistas de historietas, artesano en sus primeros tiempos, gran observador de la pintura clásica argentina, la formación de Armentía no responde a escuelas ni talleres, (se define autodidacta) sino a una necesidad innata de dar testimonio del paso del hombre a la sombra de su tiempo. Ya en sus primeros trabajos (dibujos y óleos) puede verse la materia que lo obsesiona: la figura humana (casi siempre en sombras) asomándose a un universo hostil que busca hacerla desaparecer. Entre esa tensión, surgen los temas más recurrentes de sus obras: los barcos y el óxido como metáforas del desembarco del tiempo, el desamparo y la inmigración, la soledad en las urbes, la naturaleza amenazada por los hierros. Toda su obra “es la crítica feroz de la barbarie de la vida moderna, de la barbarie de la ciudad, de la historia, de los actos del hombre con sus congéneres, de las miserias y de las opresiones”, sintetizó el crítico Gastón Varela.

Los trabajos de López Armentía –los lectores de PáginaI12 pudieron ver su arte cuando ilustró los coleccionables de Miguel Hernández– mantienen el espíritu del tallado rupestre, son marcas desesperadas de una humanidad en un mundo que la combate. Reproducir esa “huella” hizo que el mundo visual de Armentía se fuera cargando de sorprendentes saltos experimentales: de la tela al hierro, de la soldadura al grabado, del uso del polvo mármol al trazado del bronce. Todo ese proceso creativo se observa al visitar su casa-taller, donde hay más de 70 trabajos expuestos.  

“Todo comenzó a partir de mi participación en la Bienal de San Pablo –recuerda el pintor–, desde entonces fueron muchos años de mostrar y exponer mis obras afuera. Hasta que en un momento me di cuenta de que acá no se conocían, entonces comencé a guardar algunas producciones con la idea de mostrarlas algún día. El problema del artista que vende y expone afuera es que llega un punto en que no sabe del destino de esas obras, y como yo no me repito, preferí guardar algunos hasta encontrar un lugar para exponerlo al público de acá”.

En 1999 López Armentía encontró esta casa en Flores: “La primera idea fue tener un espacio donde mostrar obras que me fui guardando”. Pero la intención del artista fue más allá:  coherente con sus ideales y con su pasado militante, Armentía puso su esfuerzo en crear un sitio donde se pudieran concentrar las expresiones artísticas del barrio. “Yo lo pensé siempre como un espacio de dialogo y de discusión del arte. Por suerte, al poco tiempo se fueron acercando estudiantes, se realizaron talleres hasta que llegó el encuentro (con bandas de música) que hice en diciembre del 2017 y estos movimientos culturales se hicieron más públicos. La verdad, nunca hice una inauguración oficial, la fui dando a conocer invitando a visitarla”. Así fue que llegó el reconocimiento como Sitio de Interés Cultural de la CABA. “Se corrió la voz que acá en Flores había un espacio de creación y de encuentro con el arte. Y hubo un proyecto de declaración con autoría de la Legisladora Porteña Andrea Conde (Unidad Ciudadana), quien conoció el espacio a través de su asesora en temas de Cultura Nadia Strier. Con ella estamos pensando varios proyectos para seguir desarrollando la cultura en el barrio de Flores”.