Al finalizar la charla sobre Interculturalidad, la mujer del sombrero raro, preguntó a la conferencista cuál fue su error, sobre algo que le ocurrió, en el festejo del cumpleaños de la reina en la embajada británica.

Su inglés era excelente, ella asistió “producida” con el sombrerito de Isabel II pero… no le permitieron participar del brindis ni de la ceremonia.

Apenas mirar desde lejos.

La señora era argentina.

Aquellos que se rieron de ella, también.

Dicen que la conducta humana deja de ser abstracta en 1871, cuando Tylor define Cultura como “Aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, las herramientas y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”.

Sin embargo, la humanidad, Usted y yo incluidos, aún considera agresivos, ridículos y/o “fuera de realidad” cosas, sentimientos y acciones que contradigan la propia opinión y escuchar al auténtico Otro u Otra, sin traducirlo automáticamente a nuestro patrón ideológico.

La ignorancia ajena ilumina la propia.

Es un desafío político colocarse en los zapatos (hasta de la mujer del sombrero), descalzar las ideas y aceptar (sin mentir ni rendirse) que hay quienes no solo descreen que “la Patria es el Otro”

Algunos ni siquiera creen que exista Patria o sinceridad en quien la defiende.

Así como el obrero alienado de Chaplin en Tiempos modernos no preveía el mundo feroz, competitivo y migrante que esperaba a su nieto doctor; la actual clase media ignora el horizonte que se anuncia y proyecta para los suyos.

El libre emprendedor (como antes el sujeto moderno) se inclina por obedecer el manual de sentido común diseñado por antiguas voces de autoridad y tiende a someterse al Neo Flavio Josefo que refresque los atávicos paradigmas culturales con algún Homo Deus capaz de resolver su incómoda coexistencia con humanos de segunda.

Aunque ya muchos duden de su puesto en el nuevo andamiaje argumental, los viejos filtros instalados durante décadas de exposición a arquitecturas similares de mensaje, continúan operando.

Los sedimentos simbólicos en la percepción actúan descartando argumentos irrefutables, para que sospechosas estafas oscurezcan el incumplimiento de “los cambios” y pasen del Se-robaron-todo al manso Todos-son-ladrones. 

Si bien, las denuncias de operaciones económicas y operativos mediáticos han sido muy útiles para fragmentar la coherencia de los elaborados mensajes políticos y filo-psicológicos de la Cultura global, resultaron insuficientes.

Todavía, una parte importante de la ciudadanía no ha podido/sabido/querido sustraerse al ataque masivo de genes egoístas, al reemplazo de ética por estética y de una lógica del fin de la historia que concilia fingidas comunidades de Todos-Juntos con el Sálvese-Quien -pueda.

La subjetividad domesticada por empresas y técnicos capaces de traducir emociones en estadísticas, medir la gravitación de mitos y símbolos para remozarlos como enunciados personales y colectivos y aplicación de IT para procesar y vender productos materiales y espirituales a nivel global, no pasa desapercibida.

El mero desenmascaramiento de los vínculos entre el modo de producción y la producción de subjetividad nunca garantizó el abandono masivo de las anteojeras.

Tampoco, se detendrá el rancio paradigma de una humanidad para pocos solo con consignas voluntaristas.

La aculturación no es invencible pero demanda incansable ingeniería de reversa sobre diversos aspectos de la visión global “realista” y en particular, sobre la deconstrucción activa del falso abismo, hacia el cual se imputa conducen los gobiernos populares.

En teoría, se admite que la mirada del observador modifica al objeto de estudio pero el planteo se aplica poco para comprender las cargas simbólicas (desde el arte a la tecnología y de las instituciones a sus procedimientos y productos) que nos afectan personalmente y ayudarían a percibir (y revertir) cuánto y cómo afectan a Otros y Otras.

Alterar la artillería imperial de la comunicación es trabajo de campo y calle.

Se hace andando por los barrios, día tras día, junto a la gente, abriendo espacios de sincero y auténtico diálogo.

No casualmente, simula practicarlo el Marketing de Cámara y Timbreo.

La diferencia es ética, pero el compromiso personal (como bien saben muchas organizaciones sociales) impacta en múltiples direcciones y modifica al actor.

Desarma prejuicios, resuelve desacuerdos, aprende de los cuestionamientos y enseña a comunicar, con corazón y simplicidad, evidencias que posibilitan a Otras y Otros la elección de un paradigma solidario de inclusión y distribución.

El gran desafío de un mundo mejor es hacerlo contagioso.