Es interesante ver cómo el derrotero del PCA y sus muchas ramificaciones se ha convertido en un tema por demás recurrente dentro de la producción historiográfica, ya sea la más vinculada a un recorte académico como la estrictamente pegada a ciertas biografías (no podemos no pensar en ese best seller comunista que ha sido La Fede, de 2009, de Isidoro Gilbert, como parte de este humilde intento de organización). Y es que el PCA concentra, de alguna u otra manera, la clave de lectura que nos permite entender el destino político de la Argentina en el siglo XX, sus grandes desafíos, los límites de determinadas propuestas. El libro que faltaba para entender el destino de un partido y la emergencia de un contexto que sigue siendo el nuestro es el que acaba de publicar FCE, Intelectuales y cultura comunista: Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra de Adriana Petra. Precisamente, porque allí se revisan ciertos hechos que incumben al PCA y sus intelectuales en ese período no tan visitado como es el de los ‘50, parafraseando las propias palabras de la autora, menos rimbombante que los “sixties”, pero igual de (o más) trascendentes. 

Claro, lo que importa en este trabajo es ese concepto tan complejo que tanta tinta ha hecho correr: “intelectual”. El recorrido del libro va del final de la Segunda Guerra Mundial hasta comienzos de los años ‘60, y toma como punto central la manera en la cual determinados nombres se acercaron al partido, sumándose a sus filas, a partir de la lucha antifascista, que funcionó como un motor de reclutamiento. Luego, pasamos al momento de endurecimiento de las propuestas de producción intelectual, sobre todo, aquellas que incumben a las artes plásticas y a la literatura y que tienen a Andréi Zhdánov y al realismo socialista como palabras obligatorias para entender la estética oficial del partido. Finalmente, el libro trabaja sobre los conflictos del PCA frente a su ubicación con respecto al peronismo y a la llegada de la renovación marxista a partir de la recepción de la obra de Gramsci en el país, sobre todo, en el ámbito intelectual cordobés, con la creación y postura de los miembros de la revista Pasado y Presente.

Petra se encarga de mostrar que el PCA no ha sido inmediato replicador del zhdánovismo, ni mucho menos, sino que siempre ha evidenciado disidencias a partir de alejamientos de figuras claves que mostraban, de una manera u otra, el alto grado de discusión al interior de la fuerza partidaria frente a las determinaciones del centro de mando bolchevique. Por lo tanto, son menos las obras literarias que permiten leer el realismo socialista en clave local y más las discusiones o argumentaciones en torno a la existencia de una estética oficial y a la necesaria libertad reclamada por los artistas (y también ciertos críticos) para poder llevar adelante su producción. Así se entiende la trayectoria, por sólo citar una, de Roberto Arlt, quien fuera uno de los fundadores, junto a Elías Castelnuovo, de publicaciones tan relevantes para el entendimiento de la relación entre cultura y lucha proletaria como lo es la revista Actualidad, al igual que fue responsable de la fundación de la Unión de Escritores Proletarios, en donde ambos, Castelnuovo y Arlt, participaron. Tempranamente, Arlt se aleja del partido por ser considerado un “escritor burgués” (como su padrino, Güiraldes) por las críticas de la misma persona que lo convenció de vincularse a él, Rodolfo Ghioldi. Ya en los ‘50, Raúl Larra publica Roberto Arlt, el torturado, libro que funciona como uno de los mojones más importantes para comprender la recuperación de un autor fundamental en nuestras letras. Pero el libro de Larra es criticado por Roberto Salama en el número 5 de febrero de 1952 de la importantísima publicación del partido, Cuadernos de Cultura Democrática y Popular (que luego perdería estos dos últimos adjetivos). Allí, Salama remarca que el trabajo de Larra no hace ningún tipo de aporte sustantivo y, a partir de una matriz meramente zhdanoviana (que sirvió más para juzgar obras que para producirlas), le achaca el intentar la recuperación de un autor fascista, cuya literatura era decadente, psicologista, antirrealista y antiopopular.  

Lo mismo sucede, en alguna medida, durante los años del peronismo histórico, en donde a partir de determinaciones del propio partido y de las mismas características de la lucha nacional, el PCA se acerca más al nacionalismo que antes consideraba fascista porque concluye, junto a Perón y compañía, que el “internacionalismo” es una de las más fuertes patas del imperialismo económico norteamericano. El resultado de una necesaria producción intelectual que recupere los valores de lo nacional es la aparición del regionalismo como fenómeno estético, y del rastreo de figuras intelectuales que pudieran funcionar como antecedentes en la tradición patria de la distancia con respecto a las metrópolis internacionalistas. 

Adriana Petra, en Intelectuales y cultura comunista, logra sobradamente un objetivo que confiesa en el propio libro: mostrar que la figura del “intelectual comunista”, lejos de ser monolítica y cerrada, es por demás abierta y constantemente dispuesta a los avatares de los debates al interior del partido argentino, en donde ciertas posiciones marcaron los puntos principales de disidencia con respecto a la oficialidad del Komintern. Ortodoxia versus renovación parecen ser los dos ejes que, incluso, llegan al distanciamiento de Héctor P. Agosti con los jóvenes de la revista Pasado y Presente, los cuales, desde Gramsci (en el caso de José María Aricó) o desde la novedades del marxismo francés (que llega hasta la recepción del estructuralismo y los trabajos de la escuela de los Annales), realizan una recuperación del idealismo hegeliano, proponiendo una dialéctica sujeto-objeto que superaba los estrechos límites del marxismo-leninismo y la supremacía del objeto por sobre cualquier esfuerzo subjetivo. Petra sigue a Horacio Tarcus en esta idea: antes que “un” marxismo, podemos encontrar, tanto en la Argentina como en todo el mundo, diversos “marxismos” que, en lugar de pertenecer a una misma corriente organizada, parten de Marx para ir más allá de él, para llevarlo a sus dramas locales y transformar su realidad tal como se les presenta. Esfuerzo que, quizás, pueda emparentar a tantas y tantas corrientes que reclaman, casi a modo de familia conflictiva, la misma filiación.

Intelectuales y cultura comunista: Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra Adriana Petra FCE 441 páginas