El macrismo insiste en delegar a las Fuerzas Armadas (FFAA) acciones ligadas con la seguridad interior. Mala doctrina, que contradice la valiosa “política de estado” sostenida por sucesivos gobiernos de distinto signo.

Los precedentes internacionales desalientan, Colombia y México dan pésimos ejemplos. Asesinatos por centenares de militantes sociales y hasta de candidatos en las elecciones. Ejércitos infiltrados por el crimen organizado,con el narcotráfico vivito y coleando.

Más allá del palabrerío, es trabajoso descifrar qué motiva al presidente Mauricio Macri y a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Tal vez, plegarse simiesca y acríticamente a políticas promovidas por el Departamento de Estado norteamericano y la DEA. Asimismo, emitir un mensaje atemorizador a los argentinos: el Gobierno está dispuesto a reprimir, poniendo en la primera línea de fuegoa fuerzas con capacidad letal, aunque no capacitadas para ese tipo de tareas. O sea, doblemente peligrosas.

Los especialistas comentan que los altos mandos de las FFAA ven con pésimos ojos la iniciativa. Temen embretarse en espirales de violencia, padecer descrédito, perder perfil profesional. Los subleva la perspectiva de quedar a la par o a las órdenes de Gendarmería: lastima su orgullo profesional.

Además, no parece que la FFAA sumen mucho a un sistema de Seguridad que dispone de fuerzas federales con mucha tropa y ya adiestradas en el territorio: la Policía Federal, la Gendarmería, Prefectura en mucho menor medida. Las Policías provinciales, con la Bonaerense a la cabeza, disponen de muchos más efectivos que el Ejército, cuya estructura de personal peca de desproporcionada. Hay, más o menos, tantos soldados como oficiales superiores. La macrocefalia al palo, pongalé.

Las cúpulas castrenses son refractarias a la idea-fuerza de Macri y Bullrich. Como mínimo, estos deberían mantener tratarlos bien para procurar disuadirlos o sumarlos. 

El anuncio de un aumento salarial del 8 por ciento para la tropa y una suma fija para la oficialidad resulta un disparate dentro del contexto económico. Y un búmeran contra el designio táctico macrista para las FFAA. 

Las distintas modalidades del aumento conspiran contra la cohesión de la fuerza. Los oficiales mascan bronca cuando pispean sus recibos de sueldo y calculan cuanto cobran otros uniformados.

El Ministro de Defensa, Oscar Aguad, “admitió” haberse equivocado y se atribuyó toda la responsabilidad. “El milico” Aguad es una máquina de meter la pata: sencillo creerle en ese aspecto. No así en cuanto a su capacidad de resolver, muy dudosa.

Seguro que recibió mandatos del equipo económico. Recortar por donde sea, suprimir hasta el desfile del 9 de julio porque es caro.

La subsiguiente promesa de incremento del 15 por ciento tampoco cumple la función alimentaria del salario. Los militares reaccionan en defensa propia y cuestionan al Gobierno, un reflejo similar al de otros trabajadores estatales. Todos reivindican su derecho a vivir.  

La cerrazón del equipo económico colisiona con la vastedad de las tareas del Estado, que no se detienen. Le pasó a Aguad y, dala impresión, también a su colega de Desarrollo Social, Carolina Stanley (ver nota central).

Desesperados para que “cierren las cuentas” pactadas con el Fondo Monetario Internacional, los “Washington Boys” argentinos paralizan el accionar público, potenciando la recesión. ¿Se reunirá el Davosito en 2019? Miren que eso cuesta guita, en viajes, custodias, bebidas, alimentos de calidad, alfajores de chocoarroz.

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Las desautorizaciones, las idas y vueltas dan cuenta de un estado de asamblea y pérdida de empatía dentro del equipazo oficial.

El Jefe Gabinete Marcos Peña y Dujovne discuten a cielo abierto respecto de un impuesto a los viajes al exterior. La gabela y el cambio de porcentual carecen de entidad: lo notable es la polémica que le sube el precio a un asunto inexistente. 

Juan José Aranguren se ofendió porque lo sacaron del ministerio de Energía. Criticó por tevé, en un programa oficialista. Fea la actitud, es decoroso “tener códigos” cuando uno abandona el barco… o cuando los aliados lo arrojan al mar.

Su sucesor, Javier Iguacel, quedó en off side en los pininos de la gestión. Se divulgó que llegaba para morigerar las subas de tarifas y combustibles, el hobby favorito de “Juanjo” Aranguren. Pero las naftas treparon un montón y las petroleras piden desregulación pronta, esto es piedra libre. Iguacel propone el libre juego de la oferta y la demanda para un “mercado” cartelizado, oligopólico al mango. La debilidad o complacencia con las petroleras conspira contra el valor adquisitivo de salarios, jubilaciones, prestaciones sociales. Conflicto entre ciudadanos y empresas…adivinen para qué arco patea Iguacel.

Shell fue la que más remarcó, lo que habrá sido un consuelo para Aranguren que llevó la camiseta de la empresa mientras estuvo en función pública. El equipo de barrio sigue ganando, he ahí una alegría para el hombre que se formó en su cantera. El conflicto de intereses no atribula al elenco oficialista, que siempre lo zanja para el mismo lado.