Decir “nosotros” es pertenecer a un enjambre de rituales y de reglas incorporadas como actos reflejos. “Algún día van a decir que el club es una escuela de guerrilleros. La costra de lo que somos. Una máscara, una fachada. Porque abajo de lo que somos, detrás de nuestras voces, muy en el fondo de nuestras miradas, de nuestras actitudes, se podrán ver las otras vidas, las otras identidades. Vamos a salir a desmentirlo. Hasta el día de hoy lo negaremos. Pero sabemos que acá se tejió parte de esta revolución. Acá nadie podía vernos. Amotinados en esta clase, nuestra trinchera en barrios de quintas y casas de fin de semana. Entre árboles y verde y pastos y alfombras. Contactándonos con los otros frentes en los partidos que viajamos hacia la ciudad Capital. Intercambiando información en los terceros tiempos. Pero también en los scrums o cuando el árbitro frena una jugada. Van a decir que somos una escuela de guerrilleros. Y después nos van a venir a buscar, uno por uno, para hacernos desaparecer”. En Legión (Club Hem Editores), José Supera saca los trapitos al sol en una ficción escrita contra la repetición y los silencios de los grupos cerrados como un club de rugby, palabra que nunca se menciona, que no aparece escrita en las 114 páginas de la novela.

El escritor platense está trabajando en varios frentes desde la escritura y la actuación. En agosto presentará Las moscas (Malisia), el diario de rodaje que escribió para la obra de teatro Cosas como si nunca, que dirige Beatriz Catani en el teatro Cervantes. Ahora está escribiendo una obra en la que también actuará, Mercado libre. Su novela Limpiavidrios –primera mención en la segunda edición del Concurso Nueva Novela de PáginaI12– será filmada por Juan Baldana. Y terminó de escribir la novela El hombre que quería ganar un premio literario. “Yo jugué en el La Plata Rugby Club desde los seis años hasta los veinte, cuando me lesioné el cuello y ya no pude jugar más. Todo empieza cuando a uno lo conforman como esa voz plural. El rugby propicia mucho la unidad, estar unidos adentro y afuera de la cancha. Eso hace que empieces a pensar como un nosotros cuando jugás, cuando sos pendejo, cuando salís a los boliches con tus amigos”, cuenta Supera. “Hay muchas cosas que me quedaron dando vueltas de la época que jugaba al rugby, cosas que hice y que otros han hecho. Y sentí que tenía que contar algo. La Plata Rugby Club tuvo 19 jugadores muertos, entre asesinados y desaparecidos. El primero fue Hernán Rocca, lo mató la triple AAA. Cuando él apareció asesinado, el mensaje para todos los que militaban dentro del club fue: ‘le dimos tantos balazos, sabemos cuál es el número de militantes que hay ahí adentro; hay una bala para todos los que militan’”. La mueca de rabia en la cara de Supera relampaguea en medio del silencio. Entre los desaparecidos –recuerda el escritor– estaba Rodolfo Axat, el padre del poeta Julián Axat.

“Durante mucho tiempo hice la revista del club con Dimas Suffern Quirno, que hoy es entrenador de la primera, y con Augusto Ramos, que en ese momento era jugador. Éramos tres pibes de veintipico de años que hacíamos la revista. Y empezamos a sacar en cada número la historia de cada uno de los desaparecidos del club. No es lo mismo lo que se cuenta en las charlas en el club que algo que sale publicado en papel. La palabra escrita tiene otro peso; es más fuerte. No es lo mismo contar que leer. Y se removió el avispero que había ahí. Habían puesto una placa en el club que decía: ‘a las víctimas de la década del 70’. ¿La década en sí los mató? ¿De qué se murieron? Pusieron esa placa para querer quedar bien, pero era una cosa muy perversa. ¡No pongas nada, si vas a poner algo así! Lo hicieron de conservadores brutos que son. Cuando pusieron esa placa, abrieron el juego para que nosotros pudiéramos sacar notas en la revista”. En 2010 la Comisión Directiva del Club les advirtió que no sacaran más números sobre los desparecidos. “Me quedó eso de no poder decir algo que pasaba ahí, algo que había mamado de toda la vida en el club, que eran todos conservadores”, reconoce el escritor platense.

–¿Por qué el mundo del rugby es tan conservador?

–Era lo que discutíamos el otro día en la presentación del libro. Hay gente copada como uno de los que presentó el libro, que sigue yendo a entrenar, que es sociólogo y milita en Derechos Humanos en La Plata, Matías Manuele. La mayoría de mis amigos son del rugby; uno milita en el PTS… A mí me tocó estar justo en una camada muy heterogénea. Pero la mayoría de los que están hoy en el Club votaron a (Mauricio) Macri; es raro encontrar a un kirchnerista. El rugby se presta más a lo elitista porque viene de Londres y acá lo deben haber traído los colegios ingleses. Aunque algunos sostienen que en Europa el rugby es más popular. Aun así debo decir que cuando jugaba en La Plata Rugby Club, yo jugaba con el hijo de un colectivero. Cuando nosotros jugábamos con otros equipos de rugby, nos decían “negros de mierda” en el medio del partido. Si tengo un hijo algún día, no sé si no lo llevaría a jugar al rugby… Después de escribir este libro, no sé (risas). Mi hermano entrena una división del club y mis sobrinos juegan todos en La Plata Rugby Club. Mi papá fue dirigente, yo fui capitán del equipo y salí campeón. Tengo una vida muy ligada a la institución. En la presentación les pedí perdón por el libro que escribí, pero es lo que me salió y lo volvería a escribir. Cuando hace unos años escribí una novela sobre mi tío, sobre mi familia, se la mostré a mi vieja y nos abrazamos y nos pusimos a llorar. A mi vieja le había dolido esa novela, no me abrazaba porque le había encantado. Con el club también escribí mi visión de las cosas. Yo quizá tengo una visión un tanto oscura y es la que elegí contar. Puede venir otro y decirme: “che, esto no es así”. Claro; es ficción. No es un libro de investigación de La Plata Rugby Club.

–¿Es parte de la ficción el entrenador que se lleva a chicos a su casa?

–No. Es un entrenador que estuvo siete, ocho años, en La Plata Rugby Club y que se terminó yendo. Como no se hablan las cosas y todo se mantiene oculto, nunca se supo bien qué pasó. Pero se decía que había invitado a uno de los chicos al jacuzzi que tenía en la casa. No sé si hubo abuso, nadie me lo vino a decir. Y si a alguien le pasó eso de chico quizá no lo quiera ni contar. Todo quedó ahí… Lo más triste es que ese entrenador después se fue a otro Club. Yo no intento hacer justicia con lo que escribo, pero desde la ficción me interesa exponer cómo funciona el sistema.

–¿Por qué no se puede romper ese silencio, ese “mejor callarse y mirar para otro lado”?

–Son familias que no se tocan; se plantea mucho el no tocar un apellido. Son sistemas cerrados que quieren que se mantenga todo como se viene manteniendo.

–“El dolor existe si existe el miedo. Si vamos a taclear con miedo es probable que nos lesionemos. Por eso debemos anular el miedo. Así combatimos el dolor”, dice la voz narradora. ¿Esto viene del mundo del rugby?

–No, esa es una reflexión mía, pero hay un dicho que viene del rugby que dice que si vas a taclear con cagazo te lesionás. Te entrenan para perder el miedo. Cuando me lesioné el cuello, estaba muy metido en el rugby, entrenaba mucho, iba al gimnasio. Me recuperé y cuando volví me di cuenta de que iba a chocar y a taclear con miedo por el cuello. Cuando tenés miedo, te pasan por arriba. Te metían eso en el chip, como te metían que si un compañero estaba en el suelo había que pasar el pie por encima para protegerlo. Hay cosas inclusivas como que puede jugar el más petiso y el más gordito; que hay puestos para todos. El rugby es un deporte hermoso.

–La voz narrativa de Legión usa un presente muy elástico en el que puede trabajar en simultáneo el asesinato del capitán del equipo y el entrenador que abusa de menores. ¿Por qué el tiempo presente?

–Tengo la teoría de que la historia está ocurriendo siempre en tiempo presente. Eso de pensar que algo es pasado no me sirve, más si lo llevo a la narrativa. Me gusta que todo esté pasando ahora, que eso que pasó hace tiempo esté pasando precisamente ahora. ¿Qué es el tiempo? ¿No está sucediendo ahora el pasado? El pasado y el futuro es lo que existe. El presente no existe. ¿Qué es el presente? Ya se acaba de ir cuando lo dije. Entonces lo que hay es lo que va a venir y el pasado. Me parece que estaba bueno anclarse en ese presente que no existe. El presente es algo que uno puedo moldear. El futuro y el pasado son mutantes y no los podés tocar porque están cambiando por significaciones, por lo que quieras. En ese presente narrativo de la novela hay algo de que las cosas no tienen que cambiar. Ese presente está anclado en el ahora y en que nada va a cambiar.

–Hay una escena en la novela en la que hay un trabajador esperando el colectivo y uno de los rugbiers lo insulta y lo golpea. ¿Cómo explica esta violencia, este odio de clase hacia los más pobres?

–La mayoría de los que hacen eso es gente de plata. El rugby te da mucha violencia porque te enseña a perder el miedo. Y también está la diferenciación de clase: “sos un negro sucio y yo quiero que sigas siendo un negro sucio, porque si dejás de serlo voy a perder mis privilegios”. Lo vi en Bolivia, cuando viví en La Paz. La gente de clase media alta tenía a la cholita viviendo todo el tiempo con ellos en sus casas. Cuando llegó Evo (Morales), la cholita empezó a reclamarle sus derechos y esta gente se volvió loca. El rugbier ve al pobre como alguien que tiene que ser siempre pobre, como alguien a quien siempre puede decirle “negro de mierda”. No quise escribir una novela sobre el rugby sino sobre ciertos sistemas cerrados donde hay gente que quiere entrar y no puede y hay gente que quiere salir y tampoco puede. Cuando se publicó la novela, quisieron hacer una comisión interna dentro del club para tratar el tema del libro.

–¿En serio?

–Sí, así de ridículos son… Estos sistemas cerrados no permiten mucho que salgan las cosas. Que contemos hacia afuera. Como pasó con la revista y los números que les dedicamos a los desaparecidos. Pero esa era una revista que se repartía entre los socios. Un amigo mío que es secretario del club y es abogado cortó de una el intento de tratar el tema del libro. Me sorprendió mucho porque pensé que la actitud de él con el libro iba a ser otra. Cuando algo trasciende las fronteras del club, se empiezan a volver locos. ¿Cómo van a venir a hablar de nosotros? ¿Cómo lo van a saber los de afuera? No es mi culpa. Yo escribí esto para que ese mundo de alguna forma cambie y no siga siendo tan básico, tan cerrado y tan elitista. Escribir de rugby fue como escribir sobre mi familia. Pero cuando escribo sobre mi familia, no escribo cosas muy lindas. Es una visión oscura, pesimista, llevada al extremo. Pero es mi visión.

–“Limpiavidrios” se va a filmar, ¿no?

–Sí, la va a filmar Juan Baldana el año que viene. Yo estuve trabajando el guión con Juan y estaba todo encaminado, pero el Incaa en un momento cerró la canilla de los subsidios. Esto alargó un poco las cosas porque ya se tendría que haber filmado. El actor sería Juan Minujín, pero mientras no haya fecha de filmación, no podemos saber si él va a estar. Ahora estoy escribiendo una obra de teatro para unos actores de La Plata. Yo actuaría, sería el hijo vago escritor que digo que escribo pero juego a la play todo el día. La obra se llama Mercado libre; es gente que está comprando y vendiendo cosas de su casa. El tema es que por la crisis en la primera escena de la obra el abuelo llega a la casa porque no pueden pagar más el geriátrico. La obra transcurre mientras llega un tipo a tasar la casa para venderla. La historia es cómo va vendiendo todo el ser humano. El abuelo que se olvida de las cosas va vendiendo hasta sus historias. Estuve filmando una peli, que es también una obra de teatro que ahora se está proyectando en el teatro Cervantes, Cosas como si nunca, de Beatriz Catani. Yo actúo en la parte fílmica, soy Sancho Cruz, un soldado analfabeto que acompaña al protagonista por la Pampa. En el programa hay textos míos porque hice un diario de rodaje como hizo Selva Almada con Zama. Mi diario de rodaje se llama Las moscas y es distinto porque al actuar en el film es el personaje por momentos hablando y el escritor; hay una contestación entre escritor y personaje.

–¿Hay terminada alguna novela?

–Sí, hace poco terminé El hombre que quería ganar un premio literario, que habla de todo los sistemas de concursos. Está escrita en primera persona y el narrador está pidiendo todo el tiempo perdón a los jurados de los concursos porque ya mandó una novela el año pasado que era una mierda, pero con la que tiene ahora se va a reivindicar. Me divertí escribiéndola y yo apunto un poco a eso. Mandarla a un concurso sería como un suicidio (risas).