Una de las letanías antikirchneristas más obstinadas señala que los logros de sus gobiernos son resultado del “viento de cola”, que habría comenzado poco después de la renuncia de Fernando De la Rúa para concluir en el día de la asunción presidencial de Mauricio Macri. Según esa teoría, cualquier gobernante que hubiera gozado de esas condiciones externas –es decir, el aumento de los precios de los commodities agrícolas– hubiera conseguido mucho más. Al parecer, todo lo bueno fue inevitable y todo lo malo, intencional.

Vientos

Es un argumento que considera que la bonanza se extendió durante 12 años y medio, lo que requiere obviar la crisis financiera internacional de 2008/09, la mayor desde la Gran Depresión de 1929. Es un ejercicio difícil aún para los estándares generosos de analistas conservadores, sobre todo después de observar que el impacto local de la reciente suba de la tasa de Estados Unidos y del aumento del precio del petróleo fue, por lejos, el más dañino entre las economías “emergentes”.

Los “vientos de frente” existieron, pero sus resultados no fueron tan devastadores como en otras épocas, ya que se administraron de forma diferente. Sin ir más lejos, mientras el Efecto Tequila provocó una suba del desempleo de 12,1 al 16,6 por ciento, sin que la Convertibilidad lo pudiera revertir, el colapso global que siguió a la caída de Lehman Brothers a fines de 2008, incrementó dicho índice en 1,1 puntos porcentuales (de 7,3 al 8,4 por ciento) y se recuperó en sólo un año.

Más allá de la facilidad con la que se puede refutar un análisis monocausal como el de la teoría del “viento de cola”, más relacionado con la consolidación de certezas y la pereza mental que con un análisis riguroso, es interesante hacer un cálculo de la magnitud de dicha bonanza. Es decir, transformar una fantasía en “dato duro”, para retomar una expresión que suele generar un inmediato respeto. Y complementar el  análisis evaluando también cuantitativamente su impacto. 

Decidimos hacerlo en base a la generación de puestos de trabajo de cada modelo y, para evitar focos de conflicto discursivos, en sintonía con los preconceptos del análisis conservador que denosta el empleo público, contabilizamos lo creado en cada etapa sólo en la esfera privada. Computamos exclusivamente los puestos de trabajo asalariados, descartando el monotributismo en sus variadas expresiones, para poder enfocarnos en empleos registrados de calidad, aquellos que garantizan todos los derechos de la clase trabajadora.

¿Qué significó concretamente el “viento de cola”? Calcularlo permite, además de evaporar fantasías, poder compararlo con los vientos de otros gobiernos, debido a que, pese al persistente olvido de economistas conservadores, los gobiernos K no fueron los únicos en contar con recursos extraordinarios. El de Menem, por ejemplo, fue originado por la venta masiva de activos públicos y el fluido acceso a crédito internacional. El viento de los dos años y medio de gobierno de Cambiemos fue obtenido en especial a través de un nuevo ciclo de endeudamiento externo. En todos los casos, si bien fue por distintos motivos, implicó un ingreso transitorio y excepcional de capitales externos.

La entrada extraordinaria de divisas durante el kirchnerismo, como consecuencia de la fuerte suba de los precios internacionales de los productos primarios de exportación (cereales y oleaginosas), contribuyó a transitar un proceso de crecimiento e inclusión social inédito en nuestro país. ¿El pivote central de esa dinámica fue ese maná del cielo o lo fueron las políticas adoptadas a partir de esa coyuntura? La comparación de la magnitud de los flujos de fondos del exterior que ingresaron entre 2003 y 2015 y entre 2016 y junio de 2018 y sus resultados pueden darnos una pista.

Entre otros indicadores de impacto, uno muy relevante para poder evaluar la eficacia entre los modelos empleados es, como adelantamos, la creación de empleos asalariados privados. Insistimos en estos asalariados, dado que queremos debatir sobre las premisas de economistas conservadores que desechan la creación de empleo público como simple costo y no como el necesario incremento de RRHH dentro de una administración pública que también extiende los servicios indispensables ofrecidos a la ciudadanía y a la producción.

Empleo

Según las estadísticas del actual Ministerio de Trabajo, tomadas sobre la base del Sistema Integrado Previsional Argentino, entre el pico de empleos registrados en el sector privado en el último año de crecimiento de la Convertibilidad (1998) y el fondo de la crisis de 2002 se perdieron 630.000 empleos privados asalariados. El modelo kirchnerista, vigente desde el segundo trimestre de 2003 y hasta el cuarto trimestre de 2015, creó 2.941.488 empleos privados (serie desestacionalizada). Así, desde el pico de la Convertibilidad, se recuperó lo perdido y hubo una creación neta de más de 2,3 millones de puestos de trabajo. En consecuencia, en la era kirchnerista, se generaron, en promedio, 235 mil empleos privados por año.

Con la llegada del modelo macrista, desde el nivel registrado en noviembre de 2015 (6,25 millones de empleos) y hasta abril de 2018 (último dato disponible de la serie desestacionalizada del Ministerio de Trabajo), el empleo formal privado apenas aumentó en 30.400 puestos de trabajo. Es decir, por año, se generaron 12.579 empleos. Una cifra algo menor a los 375.000 empleos en el sector privado que Macri anunció que se crearían cada año en su mandato (1,5 millones en total). Es cierto que en el medio pasaron cosas. No hubo una crisis mundial que golpeara ni un tercio de lo que fue la de 2008/9, pero fueron cosas al fin.

La generación anual de empleos asalariados en el sector privado fue 19 veces mayor en los 12 años y medio del período kirchnerista, durante la que, según algunos economistas conservadores, fuimos cada vez más pobres. Y si tomamos exclusivamente el segundo mandato de CFK, con datos comparados entre el cuarto trimestre de 2011 y el cuarto de 2015, lapso frecuentemente atacado por el menor dinamismo económico, el crecimiento del empleo privado asalariado fue de 227.647 puestos laborales. O sea, por año, se crearon 57 mil empleos en promedio. Es 4,5 veces más que lo generado en el período macrista, sin contar que esta serie mostrará una severa contracción desde mayo de 2018 por efecto de las nuevas políticas recesivas. Además, un dato significativo en la era Macri es que apenas 1 de cada 10 empleos creados fue privado asalariado (el resto correspondió a registros en el sector público y monotributistas). 

El ineludible “viento de cola” del período kirchnerista tiene su necesario corolario en las “turbulencias”, un fenómeno climático que suelen padecer los gobiernos conservadores y que explicaría los magros resultados de las políticas macristas. 

Dólares

Los datos referidos a ingresos de capitales por circunstancias excepcionales no permiten verificar ese discurso. Las mayores exportaciones primarias (computando el ingreso de dólares de los complejos cerealeros y oleaginosos) del período 2003-2015, en relación al período inmediatamente anterior con información disponible (1996-2002), implicaron que ingresaran 174.165 millones de dólares extraordinarios por ventas de esos productos primaros al exterior. En consecuencia, el promedio anual de ingreso de divisas por “viento de cola” fue de 13.397 millones de dólares, una suma similar a lo que el ex presidente del Banco Central Federico Sturzenegger evaporó entre marzo y junio para tratar, sin éxito, de contener la corrida cambiaria.

Ese “viento de cola”, en relación al acceso de dólares vía deuda externa (según el último informe del Indec de Balanza de Pagos), entre diciembre de 2015 y marzo de 2018 (último dato disponible), fue en realidad una brisa. En esos dos años y cuatro meses, el gobierno incrementó el pasivo externo en 86.329 millones de dólares. Nunca había crecido tanto en tan poco tiempo, ni siquiera en la última dictadura, midiendo aquel endeudamiento a valores actuales. Eso significa que, durante el macrismo, antes de tener que pedirle auxilio al FMI, ingresaron 36.998 millones de dólares excepcionales por año. La cifra contempla que, apenas Cambiemos tomó el poder, realizó el pago de contado a los fondos buitre (9300 millones de dólares). Más allá del antecedente nefasto para otras reestructuraciones de deuda a nivel internacional, la cancelación suponía un componente básico para acceder a la “lluvia de inversiones” tan inminente como esquiva.

Por otro lado, si bien el “viento de cola” por la suba de los precios de exportación en el macrismo no fue tan potente como los mejores años del kirchnerismo, el ingreso promedio de dólares por los complejos cerealeros y oleaginosos no fue para nada despreciable. De hecho, la entrada extraordinaria anual de dólares por esas exportaciones fue considerablemente mayor que en el periodo kirchnerista. En 2016 y 2017, en relación a la media de la etapa previa al “viento de cola” con información disponible (1996/2002), ingresaron 38.302 millones de dólares adicionales. Por lo tanto, tuvieron un registro anual promedio extraordinario de 19.120 millones de dólares; esta cifra fue un 43 por ciento superior que la que tuvo el gobierno anterior.

En suma, entre los dólares introducidos por deuda y por las mayores exportaciones primarias, el macrismo acumuló ingresos extraordinarios por 56.118 millones anuales. El kirchnerismo, por su parte, como vimos, por “viento de cola” tuvo un ingreso de 13.397 millones de dólares anuales y, en cuanto a la deuda externa de su período de gobierno, se redujo en 10.677 millones de dólares, a la vez que disminuyó fuertemente el cociente Deuda/PBI por el crecimiento logrado. Por lo tanto, tuvo un ingreso extraordinario anual neto de desendeudamiento de 12.543 millones de dólares.

Es decir que el macrismo tuvo ingresos de capitales no habituales para la economía nacional por año de más de cuatro veces que los que recibió el kirchnerismo.

Resultados

En términos de rendimiento de ambos modelos en la generación de empleo asalariado privado, el esquema kirchnerista fue 84 veces más potente, dado que, por año, con un “viento de cola” de 12.544 millones de dólares consiguió generar 235.319 empleos en el sector privado en relación de dependencia y, en el modelo M, con 56.149 millones de dólares, apenas se generaron 12.579 empleos anuales. En definitiva, en el modelo K por cada 53.306 dólares de “viento de cola”, originó un empleo asalariado privado, mientras que la relación en el modelo M fue de 4.461.256 dólares de “viento de cola” por cada empleo creado.

El abismo respecto al dinamismo provocado en el mercado laboral entre un modelo productivo y uno de estímulo a la especulación financiera, bajo condiciones externas cuantitativamente comparables, revela que no hay magia ni fenómenos climáticos tan determinantes. En esencia, son las políticas las que permiten hacer la diferencia

@rinconet 

@marianokestel