La política ortodoxa del macrismo generó ganadores y perdedores muy concretos en 2016. Un documento del CEPA al que accedió este diario analizó en detalle cuáles fueron las actividades que más ganaron y las que más perdieron a lo largo de ese año. El complejo agropecuario, los bancos, las eléctricas y las mineras fueron los cuatro sectores que incrementaron la rentabilidad. No lo hicieron por el aumento en las cantidades vendidas sino por la reducción de los “costos” laborales. La suba de las ganancias de estos sectores, pese al discurso oficial, no se derramó hacia el resto de la sociedad. Las empresas no contrataron nuevo personal y despidieron parte de la plantilla. Los trabajadores que conservaron el empleo recibieron en promedio subas salariales del 30 por ciento, cuando la inflación superó el 40 por ciento. En tanto, la industria manufacturera y la construcción, ramas que explican la tercera parte del empleo, fueron las dos actividades más desfavorecidas el último año.

 “El esquema de ganadores y perdedores del 2016 propone una nueva situación estructural. Los sectores que más trabajo aportaron durante los últimos años empiezan a reducir su peso en la economía, y los grupos tradicionales ligados a ventajas comparativas del sector primario se vuelven los protagonistas. De no revertir el proceso, tendremos una economía primarizada y con eje en la especulación financiera, escasa transformación industrial y consiguientemente mayor desempleo”, afirmó el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), en un informe que firman Julia Strada, Hernán Letcher, Débora Ascencio y Javier Pérez Ibáñez.

La actividad primaria (agricultura, ganadería, caza y silvicultura), según el informe, explicaba el 5,7 por ciento del valor agregado bruto en 2015, mientras que en 2016 la cifra ascendió al 7,6 por ciento, es decir un aumento en la participación de 1,9 puntos porcentuales. Los datos computaron los cambios entre el primero y tercer trimestre de 2015 respecto de igual período de 2016 (aun no se publicaron estadísticas del cuarto trimestre). “Esto confirma que el campo fue el que consiguió ganar mayor participación en la economía en el primer año de gestión de Mauricio Macri”, indica el informe. Los bancos pasaron de explicar del 4,1 al 4,5 por ciento del PBI, un alza de 0,4 puntos porcentuales, al tiempo que las eléctricas lo hicieron del 1,4 al 1,6 (+0,2 puntos porcentuales) y las mineras del 4,0 al 4,1 (+0,1).

“Los sectores que consiguieron ganar participación en la economía, medido a través del valor agregado bruto, lo hicieron principalmente por la traslación de ingresos a través del efecto precio. Esto se debe a que la devaluación de diciembre de 2015 logró modificar los precios relativos entre los diferentes sectores de actividad, para generar un nuevo esquema de ramas beneficiadas y desfavorecidas. La liberalización cambiaria y la suba de la tasa de interés significaron  además un impacto positivo para el sector financiero”, dijeron. Precisaron que la producción primaria, por ejemplo, cayó 6,2 por ciento medida por cantidades, pero lo sobre compensó con un aumento del 87,1 por ciento de los precios. 

El documento del CEPA, que se titula “El nuevo fracaso de la teoría del derrame. Un análisis de las ramas ganadoras y perdedoras de la etapa 2015-2016”, presenta datos ilustrativos para entender las tensiones del mercado laboral el año pasado. El campo, los bancos, las eléctricas y las mineras, pese a que fueron los rubros más favorecidos en términos de rentabilidad, no promocionaron el ingreso de nuevo personal sino que entre las cuatro ramas se registraron 5483 casos de despidos entre diciembre de 2015 y septiembre pasado. Los salarios para el promedio de estas cuatro actividades avanzaron al 30,4 por ciento, unos 10 puntos menos que los precios del mercado interno, explicando una fuerte caída en la capacidad de compra de los trabajadores del sector. En detalle, se precisó que en agricultura, ganadería, caza y silvicultura los ajustes salariales fueron del 33,2 por ciento, en intermediación financiera, del 34,5 por ciento, en energéticas, del 31,9 y en minería, del 21,1. 

“Las ramas ganadoras de programa ortodoxo del Gobierno se quedaron con parte de los ingresos que anteriormente recibían otras actividades (construcción e industria manufacturera, en particular). A la vez se apropiaron sensiblemente de los ingresos de los trabajadores en un contexto de retracción de productiva”, advirtieron. Agregaron que “la expansión de las actividades beneficiadas por el macrismo no ha redundado en un beneficio para el conjunto de la sociedad , sino que ha significado estrictamente un aumento de la renta extraordinaria apropiada por los grupos tradicionales de poder económico”.

Una de las ramas que más perdió el último año fue la industria manufacturera. El peso de este sector en la economía, según el informe del CEPA, bajó del 17,4 a 16,4 por ciento, es decir una reducción de 0,9 puntos porcentuales. En la construcción se observó un efecto similar, al bajar del 5,7 al 4,8 por ciento, o sea una pérdida de participación de 0,9 puntos porcentuales. Los puestos de trabajo en estas dos actividades, que explican casi el 30 por ciento del empleo total de la economía, se vieron afectados fuertemente por la contracción de los negocios. En la industria manufacturera se anotaron 21.766 despidos, mientras que en la construcción la cifra ascendió a 45.338 casos. Los salarios en la industria marcaron un avance del 31,9 por ciento, en tanto que en la edificación lo hicieron al 29,0 por ciento, en ambos casos por debajo de la suba de la inflación que se ubicó arriba del 40 por ciento.

En el documento de CEPA plantearon que uno de los factores que explica el flojo desempeño de la construcción en 2016 es “la paralización de la obra pública”. En lo que refiere a las firmas dedicadas a la producción de manufacturas, la mayoría fabrica para abastecer el mercado interno, donde hubo una fuerte caída de la demanda, por la pérdida de capacidad de compra de sectores que reciben ingresos fijos. El informe precisa que las subas de salarios para el promedio de la economía se ubicaron en 31,7 por ciento, contra precios que subieron al 42 por ciento tomando el índice de precios implícitos del PIB. La pérdida de poder adquisitivo en los últimos meses se acompañó de una pronunciada redistribución regresiva de ingresos.